Así funciona la EMT
La energía eléctrica pasa a través de una bobina de estimulación para crear un campo magnético potente. El dispositivo con esta bobina se suspende sobre la cabeza del paciente, con lo que la energía magnética pasa con facilidad a través del cuero cabelludo y del cráneo. Esta estimulación magnética produce una corriente eléctrica que provoca la activación de ciertas partes del encéfalo, con un aumento o disminución de la excitabilidad neuronal, según el efecto que se desee conseguir.
Para personalizar la cantidad de energía que cada paciente necesita, en la primera sesión el médico aplica pulsos breves, hasta determinar el umbral motor del paciente –pulso que logra que su dedo pulgar presente una ligera contracción–, indicador de que esa es la intensidad adecuada para su tratamiento. Por otra parte, “esta terapia es más eficaz si se afina el punto exacto donde colocar las bobinas”, apunta la doctora LópezIbor, en cuya clínica empiezan por el tratamiento farmacológico y, si no funciona, recurren a la EMT.
Para mejorar la precisión, se usa un sistema de navegación manual como los empleados en neurocirugía, que, mediante técnicas de neuroimagen, evalúa en tiempo real el efecto que la corriente está produciendo en los sesos “y va buscando el punto más adecuado”, explica la doctora.
Otro método es usar un casco, que de forma automática y predeterminada actúa sobre la zona deseada. Los impulsos magnéticos pueden ser únicos o repetitivos (EMTr). Esta segunda opción es la más empleada y la que mejor ha demostrado su eficacia en trastornos psiquiátricos. “Se trata de aplicar varias series de 10 a 12 minutos, espaciadas por pequeños descansos, en una sesión de 40 minutos”, nos cuenta la doctora López-Ibor. El imán se apaga y se enciende con rapidez, lo que crea un efecto parecido a un suave golpeteo en la cabeza.