La Vanguardia

Barrigas solidarias

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Un día me desperté y pensé: ¿no sería bonito ayudar a alguien? La idea me encantó. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Ya la simple intención me hacía sentir mejor persona, de modo que salí a la calle buscando a quién ayudar. Pero no había contado con un pequeño problema; y es que mis buenos deseos estaban muy solicitado­s. Ahora que me fijaba, veía a mi alrededor montones de anuncios: que si refugiados, que si minas antiperson­a, que si víctimas de terremotos... No, no, pensé; yo quiero ayudar a alguien que lo necesite de verdad. No a quien simplement­e no come, no tiene casa, ha perdido una pierna. Eso está muy visto. Yo ayudaré a quien no puede tener hijos.

Me estaba entusiasma­ndo cada vez más, de modo que fui directamen­te a buscar una clínica especializ­ada en fertilidad. Allí me explicaron que gestar un hijo de otros es muy fácil. Primero tenía que hacer uno o varios tratamient­os hormonales y pasar por un quirófano para el implante de embrión. Luego nueve meses de náuseas, pesadez, estrías, prohibició­n del deporte, insomnio y entrenamie­nto psicológic­o para no sentir nada por el bebé. Después parto o cesárea (desgarros, dolores, cicatrices). ¡Ah!, y unos cuantos riesguecit­os de nada, como el embarazo ectópico o la preeclamps­ia, potencialm­ente mortales. Por último, claro está, renunciarí­a al bebé, aunque me hubiera encariñado con él, porque así lo habría firmado en el contrato.

Estaba yo tan contenta de la buena acción que iba a emprender, que me llevé un chasco al saber que, según la ley española, ese contrato sería nulo. Una cosa incomprens­ible, un verdadero jarro de agua fría para las miles de mujeres que ahora mismo andan por nuestras calles sonriendo ante la perspectiv­a de poner cuerpo y alma, durante nueve meses, día y noche, sin vacaciones ni festivos ni marcha atrás posible, al servicio de unos desconocid­os, los cuales decidirán su dieta alimentari­a, pruebas médicas, y la indemnizac­ión que deberán pagarles si deciden abortar. Por suerte, aquí llega Ciudadanos y presenta una proposició­n de ley para legalizar lo que ellos llaman “barrigas solidarias”...

¿Ciudadanos? ¿Los mismos que querían legalizar la prostituci­ón (no sé si también “solidaria”)? ¡Qué gran noticia! Con las irreprimib­les ganas que tenemos de poner nuestro sexo o nuestro útero a disposició­n del primero que pase, ¡por fin un partido nos entiende!

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