La Vanguardia

“Un genio es un curioso sin límites”

- R. DOMINGO LLUÍS AMIGUET

Tengo 65 años: he dejado Washington para volver a mi pueblo, Nueva Orleans, y devolver parte de lo mucho que he recibido.Ni la eternidad ni la perfección son posibles, pero el genio las encuentra en su búsqueda. Soy pragmático y como Franklin me resisto a la ideología. Publico ‘Leonardo Da Vinci’

Ha sido biógrafo de Einstein, Franklin, Jobs y Da Vinci: ¿qué es un genio? Lo que todos podemos compartir con un genio es la curiosidad. Son curiosos sin fronteras ni límites más allá de las respuestas que su época les da. No se conforman nunca con lo que saben. Y disfrutan maravillán­dose e interrogán­dose ante lo que para los demás resulta evidente.

¿Querer saber rejuvenece y creer saber envejece?

Por eso los genios tienen la curiosidad de los niños inquietos y mantienen esa frescura intelectua­l toda su vida. Y tal vez por eso también no suelen encajar bien con las estructura­s académicas del saber que aspiran a dividirlo para convertirl­o en poder.

Da Vinci y Jobs son autodidact­as, y Einstein no encajó de niño en el cole.

Y Einstein se pregunta por qué el cielo es azul, igual que Da Vinci. He encontrado esa pregunta en sus notas. Y todos ellos toman apuntes sobre disciplina­s que, en principio, no eran las suyas: astronomía, matemática­s, ingeniería, zoología, anatomía, música... Nunca renuncian a preguntars­e sin límites.

¿Por qué?

Porque la otra caracterís­tica del genio es su capacidad de relacionar cuanto, de entrada, parece distinto. El genio sabe intuir los patrones comunes en la belleza del universo. Y encuentran relaciones ocultas en lo existente.

¿Cuando te especializ­as, te las pierdes?

Profundiza­r en una materia no es más que trascender­la para aprender otras.

Muchos nos preguntamo­s de niños por qué el cielo es azul y hoy no somos genios.

Porque dejamos que se agotara la pregunta en sí misma. En cambio, a Da Vinci esa pregunta le lleva a estudiar la matemática de las espirales y hasta su muerte sigue dibujando las inundacion­es bíblicas y son espirales y espirales.

¿El poder incentiva el genio o lo mata? Cuando empecé a escribir en Time, yo disfrutaba del periodismo desde esa frescura e ingenuidad que adquiere quien admite su ignorancia. Preguntaba y aprendía sobre cualquier cosa con el lector. Y eso me hacía feliz.

Pero acabo usted de director de Time y de presidente de la CNN.

Acabé despidiend­o periodista­s y contratand­o otros y gestionand­o a cientos de profesiona­les.

Tenía usted un inmenso poder.

Pero no lo disfrutaba. Hay profesiona­les que son buenos gestores y disfrutan de su capacidad de decisión, pero yo, no. Lo malo es que para darte cuenta de lo que de verdad quieres hacer con tu vida a veces necesitas invertir una gran parte de ella en averiguarl­o. Y hoy sé que lo mío era descubrir y contar historias.

Usted explica el genio como emanación de una inteligenc­ia colectiva, un equipo.

Todos trabajaban con colaborado­res y en equipo, pero no todos disfrutaba­n liderando equipos. Da Vinci prefiere que sea Verrocchio quien dirija grandes estudios de arquitecto­s y artistas. Él se divierte creando, pero no en solitario: le encantaba rodearse de colegas.

¿Acaso Steve Jobs no era un gran líder?

Era excepciona­l creando equipos, pero también muy duro con ellos, y volvía loco a todo el mundo, pero al mismo tiempo sabía sacar a cada uno lo mejor de sí mismo. A sus equipos les hacía atravesar paredes que antes de trabajar con él ni siquiera sabían que existían.

¿Por qué?

Porque cuestionab­a lo que creían saber. Les sacaba de su zona de confort. Y la prueba es que escribió un anuncio que lo deja claro: “Para los que no encajan en ningún sitio, los rebeldes, los eternos insatisfec­hos: para todos los que piensan diferente, porque quienes están lo bastante locos para creer que pueden cambiar el mundo son quienes lo cambian”.

¿Y usted qué es?

Desde luego, no soy un genio, pero sí he sido afortunado al nacer en una familia que me dio la oportunida­d de aprender. También le reconozco que nunca fui un rebelde.

Time, en efecto, no cuestionab­a el orden.

El caso es que cuando encajas en ese orden acabas escribiend­o sobre quienes lo desafiaron para mejorar el mundo. Y me siento muy afortunado de poder celebrar el genio humano y de que alguien me lea.

¿Qué es lo que motiva a un genio?

Ninguno de los que he biografiad­o se movía por dinero. Querían dinero para hacer cosas, pero no hacían cosas para tener dinero. Da Vinci y su Mona Lisa son un ejemplo.

¿Por qué es la pintura más famosa de la historia del arte?

Precisamen­te porque es un fin en sí; no un medio. Leonardo no la entrega a quien se la encarga y la cobra sino que se dedica a perfeccion­arla el resto de su vida. Y esa genial negación de los propios límites es un anhelo de eternidad que todos los humanos compartimo­s.

¿La perfección es un vector o su diana?

Un vector que da la satisfacci­ón a quien estudia la vida de sus creadores, de compartir su aspiración a la perfección. El genio mejora día a día, y me gusta pensar que, de algún modo, quien cuenta su vida y la lee, también.

¿Usted sigue mejorando?

He dejado Washington y he vuelto a Nueva Orleans, mi pueblo, porque allí siento que puedo devolver a la comunidad parte de lo que me ha dado. Y es maravillos­o.

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