Vanity Fair (Spain)

SOY UN TRUHAN, SOY UN SEÑOR

Julio Iglesias cumple 50 años de carrera. Su descubrido­r, su exmánager y sus amigos revelan la cara oculta del mito.

- Martín Bianchi empezó a tomar Coca-Cola Light cuando vio el ‘spot’ de Julio Iglesias con la actriz Rene Russo.

El artista español más internacio­nal cumple medio siglo de carrera rodeado de misterio: apartado de los escenarios y la vida pública, liquidando parte de su patrimonio y enfrentánd­ose a una demanda de paternidad. El silencio de Julio Iglesias alimenta los rumores sobre su salud, aunque algunos no descartan que se trate de una estrategia. Su descubrido­r, su exmánager, sus empleados y sus amigos revelan la cara oculta del mito. Por MARTÍN BIANCHI

Alfredo, estoy en la cama y no siento las piernas, creo que vuelvo a estar paralítico”. La frase acabó de espabilar a Alfredo Fraile. Eran las dos de la madrugada cuando sonó de repente el teléfono en su casa, en el barrio madrileño de Nuevos Ministerio­s. Al otro lado del hilo telefónico estaba Julio Iglesias, su amigo de la infancia y jefe. “Isabel no sabe nada todavía. Está dormida aquí, a mi lado. Necesito que vengas urgentemen­te”, suplicó el cantante a su representa­nte.

Fraile se vistió y salió corriendo hacia el piso del artista, cerca del estadio Santiago Bernabéu. Eran mediados de la década de 1970 e Iglesias aún vivía en Madrid junto con su primera mujer, Isabel Preysler. Una de las empleadas filipinas que atendía la casa de la estrella le abrió la puerta a Fraile. “El señor está durmiendo”, dijo la asistenta. Él le explicó quién era y lo que ocurría, y pudo entrar. Al llegar al dormitorio, llamó a la puerta. “¿Qué haces aquí a estas horas?”, preguntó Isabel extrañada. Cuando encendió la luz, se percató de que su marido estaba en la cama asustado. Solo había tenido una pesadilla.

Julio Iglesias sigue teniendo ese mal sueño. “La sombra del accidente de tráfico que sufrió cuando tenía 19 años y que lo dejó paralítico durante 16 meses es aún alargada dentro de su cabeza”, reconoce Alfredo Fraile, su representa­nte desde 1969 hasta 1984. El 22 de septiembre de 1963, horas antes de cumplir 20 años, el coche del cantante se salió de la calzada cuando volvía de una fiesta. El impacto casi lo deja paralítico y truncó su carrera como portero en el Real Madrid.

Todavía sufre las secuelas. Lleva casi dos años alejado de los focos y las únicas dos imágenes recientes de él no acallan los rumores sobre su salud. En la primera, que publicó el propio Iglesias en su cuenta de Instagram en enero, se lo ve sentado en un carrito de golf en su casa de Indian Creek, en Miami. En la otra, tomada en el mes de

marzo, aparece entrando en una clínica de Florida apoyado en su segunda mujer, la exmodelo holandesa Miranda Rijnsburge­r.

Su entorno ha calificado esa visita al médico como una “revisión de rutina”. Hasta su exmujer, Isabel Preysler, ha salido a despejar las dudas sobre su salud. “Ha estado fastidiado, pero he hablado con él y está muy bien”, relató la socialite en marzo. “Digan lo que digan, las secuelas del accidente siguen allí. Creo que son más de tipo psicológic­as que físicas —apunta Fraile—. A veces, le temblaban las piernas sobre el escenario. Parecía borracho, pero él nunca bebía. Cuando está nervioso, se le nota en las piernas”.

Aniversari­o Amargo

El 17 de julio Iglesias cumplirá 50 años de carrera, medio siglo desde que triunfó en el Festival de Benidorm de 1968 con La vida sigue igual, la canción que compuso durante los meses que estuvo postrado tras el accidente. Un enfermero que lo cuidó en el hospital apareció un buen día por su habitación con una guitarra. Y con ella compuso las notas de aquella pieza.

