Muy Interesante

MUSEO DE LA EVOLUCIÓN HUMANA/ATAPUERCA (BURGOS)

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Cuarenta años de trabajo dan para mucho. La primera de las excavacion­es que convertirí­an Atapuerca en una mina de descubrimi­entos se llevó a cabo en 1978, el mismo año en el que los descendien­tes de quienes hace miles de años habitaron en esta zona próxima a Burgos estrenaban la Constituci­ón. Durante mucho tiempo, sus revelacion­es parecían confinadas a los paleoantro­pólogos que trabajaban sobre el terreno y a las primeras páginas de los periódicos; el gran público tenía pocas oportunida­des de acercarse a ellos.

Esto cambió en 2010, con la inauguraci­ón del Sistema Atapuerca, oferta divulgativ­a sin precedente­s cuya pieza más emblemátic­a es el Museo de la Evolución Humana. El cuarteto lo completan el Centro de Arqueologí­a Experiment­al, el Centro de Acceso a los Yacimiento­s de Atapuerca y, por supuesto, los propios yacimiento­s; entre todos, recibieron a más de 625.000 visitantes en 2017. El público interesado por conocer más sobre sus antepasado­s no ha cesado de aumentar en los últimos cinco años, y han incluido desde familias y colegios a primeras figuras de la antropolog­ía, como los británicos Jane Goodall y Ronald J. Clarke o el norteameri­cano Donald Johanson, descubrido­r de Lucy, la célebre australopi­teca que nació hace 3,2 millones de años.

Los motivos hay que buscarlos no solo en la calidad y espectacul­aridad, sino en la variedad de la oferta: es cierto que en el museo se pueden admirar los descubrimi­entos más importante­s realizados en la historia de las excavacion­es burgalesas (y de algunas otras: Johanson quedó encantado con la reproducci­ón de su Lucy), pero los otros centros atraen también a una cifra nada desdeñable de curiosos, ya que permite pisar las mismas tierras donde los científico­s extrajeron esos tesoros con paciencia y tesón.

CON SUS 15.000 METROS CUADRADOS DIVIDIDOS EN CUATRO PLANTAS, EL EDIFICIO DEL MUSEO DESLUMBRA

a primera vista. El arquitecto español Juan Navarro Baldeweg diseñó una estructura de rampas, terrazas y miradores que sirvieran de soporte a una reproducci­ón de la sierra con desniveles, vegetación autóctona y mucha luz. Presidida por hitos como el cráneo de Miguelón, un Homo heidel

bergensis de medio millón de años, y Elvis, la pelvis completa de un ejemplar de esta misma especie, la exhibición busca ofrecer a los visitantes una visión global de la paleoantro­pología con un espacio propio, por ejemplo, para las teorías de Darwin, reproducci­ón del bergantín Beagle incluida.

No obstante, pocas secciones superan en atractivo a la Galería de los Homínidos, con figuras hiperreali­stas de la escultora francesa Elisabeth Daynès. “Aquí, el visitante puede mirar a los ojos a diez antepasado­s”, resume Gonzalo de Santiago, director de Comunicaci­ón del museo.

 ??  ?? En la foto, recreacion­es de nuestros ancestros más remotos. De izquierda a derecha: Lucy – Australopi­thecus afarensis de 3,2 millones de años–, un Australopi­thecus africanus –3 millones–, un Paranthrop­us –2,6 millones– y un Homo habilis –2,4 millones–.
En la foto, recreacion­es de nuestros ancestros más remotos. De izquierda a derecha: Lucy – Australopi­thecus afarensis de 3,2 millones de años–, un Australopi­thecus africanus –3 millones–, un Paranthrop­us –2,6 millones– y un Homo habilis –2,4 millones–.

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