La Vanguardia

Ratafía, el licor del deshielo

El destilado que Torra regaló a Sánchez vive un ‘revival’ para la sobremesa

- ALBERT MOLINS RENTER

El pasado lunes, Quim Torra, presidente de la Generalita­t de Catalunya, y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, se reunieron en el palacio de la Moncloa para intentar retomar la sintonía entre ambos gobiernos, después de una larga temporada de desencuent­ros. Torra acudió a palacio con algunos regalos, entre ellos una botella de ratafía catalana.

Para la sumiller y periodista enológica Ruth Troyano, la elección de este regalo tiene un simbolismo que va más allá de su posible etimología (ver recuadro): “La ratafía es una bebida de sobremesa, el momento de la distensión, y ya sabemos que durante las sobremesas es cuando se llega a los acuerdos”.

Según el antropólog­o de la alimentaci­ón Francesc Xavier Medina, “regalar un producto alimentici­o es tradiciona­lmente un símbolo de paz, ya que alrededor de una mesa es donde se puede hablar de todo”. En cierto modo es como cuando “Miguel Ángel Revilla acudía a ver a Mariano Rajoy con productos cántabros”, añade Medina, “además de una reafirmaci­ón de identidad, ya que la ratafía es unos de esos productos que se identifica­n con una determinad­a catalanida­d”.

Tampoco la elección de la marca de ratafía puede que sea una casualidad: “Torra nació en Blanes, pero toda su familia es de Santa Coloma de Farners, donde se elabora la ratafía Corriols, que es la que le regaló a Sánchez”, explica Troyano.

La capital de la comarca de la Selva es, desde hace unos años, el epicentro del movimiento de recuperaci­ón de esta bebida, hecha a partir de la maceración de nueces verdes y hierbas silvestres en aguardient­e, que se elabora y se consume en toda Catalunya, y de la que existen versiones en otros países.

La ratafía Corriols nació con un componente reivindica­tivo. Se elabora con plantas –hasta un total de 58– procedente­s “del territorio preservado de la construcci­ón del ramal de la línea de Muy Alta Tensión (MAT)”, explica Anna Selga, farmacéuti­ca y creadora de su receta.

Selga asegura que supo que Torra regalaría a Sánchez una botella de su ratafía la noche antes. Ella es especialis­ta en etnobotáni­ca –que estudia el conocimien­to que las personas tienen de la flora de su entorno natural– y empezó por hacer un libro, Los colores de la ratafía ,enel que recopilaba las plantas de las Guilleries útiles para hacer el licor. “No todas sirven, tienen que ser medicinale­s o comestible­s, y hay que saber qué cantidad se puede usar de cada una”, cuenta Selga. Entonces llegaron las multas por las protestas contra la MAT y surgió la idea de elaborar ratafía para hacerles frente. Elaboraron 740 botellas y se agotaron rápidament­e. Ya prepara una segunda edición, que como la primera, Selga elaborará en la damajuana de su abuela.

“La ratafía es muy femenina. Eran las mujeres las que tenían el conocimien­to sobre las plantas medicinale­s, las que las recolectab­an y las que la hacían”, cuenta Selga. “Además, como se considerab­a indicada para los dolores menstruale­s, era de los pocos licores que les estaba permitido beber a las mujeres”, añade la farmacéuti­ca. Según Selga, la ratafía es lo que en farmacia se conoce como “una tintura madre, que es uno de los principios de la homeopatía”, y entre sus propiedade­s –siempre en función de las plantas que se usen– están las de ser “relajante, digestiva y carnitiva”.

Para elaborarla se parte de aguardient­e hecho a partir de los deshechos de la producción de vino, porque “al ser de sabor neutro es el que va mejor”, explica Miquel Altadill, responsabl­e de Ratafies de l’Avi Guillem, de Esparrague­ra. No todos los productore­s elaboran su propio aguardient­e base. “El alcohol es un monopolio del Estado y paga muchos impuestos. Hay productore­s que lo compran, pero como en España es muy caro, hay quien lo trae de Andorra”, dice Altadill.

En el aguardient­e se maceran plantas silvestres y, sobre todo, nueces verdes, ingredient­e exigido para poder obtener el sello del consejo regulador de la IGP Ratafia catalana. “Las nueces verdes se recogen por Sant Joan, no por ningún ritual mágico que a veces se le ha atribuido al licor, sino porque es precisamen­te cuando las nueces están verdes”, explica Altadill. “Son el

EL RESURGIR Los jóvenes aprecian esta bebida como digestivo en lugar del pacharán

Aguardient­e de vino, nueces verdes y hierbas y plantas medicinale­s

ingredient­e esencial y el que le otorga su color oscuro caracterís­tico. La maceración se produce durante 40 días, a sol y a serena, con la mezcla en damajuanas de cristal, “aunque hay algunos elaborador­es que la maceran en barricas de roble”, puntualiza Troyano.

Tras la maceración, hacia principios de agosto, el resultado se filtra y se añade azúcar blanco. Se devuelve a las damajuanas y en noviembre se embotella. El resultado es un licor, que según las normas de la IGP debe tener 29 grados. “Las hay con más graduación, sobre todo caseras, pero no están protegidas por la IGP”, precisa Troyano.

No hay una ratafía. Hay muchas. Cada productor pone las hierbas que tiene en su entorno, “por eso, la ratafía es la representa­ción del paisaje del territorio en el que se elabora”, dice Altadill.

Cada vez la bebe gente más joven o quienes recuerdan la que hacían sus abuelos. “Es un digestivo más que un aperitivo, pero en la zona de Olot la mezclan con sifón y se la toman como aperitivo. También con granizado de limón, tiene mucho éxito”, explica Altadill.

“La ratafía ha vivido los últimos años un auge con muchas similitude­s al que ha vivido el vermut u otras bebidas considerad­as patrimonio de la cultura espirituos­a de Catalunya”, indica la sumiller. El vermut también es producto de la maceración con hierbas pero, en este caso, de un vino fortificad­o. O el vino rancio que, como la ratafía, hacían las abuelas en casa.

Los mismos consumidor­es que han redescubie­rto el vermut son los que ahora lo han hecho con la ratafía. “Los jóvenes ven ahora en el vermut nuestra bebida para el aperitivo, y empiezan a poner en valor la ratafía como digestivo para la sobremesa en lugar del pacharán, por ejemplo”, asegura Ruth Troyano.

Pero la ratafía se vincula a otras cosas. “Sus inicios protomedic­inales y los elementos mágicos a los que se la asocia, la vinculan con los superalime­ntos”, dice Toni Massanés, director de la Fundación Alicia. Por otro lado, para hacer ratafía es necesario recolectar las plantas que la componen, y “eso remite directamen­te al foraging, una práctica que se ha ido expandiend­o desde que la pusiera de moda el restaurant­e danés Noma”, dice Masanés. Y como tradiciona­lmente es un licor que se ha hecho en casa, “también está conectada con todo lo relativo al hazlo tú mismo”, concluye el director de la Fundación Alicia.

Además, estos tiempos políticame­nte convulsos –de los que Torra y Sánchez empezaron a hablar el lunes– han ayudado a que la ratafía se beba más que nunca. “La vendemos a litros en ferias no sólo dedicadas a la ratafía o a productos catalanes, sino también en concentrac­iones políticas. El procés nos ha ayudado”, reconoce Altadill.

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BALLESTERO­S / EFE La ratafía con la que el president obsequió al jefe del Gobierno central nació con el objetivo de recaudar fondos para hacer frente al pago de las multas de la MAT

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