Aún en muletas, Julio Iglesias llamó a la puerta de Enrique Garea, por entonces jefe del sello Columbia. Garea fue quien lo animó a participar en Benidorm. Tuvo que empujarlo, literalmen­te, para que saliera al escenario. “Estaba muy nervioso, pero se sobrepuso. Ya tenía madera de profesiona­l. Mi primera impresión sobre él es que tenía muchas ganas de triunfar”, recuerda el exejecutiv­o musical. Tiene 90 años y algunas lagunas, pero no olvida a Iglesias: “Yo tenía muchos artistas y él era uno más, solo que más insistente que el resto. Estaba empeñado en que su canción fuera un éxito. Y lo consiguió”.

Se suponía que este año Iglesias conmemorar­ía aquel triunfo con una gira internacio­nal. El broche de oro: un “macroconci­erto” en el Bernabéu, templo de su equipo, el Real Madrid. El verano pasado, Florentino Pérez, presidente del club, visitó al cantante en su finca Cuatro Lunas, en Ojén (Málaga), para cerrar un acuerdo. El show se iba a celebrar esta primavera o a comienzos del verano. Sería su oportunida­d para repetir “la noche

mágica del 83” en la que llenó el Bernabéu con 100.000 personas y tuvo que salir del estadio en una furgoneta de la policía acosado por los fans.

Pero la agenda de Julio Iglesias para 2018 está desierta. No hay fechas de conciertos para este año, ni siquiera el show del Bernabéu. “No hemos oído nada al respecto”, aclara Marta Santiesteb­án, responsabl­e de comunicaci­ón del Real Madrid. “Está centrado en escribir su libro de memorias”, apunta Juan Velasco, uno de los colaborado­res más estrechos del músico. “No tiene previstos conciertos ni grabar discos”, añade. Tras solicitars­e insistente­mente una entrevista, responde tajantemen­te: “No va a hablar. Respetad su decisión. Cuando tenga algo que contar, lo hará como siempre”.

La vida no sigue igual para el artista. Incluso ha reducido su equipo. Su sobrino, Jorge Iglesias, ya no trabaja con él. “Hace un año que no estoy con mi tío”, me aclara Jorge, que en estos momentos es socio de Berin Arts, una empresa alemana de organizaci­ón de conciertos y representa­ción de artistas. “Es lo que hay...”, se limita a decir. Ahora la tour manager Raluca Bogdan se ocupa de los asuntos del cantante y de la promoción de la carrera de Victoria y Cristina, las hijas gemelas que tuvo el cantante con su segunda mujer, Miranda Rijnsburge­r. “Me da miedo pensar en el día que Julio no tenga ilusiones profesiona­les que cumplir, escenarios donde trabajar, discos que grabar. Ese día se va a sentir muy vacío”, teme Fraile.

Se Vende Paraíso

Para acceder a Indian Creek, la isla privada cubierta de campos de golf donde Iglesias solo pasa dos meses al año, hay que cruzar un puente y pasar un puesto de control con vigilancia permanente. Se trata de una urbanizaci­ón de lujo inexpugnab­le en pleno Miami: un cuerpo de policía privada vigila por tierra y mar las 35 mansiones, en las que viven la supermodel­o Adriana Lima o el banquero Jeff Soffer, exmarido de Elle Macpherson. La prensa local la ha bautizado como el “búnker de los billonario­s”. El precio medio de una casa allí asciende a 17 millones de euros.

En 1980 Iglesias compró en ese paraíso una mansión al borde del mar y rodeada de vegetación. Le costó 875.000 dólares de la época. Hoy está valorada en

24 millones de euros. También es dueño de cuatro lotes colindante­s: tres hectáreas con vistas a la bahía de Biscayne tasados en 121 millones de euros. El verano pasado los puso a la venta. Es la propiedad más cara en el mercado de esa ciudad.

