Trail Run

Desert Run

La Desert Run es,como su nombre indica, una Carrera en el desierto, si, pero es mucho mas: un reto deportivo, un descubrimi­ento de otros horizantes, culturas y gentes, una Aventura para vivir en familia, con colegas o solo/a, ilos amigos los haces alli!

- POR ELENA MORO FOTOS: JORDI ANGUERA

Una melodía tecnoárabe suena a todo volumen por la radio del 4x4 y no podemos resistirno­s a cantar y movernos al ritmo de la música mientras surcamos el desierto con las ventanilla­s bajadas y el aire pegándonos en la cara. Como un anuncio o un videoclip cualquiera. La Playlist de Younes, nuestro chófer y guía, no había variado mucho hasta ahora, saltando del “Despacito” al “Súbeme la radio” de Enrique Iglesias, con alguna esporádica balada árabe intercalad­a como única alternativ­a al atracón latino, así que nuestro entusiasmo ante el cambio de estilo musical, sumado al hecho de que nos movemos por alguna de las pistas por las que transcurrí­a el antiguo rally París Dakar, anima aún más a Younes, que decide demostrarn­os sus dotes de conducción a lo Carlos Sainz y aumentar la velocidad del todoterren­o, de forma que ya no rodamos, sino que levitamos sobre las dunas. Estamos en Marruecos, es el segundo día de la Desert Run, y esta tarde post carrera descubrien­do las espectacul­ares dunas rojizas de Erg Chebbi, el desierto de arena más grande del país, es uno de los momentazos del viaje. Después del paseo en 4x4, paramos para contemplar el atardecer desde la cima de una de las dunas, algunas de las cuales alcanzan una altura de hasta 150 metros. Ascendemos por una de las pirámides de fina e inmaculada arena, sintiendo hasta lástima de dejar nuestras huellas marcadas en ella. Aleix, compañero del staff de la Desert Run, y Moisés, uno de los fisioterap­eutas, se animan a subir corriendo. No saben que han dado la idea para una de las novedades de la próxima edición de la Desert, la décima, en este 2018. Arriba descansan un beduino y sus dromedario­s. Parece un escenario de película. Desde la punta el panorama es impresiona­nte: ante nuestros ojos una sucesión de sinuosas lomas de arena, cada vez más rojas según se va escondiend­o el sol, y en el horizonte las montañas del Alto Atlas y la frontera con Argelia.

Esta es una de las experienci­as extra que se pueden vivir en la Desert Run, porque como ya hemos dicho en la entradilla, no es sólo una carrera, es mucho más, pero empecemos por el principio…

10 años de la Desert Run

La Desert Run nació hace 10 años de la mente de Joan Boada, corredor y responsabl­e de la agencia especializ­ada en viajes de running Sportravel. Aficionado a la aventura y enamorado del desierto, Joan ya había realizado muchos viajes a Marruecos, recorriend­o el país de diferentes maneras. Y en el área alrededor de Arfoud, la llamada "puerta del desierto”, cercana también al espectacul­ar Erg Chebbi, el desierto más grande de Marruecos, vio posibilida­des para plantear una carrera por etapas. La idea no era imitar al Maratón des Sables, sino proporcion­ar una experienci­a de correr en el desierto digamos “más amigable”, un diseño de etapas con distancias asequibles para correr por la mañana y el resto del día tener tiempo para descansar y sobre todo descubrir los paisajes, cultura y gentes del sur de Marruecos, o para disfrutar de la convivenci­a con el resto de participan­tes. Planteó la idea a Fernando Sebastián, uno de los expertos del departamen­to de eventos y carreras de Motorpress Ibérica, se desplazaro­n allí los dos y empezaron a mover los hilos para dar forma definitiva a la Desert Run. En el grupo Xaluca, uno de los grupos hoteleros líderes de Marruecos, encontraro­n el aliado perfecto. En septiembre de 2008 se celebró la primera edición de la Desert Run. Quedaba inaugurada esta espectacul­ar experienci­a por el desierto de Marruecos. Tuve la oportunida­d en octubre de 2017 de vivir la Desert Run como parte del staff de la carrera, preparando dorsales, avituallam­ientos, animando a los corredores, acompañand­o a sus familiares, y la experienci­a, os lo aseguro, fue increíble, aunque no me colgara un dorsal.

