La Vanguardia

Evolución del séptimo arte

- Quim Monzó

Por si alguien todavía no se ha enterado, la película Bocadillo empieza con Ismael Prego –conocido en YouTube como Wismichu–, que va por la calle y entra en un bar. Tras la barra hay un actor, también youtuber, que hace de camarero. Wismichu pide un bocadillo vegetal. El camarero se gira hacia la cocina y grita: –¡Vegetal de atún!

–No, de atún, no. Quiero un bocadillo vegetal –le corrige Wismichu. El camarero vuelve a girarse hacia la cocina: –¡Vegetal de pollo!

–No, de pollo no. Un bocadillo vegetal...

–¡Vegetal de atún! –chilla el camarero a la cocina.

La escena, con diversas variantes, se repite una y otra vez durante una hora y cuarto. Que es incongruen­te que los bares llamen “vegetales” a los bocadillos que –además de un poco de lechuga iceberg y dos láminas de tomate sin gusto a tomate– incluyen atún o pollo es un hecho comprobado, viejo y sobado. Columnista­s y humoristas hemos hecho befa de eso desde hace un cuarto de siglo –cuándo empezó a evidenciar­se esa estupidez– y a los primeros que denunciaro­n la incongruen­cia se les podría dar una medalla. Pero, tantas décadas después, refreírla no tiene ningún mérito. Aunque aquí está precisamen­te la gracia de Bocadillo, porque Wismichu no la refríe y basta (habla de los falsos bocadillos vegetales como podría hablar de cualquier otra cosa) sino que la utiliza para elevar la anécdota a un nivel superior: el de crear una película que se ha convertido en el pequeño escándalo de este Festival de Cine de Sitges, en el que se ha estrenado fuera de competició­n. Al principio de la proyección los espectador­es reían pero a medida que pasaban los minutos se fueron cabreando. Algunos pidieron que les devolviera­n el dinero de la entrada. El subdirecto­r del festival dice que, si en el futuro hay otras colaboraci­ones de youtubers, antes querría saber de qué va lo que presentan: “Lo que sí me gustaría, cuando alguien nos presente algo, es saber si es una película o no”. Como si Bocadillo no lo fuera.

¡Y tanto que lo es! Te puede gustar o no, puedes creer que es una chorrada y que te han tomado el pelo, pero que es una película queda clarísimo. A mí me han venido a la cabeza dos de Andy Warhol: Sleep (de 1963, cinco horas y veinte minutos con un plano fijo de un señor durmiendo) y Empire (de 1964, ocho horas y cinco minutos con otro plano fijo, esta vez del Empire State Building). Y también una de hace dos años, del director y productor británico Charlie Lyne. Se llama Paint drying y son diez horas y siete minutos de una pared: desde el instante en el que la acaban de pintar hasta que se seca por completo. Charlie Lyne, que está en contra de la censura del Consejo Británico de Clasificac­ión de Películas, la rodó para obligarlos a pasarse diez horas mirándola, antes de decidir si la vetaban a los menores de dieciocho años, a los menores de doce o a los menores de doce si no iban acompañado­s de sus padres. Finalmente decidieron que era apta para todos los públicos.

Desde hace décadas se ha hecho mofa de los bocadillos que, de vegetales, sólo tienen el nombre

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