Diálogo de azulejos
Hace quince días estuve en Onda, en la Plana Baixa, y los amigos de allí, el escritor Vicent Pallarés, Vicente Campos y Toni El Jefe, me llevaron a visitar el Museo del Azulejo Manolo Safont. Es un museo muy bien montado. Safont fue un ceramista que evolucionó del costumbrismo al informalismo, aproximó la cerámica al arte contemporáneo y fue un personaje al que todos conocían, con un jersey rojo que no se quitaba nunca. No sabía que el azulejo, al que nosotros llamamos rajola de València, en Onda se llama taulell. No es muy buena idea lo de rajola de València, porque los principales centros productores están en Onda o Alcora, en Castellón. Taulell viene de las tablas y las piedras del horno que, desde Puigcerdà hasta Benidorm, se llaman taulells: de la madera que se utiliza para hornear viene el nombre de la baldosa. En el Vocabulari castellonenc (2015) de Germà Colón Domènech, que es un libro queridísimo, taulell no aparece, pero si taunell (en Sant Mateu, Maestrazgo), que quiere decir exactamente eso: tabla.
Me encantó la sección de azulejos de cocina de los siglos XVIII y XIX. Una olla colgado de unos garfios y uno hierros para ponerla sobre las brasas, una jarra que se ha volcado o una aceitera que está punto de caer, una cazuela con cuatro cochinillos, con el fuego a toda mancha. Y especialmente dos personajes grotescos. Ella, que tiene una cara que parece un Miró de 1820, estira el brazo, com si estuviera diciendo: ¡pasaaaa! Él, que va vestido como un sepulturero del Far West, lleva en la mano un objeto rectangular, parece el marco de un cuadro pero podría ser un rayador, porque, en el suelo hay dibujadas seis o siete zanahorias. Son dos dibujos alucinantes, tan naturales y llenos de vida que se me ocurre: ¿y si los hago hablar?
Por ejemplo: que se digan fragmentos de El virgo de Visenteta, el sainete de Josep Bernat i Baldoví (1845). Arranca él: “Recontrafotre qué feta/ que m’ha passat esta nit; /tenint la dona al llit,/ m’hagut de fer la punyeta!”. Queda bastante bien. Ya se sabe que para hablar de cosas sexuales los valencianos se refieren a frutas y verduras, que evocan, metafóricamente, tetas, chochos y pichas. Ahora entiendo lo de las zanahorias. Después pruebo con una de mis canciones favoritas de Els Pavesos. La manta al coll: “Les xicones de Xixona/ s’han comprat una romana/ per a pesar-se les mamelles/ dos voltes a la semana/ si vols que te la faça/ posat panxa cap amunt/ i voràs que polseguera que t’ix pel forat del cul.” Y el hombre contesta con el estribillo: “Arreando, xim pam pum!”. O aquella canción que Rigoberto Gisbert Martínez le cantó a una de las recolectoras del proyecto Cançoner popular valencià de la Universitat d’Alacant (CanPop.org), que puede querer decir cualquier cosa. “M’ha eixit una tomaquera en la punta del dit/la punta del dit, la punta del dit./ I a tu que t’ha entrat, i a mi que m’ha eixit, una tomaquera en la punta del dit.”. La de maravillas que nos estamos perdiendo con la perra esa de no querer construir el corredor mediterráneo. (Dedicado a los compañeros de À Punt, la nueva televisión valenciana).
‘Les xicones de Xixona s’han comprat una romana per a pesar-se les mamelles dos voltes a la semana’