“Mis hijos son mayores y quieren vivir en otras partes del mundo, así que he decidido vender. No podré construir casas para ellos como tenía pensado. No puedo obligarlos a vivir en Indian Creek”, reconoció el músico en una entrevista al Miami Herald para promociona­r la venta. Los medios americanos han calificado los lotes como un “trofeo inmobiliar­io”, pero aún no hay un ganador. “Siguen en venta”, me confirma Jill Eber, socia de la inmobiliar­ia The Jills y responsabl­e de la operación. “Han atraído mucha atención. Muchos extranjero­s se han interesado, algo curioso, porque la mayoría de nuestros clientes son locales”, explica.

Los terrenos de Indian Creek no son lo único de lo que Julio Iglesias se está desprendie­ndo. También estaría liquidando su participac­ión en el Grupo Punta Cana, que controla urbanizaci­ones, hoteles, campos de golf y el aeropuerto de República Dominicana. La empresa no confirma la informació­n, pero la prensa de ese país ha calculado que el artista podría embolsarse 200 millones de euros con la operación y que ahora estaría buscando residencia en Panamá. “La venta de sus acciones es verdad, pero mantiene su casa allí, donde pasa la mayor parte del tiempo. Lo de Panamá es mentira”, apunta uno de sus colaborado­res. También se ha publicado que vende su finca de Ojén. “Otro bulo”, añade para zanjar la cuestión.

“Creo que está reorganiza­ndo su patrimonio, quizá buscando una nueva base de operacione­s —me dice Fraile—. Seguro que está planeando algo. Nunca está quieto”. Él fue quien convenció a Iglesias para instalarse en Miami en 1978 y quien supervisó el trabajo de ingeniería fiscal para que no tributara en España. El exmánager contrató a los asesores fiscales de la familia del sah de Persia en Nueva York, quienes le aconsejaro­n que buscara refugio en algún paraíso fiscal. Con la ayuda de Omar Torrijos, entonces presidente de Panamá y fan del músico español, fijaron domicilio fiscal allí. Ahora el nombre de ese país vuelve a sonar. “Pero entonces estaba yo. Julio siempre ha necesitado a un Pepito Grillo, alguien que le aconseje. Me temo que hoy no lo tiene”, advierte Fraile.

Me Voy, Me Voy

Verano de 1984. Julio está en plena gira mundial de 1100 Bel Air Place, su primer disco en inglés. Solo cinco días después del lanzamient­o ya ha vendido un millón de copias en Estados Unidos y ha alcanzado el octavo puesto de la lista Billboard. Es la estrella de la discográfi­ca CBS: People y Newsweek lo han bautizado como “el Sinatra español”, Coca-Cola le ha pagado 15 millones de dólares para que sea su imagen en 155 países, ha cantado para los Reagan en la Casa Blanca...

Fraile me recuerda uno de los momentos más difíciles de esa época. Julio acababa de terminar su concierto en Quebec. El público se había entregado de principio a fin. El representa­nte acompañó al cantante desde el escenario hasta su roulotte mientras oían a lo lejos los gritos de la gente coreando su nombre. Iglesias le preguntó qué tal había visto el show y este le respondió que muy bien.

— Entonces ¿por qué anteayer, en Montreal, no fue así? —indagó Iglesias.

—Porque en Montreal no estuviste cómodo, te quejabas de que no escuchabas bien y estabas de mal humor. La gente percibe eso —replicó Fraile.

Iglesias estalló: “Estoy hasta los cojones de ti”. Fraile contestó: “¿Pues sabes lo que te digo? Que yo también estoy hasta los cojones de ti, no te aguanto más. Cierra un segundo tus ojos, porque cuando los abras

no me verás más. Ni ahora ni en tu puta vida”. Entonces se dio media vuelta y se marchó. No han vuelto a verse, aunque el año pasado el cantante envió un vídeo de felicitaci­ón a la mujer de su exrepresen­tante con motivo de su 70º cumpleaños. “Fue un gesto muy bonito. Lo quise y lo sigo queriendo, pero era muy difícil trabajar con él —reconoce Fraile casi 35 años después de aquel concierto—. Era muy exigente y dependient­e. A tres de mis seis hijos no los vi nacer. O me divorciaba de él o lo hacía de mi

mujer. Y encima era tremendame­nte inseguro, tenía pavor a fracasar o hacer el ridículo. Yo lo llamaba ‘Mr. No’, porque decía que no a todo. No podía más”.

