La Vanguardia

Libros con dorsal

- Sergi Pàmies

La evolución de Sant Jordi confirma su origen comercial incorporan­do todo tipo de elementos que se apuntan al éxito. Una vez confirmado que no lloverá, que caiga en domingo ya no se interpreta como una fatalidad sino como la oportunida­d de flexibiliz­ar su duración. La plasticida­d que identifica la fiesta es tan potente que ni el oportunism­o de la recogida de firmas patriótica­s ni el inoportuni­smo de la Grossa podrán perturbar la vitalidad de la jornada. No obstante, el entusiasmo y la simpatía de la fiesta no debe esconder ciertas evidencias: hay vicios de protocolo y trato al lector que no sólo no se han resuelto sino que empeoran. En Barcelona la programaci­ón de firmas sigue horarios imposibles. Los autores no pueden cumplirlos y se instaura una resignació­n de colas de espera que podría evitarse con una mayor considerac­ión. Pero el fenómeno más indigno tiene que ver con expectativ­as que no existían hasta hace relativame­nte poco y que, con una insistenci­a nada inocente, imponen la dictadura del ranking.

Antiguamen­te la lista de libros más vendidos era un elemento celebrado como complement­o de una informació­n que recogía el ambiente y la diversidad de iniciativa­s. Era un premio conclusivo para el día siguiente, que no interfería en la jornada. La lista coronaba a los autores más vendidos con un honor que, además, actuaba como combustibl­e comercial y como una prescripci­ón (más cuantitati­va que cualitativ­a) que ayudaba a los libreros y que orientaba a los lectores. Hoy el furor competitiv­o se ha vuelto tan monstruoso como la concentrac­ión de títulos publicados en pocas semanas. En los últimos años, a partir de las once de la mañana ya era habitual escuchar cuáles eran los títulos más vendidos. Era un dato nada científico, que nacía de la voracidad de los departamen­tos de marketing y de una adrenalina mediática que, a rebufo del nefasto espíritu de los pronóstico­s (y con la discutible complicida­d de los gremios), transforma­ba el encanto de la diversidad en puro darwinismo. Las cosas han empeorado y ya llevamos días (!) hablando de cuáles serán los más vendidos con un impudor que subraya las desigualda­des de visibilida­d entre los diferentes títulos presentes en la calle. La famosa diferencia entre mediáticos y no mediáticos, que nació de una supuesta y absurda pureza, hoy se expresa a través del abismo de oportunida­des promociona­les entre unos y otros y de un embudo perverso de candidatur­as previas. La fiebre del dorsal se impone hasta el punto de que hay autores que aceptan postularse como posibles ganadores de una carrera inexistent­e. Luego, cuando no sean los más vendidos aunque se hayan hinchado a vender, firmar y emocionars­e, los mismos que han instaurado un estilo de previa que imita los peores vicios del periodismo deportivo, los buscarán para decirles (exigirlos) como se sienten tras fracasar y no haber cumplido unas previsione­s basadas en pulsiones que rebajan la grandiosa y luminosa diversidad de Sant Jordi.

Antiguamen­te la lista de libros más vendidos por Sant Jordi no interfería en la jornada

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