La ignorancia pluralista
La pregunta sobre las razones de la obediencia al poder tiene una larga tradición. En general, se acepta que nadie puede dominar si no cuenta con un apoyo voluntario. Este apoyo puede ser el de la opinión favorable de los ciudadanos o, para poner un caso extremo y tópico, el de guardias pretorianas como las que servían a los emperadores romanos. En cualquier caso, como señaló Etienne de La Boétie en El discurso sobre la servitud voluntaria (1548), ni siquiera las tiranías dependen exclusivamente de la fuerza que puede aportar un grupo de militares incondicionales. Según el amigo de Montaigne, no acostumbran a ser las armas las que sostienen el tirano, sino la complicidad entre este y los cinco o seis confidentes con quienes comparte los placeres y los botines, unos confidentes que, a su vez, y también por medio del interés, dominan a seiscientos individuos más, que dominan a otros seis mil y así sucesivamente, tejiendo la gran red de aquellos para los cuales la tiranía resulta más provechosa que la libertad. Esta red de intereses reales o aparentes de la que habla La Boétie ejemplifica, como el caso del poder que se apoya en la opinión pública o el caso extremo de las guardias pretorianas, el principio general según el cual no se puede ejercer el poder sin un apoyo voluntario externo. La Boétie no menciona ninguna excepción a este principio. Pero Karl Polanyi sí que lo hizo en Personal Knowledge (1958), donde describe
Según Karl Polanyi, todo el mundo detestaba a Stalin, pero cada uno temía que de no obedecerlo sería castigado
lo que, a su entender, pasaba en la Unión Soviética en los últimos años del gobierno de Stalin. Según Polanyi, todo el mundo detestaba al dictador. Pero este gobernaba sin el apoyo voluntario de nadie.
Como ya señaló Barry Barnes, la cuestión de si la descripción que Polanyi hace de los últimos años del régimen de Stalin se corresponde con los hechos es irrelevante. Lo que interesa es la hipótesis que lo acompaña y por medio de la cual explica que Stalin pudiera mantener el poder en tales condiciones. Esta hipótesis dice que es posible que un grupo de individuos obedezca a una persona que ejerce el poder sin que ninguno le dé un apoyo voluntario si cada uno supone y teme que, en caso de no hacerlo, como de hecho todos querrían, los otros castigarían su desobediencia cumpliendo las órdenes del superior. La literatura relaciona esta explicación con lo que los psicólogos sociales denominan “ignorancia pluralista”, un concepto que se usa para describir los procesos en que los sujetos creen erróneamente que tienen percepciones o creencias diferentes de las del grupo al que pertenecen y ocultan, por miedo a las consecuencias de la disidencia, su posición. Como pasaba en el entorno de Stalin, donde todos los que detestaban en su fuero interno al dictador, expresaban unánimes tanto en público como en privado su sentimiento de lealtad hacia él. El cuento El vestido nuevo del emperador de Hans Christian Andersen, en que se admira un vestido que no existe, fabula un caso de ignorancia pluralista. Pero no hace falta leer cuentos de hadas para encontrarse con poderes que pasean vanidosos su desnudez gracias a este peculiar mecanismo psicológico.