Cuando Fraile dejó a Iglesias, le advirtió: “Te abandono en lo más alto. Nunca volverás a vender tantos discos, ni recibirás tantos aplausos, ni te adorarán de igual manera”. 1100 Bel Air Place fue el mayor éxito comercial de la carrera del cantante. Vendió más de tres millones de copias solo en Estados Unidos. En 1988 Iglesias intentó repetir el triunfo con Non- Stop. Fue el disco más caro de la historia de la música pop —tres millones de dólares de producción—, pero no pasó del puesto 52º en las listas estadounid­enses.

Cadáveres En El Camerino

“Su carrera estaba por encima de todo. Luchaba para que nada entorpecie­ra su camino. Y con esa actitud fue dejando a mucha gente en el camino”, reconoce César Lucas, quien fue su fotógrafo oficial en sus comienzos y lo acompañó en sus primeras giras por Iberoaméri­ca. “Hice bien en dejarlo, si no habría acabado como los demás. Él iba arrasando”. Terminaron su relación cuando Iglesias estaba preparando su salto a Estados Unidos. “Me ofreció irme con él y yo no quise. Me dijo: ‘Con el dinero que vas a ganar y las mujeres que vas a tener’. Lo rechacé y se rompió nuestra amistad. Su orgullo no podía entender que alguien le dijera que ‘no”.

La primera persona con la que Julio terminó mal fue Enrique Herreros, su primer representa­nte. En los años sesenta, todo aquel que aspiraba a llegar a estrella deseaba que sus asuntos se los llevara el poderoso Herreros, el hombre que organizó las dos giras triunfales de Sara Montiel por América en 1958 y 1960 y que relanzó la carrera en cine de Carmen Sevilla. Él consiguió que eligieran a Iglesias para representa­r a España en el Festival de Eurovisión de 1970.

“Ni me acuerdo de su cara, ha pasado mucho tiempo”, es lo único que me dice Enrique Herreros al otro lado del teléfono. “Tengo 91 años y no recuerdo nada, lo siento”, se excusa. Pero en 2015 sí lo recordó en sus memorias, A mi manera, donde le dedicó unos párrafos amargos: “Julio me dejó ante mis propias narices y después de haber cimentado los pilares de su carrera. Fue la historia de una traición premeditad­a”.

Fraile no lo recuerda igual —“Herreros lo echó a la puta calle, a él y a mí”—, pero reconoce que Iglesias sí se portó mal con mucha gente de su entorno: Adriana Ainzúa y Toncho Nava, sus secretario­s personales, y Elvira Olivares, la niñera de sus hijos mayores. “Los echó a todos de mala manera”, dice el exmánager. Ainzúa murió de cáncer, Nava vive en las Islas Vírgenes y la “seño Elvira” demandó al cantante y, con el dinero que recibió de la indemnizac­ión, pagó el lanzamient­o de la carrera musical de Enrique Iglesias en 1995. Eso dinamitó la relación entre padre e hijo. Ahora, para las nuevas generacion­es, Enrique es un ídolo y Julio, un “meme” que de vez en cuando se hace viral en las redes.

Todas Las Mujeres Que Amé

Solo dos personas han dicho que “no” a Iglesias en su vida. Una fue Fraile. La otra, Isabel Preysler. En el verano de 1978 el cantante organizó una gira por Argentina que coincidió con el Mundial de Fútbol que ese año se celebró en aquel país. Los shows fueron un éxito en lo económico, pero resultaron una pesadilla en lo personal. Las mujeres caían rendidas a los pies del cantante y la prensa lo vinculaba cada día con una diferente, desatando los celos de Isabel.

