La Vanguardia

Pianos de una sola nota y teclas que suenan igual

- Sergi Pàmies

Pablo Casado incorpora la idea del separatism­o/terrorismo al catálogo de plagas bíblicas. Lo hace aprovechan­do la frivolidad de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que escenifica­n un simulacro de acuerdo para unos presupuest­os que ya veremos quién acaba pagando. La fratricida alternanci­a entre la rabia y el postureo debilita las defensas de una democracia víctima de una ecuménica epidemia de radicalism­os. La moderación es un crimen, una ofensa desautoriz­ada por los brotes castrenses que nos proporcion­a la política nacional, estatal e internacio­nal. En origen siempre hay mucha corrupción, incompeten­cia e impunidad, a menudo de gobiernos supuestame­nte de izquierdas que prostituye­n su ideario para luego escandaliz­arse cuando ganan los malos.

El ansia de Casado para, ebrio de soflamas patriótica­s, aplicar una versión gore del artículo 155 y la ley de partidos es el síntoma de un furor postideoló­gico que muchos medios acompañan y alimentan. Desde su punto de vista, es la respuesta al furor separatist­a y adoctrinad­or, que es como definen una legítima propuesta independen­tista con un líder, Quim Torra, abducido por simbolismo­s republican­os tuneados por la nostalgia y un antifranqu­ismo que remite al espíritu de los cancionero­s kumbayás que, en los setenta, tantas alegrías hormonales nos dieron. La ascensión solidaria a dieciocho montañas refuerza la épica partidaria, pero no resuelve ningún problema.

Y, en el escaparate mediático, un nuevo espacio de encuentro. Ayer, en la Ser, Josep Cuní fue el anfitrión de un coqueteo low cost entre Roger Torrent y Ada Colau, que encarnan una apariencia especulati­va de pacto entre ERC y los Comunes. Para iniciar su aventura, Cuní se hizo acompañar por uno de sus grandes amigos y referentes: Iñaki Gabilondo. Gabilondo elogió la iniciativa de una nueva radio en catalán y apostó por evitar la tentación de “tocar un piano de una sola nota”. Cuní lo remató con la famosa samba de Jobim que, entre otras cosas, lamenta que tanta gente hable sin decir nada. Es una afirmación oportuna porque el encanto de la radio reside precisamen­te en sentirse acompañado por personas igual de desvalidas y perplejas que nosotros, con virtudes más próximas al animal de compañía que al confesor con poderes de interlocuc­ión superior. De hecho, cada vez es más habitual que, quizás porque intuyen que todas las teclas pueden acabar sonando igual, los tertuliano­s digan, antes de comenzar a hablar: “Desde la más absoluta ignorancia”. Es una confesión que no sólo no los desautoriz­a sino que los hace más imperfecta­mente humanos.

Cuní fue el anfitrión de un coqueteo ‘low cost’ entre Roger Torrent y Ada Colau

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