Somos todoterreno.
Algunos piensan de ellas que sus días tienen como mínimo 36 horas. Otros, que son capaces de desdoblarse en dos personas. Esa es la única explicación posible para que puedan dar un biberón mientras atienden el teléfono, a la vez que escuchan cómo le ha id
La organización, la paciencia y, sobre todo, el ingenio para sacar tiempo de debajo de las piedras son la base de su día a día. Sin embargo, cada cual tiene su fórmula, que aplica según sus circunstancias personales. ¿Cómo lo hacen? Cuatro «super madres» con estilo propio, cuentan su experiencia.
Medias jornadas compartidas
Todas las mañanas Paloma, madre de una niña de un año, sale a trabajar y, antes de llegar a la oficina, hace una parada obligada: la casa de su amiga Gema. Allí deja a su hija en buenas manos y en compañía de otro compañero de juegos, el hijo de Gema. A las tres de la tarde la situación se repite, pero a la inversa: es Gema quien sale a trabajar fuera de casa y deja a su hijo al cuidado de Paloma, quien se encargará de atender a los dos pequeños hasta las nueve, cuando su amiga sale del trabajo y pasa a recoger a Germán.
Esta fórmula, que las dos acordaron hace seis meses, cuando terminaba su baja por maternidad, es la que a ellas les funciona mejor. «Quería que mi hijo estuviera bien atendido mientras yo trabajo y si además podía tener con quién jugar, mucho mejor. Y económicamente es un desahogo no tener que pagar una guardería o una niñera. Aunque para mí, más importante que eso es que confío mucho en Paloma y sé que con ella va a estar muy bien», explica Gema.
En cuanto a cómo dieron con su fórmula «mágica», aseguran que llegó sin pensar. «Las dos habíamos hablado de que en breve volveríamos al trabajo y quedamos para ver escuelas infantiles juntas. Cuando comentamos que íbamos a reducir nuestras jornadas lo vimos muy claro: no había necesidad de buscar una guardería si nos organizábamos bien. Por supuesto que es más cansado, pero tam-
bién te da más seguridad. No es lo mismo atender a dos niños que a diez, como en una guardería, y además, al tener confianza, puedo llamar a casa de Gema cuando me apetece para ver cómo va la mañana», cuenta Paloma.
Cambio de hábitos: la oficina, el salón de casa
Sin embargo, no todas las madres cuentan con la posibilidad de coordinar sus jornadas con otra persona para atender a sus hijos. Es el caso de Teresa, madre de dos niños de seis meses y año y medio. Ella optó por otra solución. «Cuando volví al trabajo después
de tener mi primer hijo decidí dejarlo con mi madre, que estaba con él todo el día, las ocho horas laborales. Pero después, al quedarme embarazada del segundo, me parecía un exceso que ella cuidara de los dos. Además, me daba la impresión de que me estaba perdiendo muchas cosas. Cuando llegaba a casa solo me daba tiempo a dar de cenar a mi hijo mayor y acostarlo, no estaba presente en ninguno de sus avances, que empezaban a ser muchos».
El problema es que no podía dejar de trabajar, por lo que planteó una solución a su jefe: hacer su trabajo, de diseñadora gráfica, desde casa. «Al principio estuve un mes a prueba, y lo cierto es que tardé en organizarme porque no es lo mismo trabajar en un ambiente laboral que crearlo tú en tu propia casa sin desatender a los niños. Pero poco a poco busqué los huecos en los que podía concentrarme, cuando ellos dormían, y acordé con mi marido que él se ocuparía de ellos en cuanto regresara a casa para que yo pudiera sacar mi trabajo adelante. Es duro, y cansado, pero lo que disfruto ahora de ellos compensa cualquier esfuerzo», explica Teresa.
De empleada soltera a mamá empresaria
El teletrabajo –una opción para quien sepa organizarse desde casa– es también la fórmula que buscó Elena, madre de tres hijos, para retomar una carrera profesional que había dejado aparcada cuando nació su primer hijo. La razón para su vuelta al mercado laboral es que creía que cuanto más tardara en incorporarse más le costaría adaptarse al mercado. «El problema es que, después de cinco años, no sabía por dónde empezar. Tenía claro que lo que hiciera quería que fuera desde casa, pero sabía que buscar un trabajo en esas condiciones no me resultaría fácil, así que decidí montar mi propia empresa».
Su licenciatura en Económicas le dio la ventaja de no tener que contratar a nadie para llevar la contabilidad de la empresa, así que lo siguiente fue pensar en un campo donde pudiera ofrecer un servicio que conociera bien. «Antes trabajaba en el departamento de contabilidad de una empresa que llevaba varios gimnasios, y eso es lo que me dio la idea: monté una empresa de entrenadores personales a domicilio, a la que luego sumé otros servicios. Ahora tengo una página web desde la que se pueden contratar profesores de tenis para clases particulares, socorristas y entrenadores personales. Con un teléfono y un ordenador puedo organizarme bien desde casa, mientras me ocupo de mis hijos», cuenta.