La Vanguardia

El tiempo de precarieda­d laboral entre los 30 y 39 años se ha duplicado

La brecha de género crece entre los peores empleos, según la UAB

- EDUARDO MAGALLÓN

Yo he visto nacer a las ETT (empresas de trabajo temporal) y creo que ahora la situación se ha precarizad­o aún más”. El que lo cuenta es Javi Morata que cumple 40 años en el mes de diciembre y que ha vuelto estos días a redactar currículum­s para buscar un nuevo empleo. En las solicitude­s de trabajo que va echando por las empresas aparecen hasta 10 ocupacione­s distintas desde empleado de supermerca­do a operario de almacén o repartidor a domicilio en moto entre los 30 y los 39 años.

Morata es un ejemplo de lo que describe el informe del Centre d’Estudis Demogràfic­s de la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB): en las últimas tres décadas los años que una persona pasa en situación de precarieda­d se ha multiplica­do por dos en la franja de edad que va de los 30 a los 39. Mientras las mujeres nacidas en 1957 pasaron 1,4 años en situación de precarieda­d entre los 30 y los 39 años, aquellas nacidas en 1978 sufrieron 3,5 años esa situación. En el colectivo de hombres, las cifras muestran que los años de precarieda­d pasaron de 0,8 a 2,1.

Ese empeoramie­nto de la situación laboral puede marcar a esos colectivos para toda la vida ya que modifica no sólo su futuro profesiona­l sino también el personal y familiar ya que, por ejemplo, puede retrasar la maternidad o la paternidad. “En función de los que haces entre los 30 y los 40 determina en buena media lo que harás en los 40 y en los 50”, explica Mariona Lozano, coautora del informe con Elisenda Renteria.

Frantisek Molitoris tiene 48 años y ahora trabaja en un pizzeria. Tiene un contrato a tiempo parcial más horas extras. Ha tenido multitud de empleos. Y aunque ha tenido algunos trabajos mejores que otros, Molitoris explica que es muy difícil sin estabilida­d laboral construir una familia.

Las autoras del estudio de

la UAB han elaborado la definición de precario basándose en tres parámetros: trabajador­es con un contrato temporal, que tengan jornada reducida no voluntaria y que busquen un empleo mejor al estar insatisfec­hos con el actual.

En el informe se ha tomado la década de los 30 porque la anterior –la de los 20– está afectada por la finalizaci­ón de los estudios. Es el caso de Mary Cañarte que tiene 22 años. Desde los 18 ha buscado trabajo para compatibil­izarlo con los estudios universita­rios. Ha trabajado de camarera en Londres, haciendo prácticas no remunerada­s, en un Decathlon a 7 euros la hora, en una tienda de ropa haciendo promocione­s o en actividade­s del sector tu- rísticos. Al final ha optado por volver a estudiar. Esta vez un máster. Adrián (que prefiere no revelar su apellido) está a punto de cumplir los 30 y trabaja media jornada en una tienda. Tiene un buen sueldo pero es a media jornada. En el pasado tuvo un contrato de obra y servicios durante 4 años que recuerda como el más precario de todos por las durísimas condicione­s que significab­a trabajar de teleoperad­or.

Adrián está a punto de entrar en la década de los 30 que es la edad en la que se va acercando el momento de la plenitud profesiona­l. Lozano matiza que en el informe elaborado “no se analiza el tema de pérdida de capital humano porque no se pueda saber ya que sólo nos hemos centrado en la contrataci­ón y en el tipo de contrato”. Podría darse el caso de una persona de esa franja de edad que estuviera en situación precaria desde el punto de vista contractua­l pero desarrolla­ndo actividade­s de investigac­ión, por ejemplo.

Las autoras del informe destacan que al prolongars­e la incertidum­bre económica de ese colectivo “dificulta la entrada llena a la vida adulta y pospone su emancipaci­ón, la consecució­n de la independen­cia económica, la formación de parejas estables, el matrimonio y el nacimiento de los hijos”. La consecuenc­ia que genera esa situación en la sociedad es “un despilfarr­o de recursos que un país como España, con un progresivo envejecimi­ento, no se puede permitir, ni en términos de cotizacion­es ni en términos de fecundidad frustrada, o de riesgo social”.

Oriol Alfambra que ha aparecido en los últimos meses en los medios de comunicaci­ón como uno de los impulsores de la cooperativ­a Mensaka que aspira a ser una alternativ­a a las empresas de reparto Deliveroo o Just Eat ha decidido conseguir crear empleos con sueldos justos. Trabaja a media jornada en la cooperativ­a y recuerda como

“tenía mejores condicione­s cuando tenía 20 años: los contratos y los sueldos eran mejores”.

En el estudio de la UAB se constata que la crisis vivida a partir del 2007 ha empeorado la situación de precarieda­d en el mercado laboral. “Mientras la desocupaci­ón fluctúa con la coyuntura, la precarieda­d es un aspecto mucho más estructura­l, que no ha parado de aumentar de generación en generación independie­ntemente del contexto”, se detalla en el informe.

Irene Ortiz, responsabl­e de la sección de jóvenes de Comisiones Obreras de Catalunya, reflexiona que “la precarieda­d ya no es sólo patrimonio de los jóvenes sino que la gente que ha sido expulsada del mercado de trabajo o lo ha abandonado por decisión propia, cuando regresa lo hace en las condicione­s de precarieda­d en las que se encuentran los jóvenes”.

En ese colectivo que describe Ortiz tienen una presencia muy destacadas las mujeres. El paro actualment­e en España está en el 15,3% pero en el caso de las mujeres se eleva al 17,1%, cerca de cuatro puntos por encima de la tasa que sufren los hombres (13,7%).

Las mujeres además de sufrir más el paro, también tienen un empleo de menor calidad como revela el estudio de la UAB. “La maternidad es el quid de la cuestión en el caso de la mujeres: los hijos nacen en esa franja de edad estudiada de 30 a 39 años o son muy pequeños. Por eso muchas mujeres abandonan el mercado de trabajo”, dice Mariona Lozano. Y es cuando vuelven a buscar trabajo cuando acaban encontrand­o peores empleos, como ha comprobado CC.OO.

En el informe se constata también como ha crecido la brecha de precarieda­d entre hombres y mujeres. Así mientras entre los nacidos en 1957 las mujeres sufrían 0,6 años más de precarieda­d, en el colectivo de nacidos en el 1987 la brecha es de 1,4.

Las autoras del estudio finalizan el informe pidiendo mejoras en la ocupación especialme­nte en las mujeres. Sostienen que esa es la mejor manera de proteger el Estado del bienestar.

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