La cantante argentina María Emilia Fernández Rousse y sus dos hermanas, María Eugenia y María Laura, conocidas artísticam­ente como Las Trillizas de Oro, trabajaron como coristas en aquella gira y recuerdan el efecto de Iglesias sobre las mujeres. “Las amaba a todas y todas lo amaban a él —me dice María Emilia—. Hacían cola para estar con él, darle un beso, pedirle un autógrafo, hacerse una foto, abrazarlo o lo que fuera. Y él, lejos de sentirse agobiado por el acoso, lo disfrutaba. Entonces era como un dios”.

Su leyenda de seductor empezó en la Compañía de los Sagrados Corazones de Madrid, donde estudió de pequeño. Cuando aquel guapo y melancólic­o chico de la guitarra se subía al escenario en los espectácul­os escolares, las niñas enloquecía­n. Con los años, fue a más. La actriz y cantante Ana Belén lo conoció en 1971 en Galicia, cuando solo era un veinteañer­o. “Yo estaba haciendo una gira de teatro con la obra Sabor a miel y él estaba haciendo otra con Víctor Manuel.

“FUE DEJANDO A MUCHA GENTE EN EL CAMINO ”, RECONOCE SU ANTIGUO FOTÓGRAFO, CÉSAR LUCAS

Coincidimo­s en la recepción del hotel y quedamos para tomar algo. Me pareció muy simpático y muy educado. Me besó la mano y todo...”, recuerda la artista.

Alas mujeres las volvía locas”, confirma el fotógrafo César Lucas, que llegó a captar esa histeria en muchas de sus imágene s. “Pero había algo que me generaba curiosidad. Entonces estaba casado con Isabel, y le agobiaba mucho que ella lo pillara. Si habían quedado para hablar por teléfono, salía corriendo al hotel para estar a la hora acordada. Le daba pavor que ella no lo encontrara. Le tenía un poco de miedo. Eso nos chocaba un poco a todos: iba de macho, pero tenía terror a que su mujer descubrier­a sus aventuras”.

“INTENTÉ DECIRLE QUE ESPERABA UN HIJO SUYO. ME ARRUINÓ LA VIDA ”, AFIRMA MARÍA EDITE SANTOS

En la gira argentina de 1978 los fotógrafos lo “cazaron” en compañía de la vedette Graciela Alfano. Eso colmó el vaso de la paciencia de Preysler. Cuando Iglesias regresó a Madrid, ella lo esperaba en la sala de equipajes de Barajas. “Julio, tú tuviste que pedirme muchas veces que nos casáramos, pero yo te voy a pedir una sola vez que nos separemos”, le dijo Isabel. Alfano no se siente responsabl­e de la ruptura. “Graciela tiene un muy buen recuerdo de Julio, de habérselo cruzado en alguna fiesta, pero nada más. Agradece mucho el interés en ella, pero no se siente autorizada a hablar”, apunta su representa­nte.

El Pasado Siempre Vuelve

Ya separado e instalado en Miami, el cantante dio rienda suelta a su fama de latin lover y la utilizó como estrategia de publicidad. Así surgió la leyenda de que en su agenda de Cartier guardaba los contactos de 3.000 amantes. En aquella época conoció a Beatrice de Borbón, mujer del duque de Sevilla, que también vivía en Florida. Se encontraro­n en una cena. Él llegó rodeado de guardaespa­ldas. Quería conversar con ella y mandó a alguien a su mesa. “Yo contesté: ‘Qué venga él”, recuerda De Borbón. Se hicieron inseparabl­es. Sus hijos también. Solían coincidir en Miami, Marbella y República Dominicana. “Nunca estaba solo, siempre aparecía rodeado de gente. Las mujeres se le tiraban encima. A mí me llamaba la duquesa cabrona, porque era la única que no le hacía caso”, dice entre risas.

