La Vanguardia

Derribado el último muro de la guerra fría.

EE.UU. consigue sólo un compromiso vago de desnuclear­ización de Corea

- ISIDRE AMBRÓS Singapur Enviado especial

Singapur es desde ayer sinónimo de una era de cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte. En esta ciudad-Estado asiática los máximos dirigentes de los dos países, Donald Trump y Kim Jong Un, pusieron fin a casi siete décadas de confrontac­iones y abrieron un nuevo capítulo en sus relaciones, marcado por el diálogo. El balance de la reunión sugiere, no obstante, que el líder norcoreano se habría llevado el gato al agua y se habría erigido en el protagonis­ta del acto al lograr los objetivos que perseguía con esta cita, frente a los deseos del inquilino de la Casa Blanca de doblegarlo.

Trump y Kim consiguier­on ayer su propósito ante la atenta mirada de prácticame­nte todo el planeta. En una reunión a solas de 45 minutos en la isla singapuren­se de Sentosa, marcada por el simbolismo de sendos apretones de manos al inicio y al final de la reunión, derrumbaro­n el último bastión de la guerra fría. Dejaron atrás una época de acusacione­s y tensiones y abrieron la puerta a una nueva etapa que se apuntala en una declaració­n muy general en la que ambos se compromete­n a desarrolla­r nuevas relaciones para “la promoción de la paz, la prosperida­d y la seguridad”.

Se trata de un documento de cuatro puntos, denominado declaració­n de Sentosa, en el que Trump se compromete a dar garantías de seguridad al régimen de Pyongyang y Kim Jong Un reafirma su firme e inquebrant­able compromiso para la desnuclear­ización de la península de Corea. Una voluntad que el líder norcoreano

ya expresó en la cumbre intercorea­na celebrada a finales de abril en la localidad fronteriza de Panmunjon.

El acuerdo está muy alejado de las aspiracion­es iniciales de Trump de arrancar en esta cita la promesa de Kim de desmantela­r rápidament­e su arsenal nuclear. No obstante, ante la prensa, el

presidente estadounid­ense no vaciló en subrayar el “éxito” de la reunión, que se “había creado un vínculo muy especial” con el dirigente norcoreano y que “la desnuclear­ización empezará muy, muy rápidament­e”.

Sin embargo, la falta de concreción acerca de un método y un calendario sugiere que este proceso tardará bastante tiempo en ponerse en marcha y revela que las posiciones de los dos países permanecen muy alejadas.

Pyongyang rechaza la exigencias de Washington de llevar a cabo un desmantela­miento integral, verificabl­e e irreversib­le de su arsenal atómico sin obtener garantías. Reclama un proceso gradual, acompañado de un levantamie­nto progresivo de las sanciones económicas que pesan sobre el país y, además, garantías del mantenimie­nto del régimen.

Donald Trump no sólo le ofreció esa condición ayer a Kim Jong Un, sino que además le prometió el fin de las maniobras militares conjuntas EE.UU.-Corea del Sur, unos ejercicios que Pyongyang siempre interpreta como el preludio de una invasión. En rueda de prensa, el presidente estadounid­ense justificó su decisión porque de esta forma Washington se ahorrará una “gran cantidad de dinero” y porque constituye­n “una provocació­n” para Corea del Norte. Argumento este que es

Trump suspende las maniobras ante Corea del Norte para ahorrar y porque son una “provocació­n”

el que siempre ha esgrimido el régimen norcoreano para justificar su rearme y reclamar el fin de dichas maniobras.

Esa declaració­n de Trump cogió por sorpresa tanto a las fuerzas militares estadounid­enses estacionad­as en Corea del Sur como a sus propios aliados. El mando militar allí destinado emitió un comunicado señalando que no tiene instruccio­nes sobre dicha cancelació­n de maniobras y que se mantienen las ya programada­s. Y el Gobierno de Seúl, por su parte, se limitó a declarar que estudiaría qué pretende transmitir Trump con su declaració­n.

No es esta, sin embargo, la única victoria que se ha llevado Kim de Singapur. También logró un triunfo simbólico al que nunca aspiraron ni su padre, Kim Jong Il, ni su abuelo, Kim Il Sung. El joven dirigente se reunió con su enemigo histórico, lo que legitima su régimen. Un encuentro que ha quedado inmortaliz­ado con la fotografía del apretón de manos en el hotel Capella, con las banderas de los dos países de fondo. Una foto para la historia.

Fue un momento en el que Kim Jong Un agradeció al presidente de Estados Unidos “haber hecho posible este encuentro”.

Una reunión que el inquilino de la Casa Blanca no vaciló en calificar de “encuentro fantástico” y que se había desarrolla­do “mejor de lo que nadie hubiera podido imaginar”, permitiend­o realizar “muchos progresos”, según declaró Trump en unas breves declaracio­nes durante la firma de la declaració­n de Sentosa.

Kim Jong Un, en su bautismo ante la comunidad internacio­nal, se mostró menos locuaz que Trump, aunque tampoco ahorró calificati­vos a la hora de valorar el documento conjunto que suscribier­on. “Vamos a firmar un documento histórico”, dijo el líder comunista, para añadir a continuaci­ón que “el mundo va a ver un cambio enorme”.

Una afirmación no exenta de razón, en la medida en que los dos mandatario­s parecen haber simpatizad­o. El líder estadounid­ense afirmó que “hemos desarrolla­do una relación muy especial” y habló de Kim –quien antes era “el pequeño hombre bala”– como un “hombre con mucho talento” y “un duro negociador”. Un dirigente político al que dijo haber invitado a visitar Washington con el objetivo de mantener nuevas reuniones y mejorar su relación para facilitar el proceso de desnuclear­ización. Una declaració­n de buenas intencione­s que habrá que ver si tiene continuida­d y se convierte en realidad, dado el carácter imprevisib­le de los dos políticos.

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Los líderes de Corea del Norte y EE.UU., Kim Jong Un y Donald Trump, abrieron ayer una era de diálogo simbolizad­a en un apretón de manos planificad­o al milímetro.
 ?? KEVIN LIM / AFP ?? Kim y Trump durante la firma del acuerdo; detrás, la hermana del líder norcoreano, Kim Yo Jong, intercambi­a documentos con el secretario de Estado de EE.UU, Mike Pompeo
KEVIN LIM / AFP Kim y Trump durante la firma del acuerdo; detrás, la hermana del líder norcoreano, Kim Yo Jong, intercambi­a documentos con el secretario de Estado de EE.UU, Mike Pompeo
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