Una muestra de riqueza rodeada de enigmas
Todavía hoy se discute sobre cuál es la interpretación más acertada de El matrimonio Arnolfini, del flamenco Van Eyck, pero de lo que no cabe discusión alguna es de la trascendencia de este lienzo en la historia del arte. Incluso se dice que llegó a inspi
Fue en el año 1434 cuando el maestro Van Eyck (1390-1441) realizó este famoso retrato, El matrimonio Arnolfini, un cuadro tan cargado de enigmas como de belleza. Se sabe que la pareja retratada pertenecía a una poderosa familia de comerciantes italianos de la ciudad toscana de Lucca, los Arnolfini; la colonia de luqueses era muy importante en Flandes, como las de otros italianos. Los Arnolfini de esta época que pudieran haber contraído matrimonio eran dos hermanos, Giovanni y Michele. Se suele aceptar que el marido del cuadro es Giovanni, casado con Giovanna Cenami. Sin embargo, el gesto del marido al tomar la mano de su esposa contradice esa teoría: dicho gesto implica superioridad social sobre una mujer que, de ser Giovanna, era de clase superior a la de su esposo. Por esa razón, algunos investigadores creen que se trata de Michele, que desposó a una tal Elizabeth de familia desconocida, por lo que su gesto sería el de protegerla e introducirla en un nivel social superior al de su cuna.
MISTERIOS Y CURIOSIDADES
Otro enigma nos lo proporciona la inscripción que puede verse en la pared del fondo, en bellísimos caracteres góticos entrelazados. El texto no dice que el artista flamenco pintara el cuadro, sino “Jan van Eyck estuvo aquí”. Es una extraña declaración, que se explica si pensamos que Van Eyck era amigo de los Arnolfini y que probablemente actuara de padrino o testigo de la boda. A esta solución apunta también el espejo de la pared, que refleja a dos asistentes al enlace, uno de los cuales parece un pintor (el que está vestido de azul). La minuciosidad de Van Eyck permite identificar no solo las figuras reflejadas, sino también los adornos del marco del espejo: son diez escenas con la pasión y muerte de Jesucristo.
Otros elementos simbólicos que han llenado de conjeturas el cuadro aparecen como simples objetos dispersos por la habitación: el perro a los pies de los esposos podría indicar fidelidad conyugal, la lámpara con una sola vela encendida simbolizaría el matrimonio, como también la talla de Santa Margarita en el cabezal de la cama, y las naranjas que hay sobre el alféizar y el mueble, iluminadas por el sol, serían indicadoras de fertilidad y de riqueza, ya que esta fruta se importaba del sur y resultaba muy cara en la época. Y así un largo etcétera. Casi todos los elementos que aparecen, según estas interpretaciones, aportarían un significado especial a la escena retratada, pero Van Eyck los pinta como accesorios colocados de forma casual y esparcidos por la estancia. Respecto a la esposa, se la retrata con la curiosa apariencia de la época: las damas se rapaban la frente y se dejaban a los lados del pelo una especie de cuernos, que cubrían con una toca, mientras que el vestido de moda provocaba una deformación en la anatomía de la mujer que hizo pensar que la desposada estaba embarazada. Casi todas las damas retratadas por Van Eyck visten así, tanto sus Vírgenes como su propia esposa.