Partido bisagra

Aquí somos más de utilizar “punto de inflexión”, pero de tanta usar esta expresión esperanzadora empieza a perder fuerza. Por eso compro la versión argentina del “partido bisagra” que usó Mascherano tras el naufragio identitario de Anoeta.

Tiene algo de simbólico que conecta con la necesidad de abrir una puerta para entrar en algún lugar más confortable. Ese lugar, en el caso del Barça, debe ser un espacio donde se ganan partidos a través de los conceptos futbolísticos que han convertido a este equipo en una marca global y admirada en todo el mundo. A saber: control, posesión, posición y presión. Los goles, como siempre, ya los pondrá el Tridente.

Para reforzar la teoría de la bisagra, más allá de la urgencia y de la rivalidad propia de un clásico, no hay nadie mejor que Iniesta, el hombre que tiene la llave de esa puerta que muestra al Barça reconocible a través del dominio del mediocampo. No hay camino más corto para ganar que volver a ser fiel a la idea original. El manchego la lleva inscrita en las botas y es una evidencia que es la pieza que le ha faltado al Barça en los últimos partidos para marcar el ritmo ganador. Iniesta está para jugar y sabe que su presencia suma porque es un puente con criterio entre la salida del balón y los finalizadores. Dada la necesidad, no dudaría si fuera Luis Enrique: titular hasta que el cuerpo aguante. En un Clásico, con el Real Madrid oliendo sangre, los triunfos no pueden guardarse en el banquillo. En una tarde de gala, el fondo de armario debe hacer de fondo de armario, no de uniforme principal.

Para convertir la decepción de Anoeta en un auténtico partido bisagra hay dos vías: la del juego y la del marcador. Una te lleva a la otra, aunque veces no haga falta. Si mañana confluyen las dos, bingo. Si hay que elegir: resultado. Resignado ya -6 lo digo. Tiempo habrá de volver al redil. Con Iniesta siempre será más fácil.