Europa azota a la Real

Cuesta mucho trabajo disputar encuentros tan exigentes y hermosos como el del jueves como para acometerlo sin la convicción de ganarlo, sin concederle la importancia que merece. Con su alineación, sus cinco cambios y, sobre todo, sentando a sus tres jugadores más diferenciales ahora -Illarra, Willian José y Oyarzabal-, el entrenador lanzó un mensaje, quizá involuntario, a sus futbolistas y, por extensión, a todos. Y sí, es probable que los errores tan desproporcionados que cometieron Pardo y Rulli se debieran al azar, porque tocaba en ese partido y todo el mundo la pifia alguna vez. Pero, quizá, en parte sea producto de que el equipo no salió con la tensión, la concentración y el vigor que hacían falta para ganar a un equipazo que está ‘on fire’ y que no reservó a nadie como el Zenit. No ayudó haber llegado la víspera y sin apenas tiempo para entrenar. Ni esa alineación sin el jefe en el campo, Illarra, que no animó a los jugadores a salir con los ojos inyectados en sangre en busca de la hazaña de ganar al Zenit. La mejor noticia es que, a pesar de los fallos impropios que costaron tres goles, a pesar de ese ‘once’ tan poco habitual y del poder devastador de la delantera rusa, la Real no fue inferior en términos de juego. Claro que el partido quedó mediatizado por el 1-0 en el 5’ y el 2-0’ en el 23’, pero antes del tanto del 2-1 hubo un momento de monólogo realista que prometía. Lo peor es que a la Real le cuesta competir cuando sale a Europa. El Zenit jugó con una fuerza y una determinación que en el equipo donostiarra ni se intuyó. El olor a sangre de los rusos. La eterna búsqueda de la belleza realista. Ni una mala falta. Rivales que controlan de espaldas y les dejan cinco metros.Y con cada embestida, cornada. Competir. Ese reto