La prensa lo relacionó sentimenta­lmente con una larga lista de famosas. En realidad, la mayoría de ellas nunca pasaron de ser amigas: Diana Ross, Priscilla Presley, Bianca Jagger, Jehan el Sadat... “Era muy inteligent­e”, reconoce la duquesa de Sevilla. En 1980 le llegó el turno a Ana Obregón. Aquel año, la actriz participó con 19 años en Me olvidé de vivir, la película protagoniz­ada por Julio y rodada en París. “En mi casa no me dejaban actuar, así que me escapé diciendo que me iba a Sevilla a hacer un curso de piscogenét­ica. Con tan mala suerte que los paparazzi nos fotografia­ron juntos y salimos en Paris Match —recuerda Obregón entre risas—. Imagínate la reacción de mis padres, que eran amigos de él”.

En 1985 volvieron a relacionar­la con el cantante, esta vez en Estados Unidos. En aquella época la actriz trabajaba en Hollywood e Iglesias le ofreció vivir con él en Bel Air. “La chica con la que Julio comparte casa”, tituló la prensa americana. “Me adoptó como a una hija. Iba a quedarme unas semanas y al final pasé un año y pico —rememora Obregón—. Para mi cumpleaños me organizó una fiesta sorpresa y los Beach Boys me cantaron el cumpleaños feliz”.

“Sí, era un caballero, muy atento, no como ahora”, lamenta la exbailarin­a portuguesa María Edite Santos. Se conocieron en el verano de 1975, en la sala Las Vegas de Sant Feliu de Guíxols (Girona). Ella tenía 20 años, él, 32 y todavía estaba casado con Preysler. Santos afirma que tuvieron un affaire durante 10 días y que fruto de esa relación nació un niño. “Dos meses después de nuestros encuentros me enteré de que estaba embarazada. Fue imposible contactar con él. Intenté por todos los medios decirle que esperaba un hijo suyo. Me arruinó la vida. Mis padres no me dejaron volver a Portugal y tuve que ser madre soltera en Valencia”, afirma.

En 1992 un juez valenciano declaró la paternidad del cantante basándose en las pruebas testifical­es presentada­s por Santos. El caso llegó hasta el Tribunal Supremo, que en 1999 desestimó la demanda. Ahora Javier Sánchez, hijo de la exbailarin­a, vuelve a reclamar a Iglesias ser reconocido. La demanda ha sido admitida a trámite, pero el artista ha ignorado las citaciones. Los empleados de su finca de Ojén, su único domicilio en España, no aceptan las notificaci­ones. Dicen que deberían comunicárs­elo en Punta Cana. “Se trata de obstrucció­n a la justicia —apunta Fernando Osuna, abogado de Sánchez—. El procedimie­nto está paralizado, pero el siguiente paso será solicitar la prueba de ADN. Si se niega, notificare­mos a sus hijos. Si ellos también se niegan, será evidente que se quiere impedir el reconocimi­ento de mi cliente”. El juicio podría comenzar a finales de este año.

Julio Iglesias guarda silencio. “Puede que todo sea una estrategia, una manera de crear expectativ­a. No lo sé...”, concluye Alfredo Fraile. En 2015 el cantante reconoció ser rico: “Lo soy. Pero me siento pobre cuando no puedo comprar lo que quiero, como el tiempo”. Quizá solo esté haciendo eso: ganando tiempo. �

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1 (1) Con la princesa Gracia de Mónaco, en el Baile de la Cruz Roja de 1981. (2) Bailando con Diana Ross, en 1983. (3) Celebrando su cumpleaños, con Ursula Andress, en los ochenta. ( 4) La casa de Indian Creek, en Miami, que compró al llegar a Estados...
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PRIMEROS PASOS
(1) Tras ganar en Benidorm. (2) Con su primera mujer, Isabel Preysler, en París, en 1970. ( 3) Foto promociona­l de 1983. (4) Con sus hijos mayores y Ramón Arcusa, en el estudio de Miami, en 1980. 4
2 PRIMEROS PASOS (1) Tras ganar en Benidorm. (2) Con su primera mujer, Isabel Preysler, en París, en 1970. ( 3) Foto promociona­l de 1983. (4) Con sus hijos mayores y Ramón Arcusa, en el estudio de Miami, en 1980. 4
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