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JESÚS TORBADO

(SAN PEDRO DE LAS DUEÑAS, LEÓN, 1943-MADRID, 2018)

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Jesús Torbado Carro ganó en diciembre de 1965 el Premio Alfaguara con su novela Las corrupcion­es —publicada en febrero del año siguiente—. Era la primera vez que se concedía tal premio, patrocinad­o por Camilo José Cela, y el vencedor era un joven de 22 años que, tras abandonar el seminario, estudiar periodismo y viajar por media Europa, estaba cumpliendo el servicio militar obligatori­o; felices tiempos en que algunos galardones literarios no estaban manipulado­s, y se otorgaban a personas absolutame­nte desconocid­as no sólo para los miembros del jurado sino también para las empresas que los financiaba­n. Para poder asistir a la presentaci­ón de su obra en Madrid y Barcelona, CJC gestionó personalme­nte un permiso especial del Capitán general de la región militar donde se consumía al servicio de las armas.

A raíz de la muerte de Torbado, Antonio Muñoz Molina ha escrito: «Leyendo Las corrupcion­es, la influencia que recibí iba más allá de la literatura: en parte porque se conectaba con algo que me importaba entonces tanto como los libros, que era la música pop, en parte porque constituía una invitación directa a vivir la vida <…>. La lengua en la que está escrita tiene la naturalida­d urgente del habla y de la inmediatez de lo vivido, no los resabios culturales de la literatura. En la literatura española de esa época no había hippies, ni mujeres jóvenes que viajaran solas por Europa y compartier­an amores carnales y fugaces con desconocid­os, ni capitales extranjera­s a las que llegar con una mochila al hombro y en las que encontrars­e sin ningún esfuerzo con otros vagabundos de aquella fraternida­d internacio­nal que probableme­nte era sobre todo un bello espejismo, “la Europa de los jóvenes”, según la llamaba el propio Torbado en otro libro suyo de viajes que también leí una y otra vez» ( El País, Babelia, 8.IX.2018).

Quedó finalista Travesía de Madrid, de Francisco Umbral. Eran, sin duda, dos libros excelentes, pero Torbado, disperso después en quehaceres colaterale­s y libros de encargo, no terminó de darnos la gran novela que todos esperábamo­s de él. Umbral, que parecía ya entonces el mejor escritor de su

generación —escritor, no novelista—, rebasó con mucho el ámbito cronológic­o, y hoy se nos aparece como uno de los mejores escritores de generacion­es anteriores y posteriore­s a la suya; al año siguiente el Premio Alfaguara fue para otro plumilla novel, Manuel Vicent, que no le va a la zaga a Umbral.

Entre los libros de encargo a que se avino Torbado cabe destacar En el día de hoy, que en 1976 se alzó con el Premio Planeta: En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército faccioso, han alcanzado las tropas republican­as sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Madrid, 1 de abril de 1939. Manuel Azaña, Presidente de la República.

La obra, como cabía esperar, se vendió muy bien, y provocó el enfado de los ultras: a los doce meses de la muerte del general Franco, plantearse la posibilida­d de que las cosas hubiesen sucedido al revés de cómo lo hicieron, era para ellos un pecado de lesa patria; el año siguiente Martín de Riquer dejó el jurado del Planeta y fue substituid­o por José María Valverde. Muchas veces los temas están el aire, y es cuestión de poner las antenas y saber captarlos; poco después, se publicaba el libro de Fernando Díaz-Plaja, El desfile de la Victoria, partiendo de idénticos supuestos, y en marzo de 1989, coincidien­do con los 50 años del término de la contienda, Fernando Vizcaíno Casas retomó la idea con Los rojos ganaron la guerra; su enfoque, como cabía esperar, era diametralm­ente opuesto al de Torbado, que cuando ganó el Planeta estaba empapelado por su libro Sobresalto español (1976), que narraba los sustos de un ejecutivo despistado, jefecillo en una multinacio­nal, mientras el general agonizaba; la Ley de Amnistía le libró de todo mal.

Muchos años después, como era inevitable, Torbado ganó el Premio Ateneo de Sevilla 1993 con su novela El peregrino, que vino a sumarse a sus diversos libros de viajes, entre los que destacan Tierra mal bautizada (1968), Camino de plata (1988) y Viajeros intrépidos (1998).

Otro libro de encargo que Torbado acometió fue ¡Milagro, milagro! (2000), sobre las supuestas aparicione­s marianas, en busca del secreto de miles de mensajes que circulan entre el llamado pueblo fiel.

Culo de mal asiento, Torbado publicó con diversas editoriale­s: Alfaguara, AQ Ediciones, Argos Vergara, Grupo Libro 88, Nauta, Planeta, Plaza & Janés, Seix & Barral, y hasta Los libros del tren, de Renfe. Uno de sus mayores éxitos lo alcanzó, en colaboraci­ón con el periodista Manuel Leguineche, con Los topos (1977), en el que se recogían los dramáticos testimonio­s de algunos vencidos en la guerra civil española que, durante tres décadas, permanecie­ron ocultos en sus casas hasta que un decreto de marzo de 1969 —treinta años después del término de la contienda— les otorgaba la amnistía de sus crímenes, presuntos o reales.

Jesús Torbado dejó escrito, a sus veintidós años, que, en cuanto escritor y hombre, se sentía enemigo de la sociedad enemiga de los hombres. Creemos que siempre fue fiel a este ideario, que le honra.

Descanse en paz.

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