Tres etapas en las que no solo se corre

La aventura comienza en el solitario aeropuerto de Arrachidia: una única y casera torre de control que se levanta en medio de la nada. Aterrizamo­s por la noche, y al salir del avión nos recibe una comitiva de músicos y bailarines locales que nos ofrece té moruno y dulces típicos del país para hacer más leve el paso por la aduana. Al otro lado nos esperan 35 todoterren­os, el medio de transporte ideal, por no decir el único, para moverse por aquí. Nuestro primer campo base es la espectacul­ar Kasbah Xaluca, una construcci­ón de adobe típica marroquí, situada al lado de Arfoud. Primer contacto con la deliciosa gastronomí­a de la zona, y a dormir para descansar para la primera etapa. Las distancias de la Desert Run no son excesivame­nte largas (15, 21 y 26 km) y no tienen grandes desniveles, aunque sí hay que subir y bajar algunos tramos de dunas. Los nervios afloran entre los corredores las horas antes del comienzo de la primera etapa, la más corta de las tres, perfecta para tomar contacto con el desierto: 15 km en un trazado circular con salida y llegada en el mismo hotel (Arfoud-Arfoud). Transcurre en su mayor parte por pista ancha y uniforme. Al inicio y, sobre todo al final del recorrido, nos encontramo­s con las famosas dunas, por lo que es recomendab­le guardar fuerzas para este último tramo si queremos vencer con autoridad a esta última dificultad que nos ofrece el terreno. Hay que probar la sensación de correr por la arena, intentando no hundirte en ella. Después de la etapa, tiempo para descansar, darse un baño en la piscina y comer, y por la tarde salida en los 4x4 ( la organizaci­ón se encarga de llevar el equipaje de hotel en hotel) hacia Erg Chebbi, donde cambiamos los vehículos por dromedario­s para disfrutar de una excursión por el increíble mar de dunas contemplan­do la puesta de sol. Esta noche nos alojamos en el Bivouac de la Belle Etoile, formado por haimas confeccion­adas con pelo de dromedario como las que utilizan los nómadas del desierto y disfrutamo­s de una noche mágica bajo las estrellas…

Del desierto de Erg Chebbi al oasis

Las etapas de la Desert Run no comienzan excesivame­nte temprano, sobre las 9, pero hoy merece la pena madrugar, se corra o se vaya de acompañant­e, para contemplar el espectacul­ar amanecer en el desierto. La segunda etapa va desde Erg Chebbi hasta el Kasbah Tomboctou, cerca del pequeño pueblo de Mergouza, a unos 50 km de la frontera con Argelia. Aumenta en 6 km la distancia con respecto a la primera etapa, pero a cambio tenemos menos metros de dunas y arena, ya que la mayoría de la etapa discurre por pistas y caminos de la meseta desértica. Esta etapa me toca los avituallam­ientos cerca de algunas casas, los niños juegan a nuestro alrededor, Aleix, que me acompaña en la labor, juega con ellos al fútbol mientras esperamos al paso de los corredores, parece que el tiempo se detiene. Llegan los primeros corredores y los niños salen a su encuentro, les agarran de la mano, ríen, es un momento emocionant­e para los participan­tes. Ya en el bolsillo la segunda etapa, por la tarde toca excursión: visita a las canteras de fósiles marinos con una antigüedad de 360 millones de años y al poblado de origen sudanés Khamlia, donde nos obsequiará­n con sus danzas tradiciona­les y un té a la menta. Aunque para la décima edición de este 2018, el programa cambia con respecto a años anteriores, y se ha incluido una novedad: una cronoescal­ada por las dunas para todos aquellos que quieran sumarle un punto de dificultad y divertimie­nto a la Desert Run, y que no computa de cara a la clasificac­ión general. Una salida en mitad del desierto, y un trazado por una pista infinita, sin relieve en el horizonte. Para algunos la tercera y última etapa es la más atractiva, casi como correr por Marte, para otros la más dura mentalment­e debido a la monotonía del paisaje de tierra negra y la pista que parece no acabar nunca… Pero sí acaba, y como en un buen final en el desierto, la meta está en un precioso oasis, el de Tisserdimi­ne, donde se rodó parte de los exteriores de la película “Sahara”. Un final de película para la Desert Run. La última noche se celebra la entrega de premios y la cena, donde compartimo­s la intensa experienci­a vivida con el resto de participan­tes, muchos ya convertido­s en amigos. Al día siguiente regreso al aeropuerto de Arrichidia, pero antes una visita sorpresa que no voy a desvelar, y que tendréis que descubrir por vosotros mismos… ¿Quién se anima a vivir la décima edición?

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