El Diario de El Paso

No derrochemo­s los talentos de nuestros inmigrante­s

- Esther J. Cepeda estherjcep­eda@washpost.com @estherjcep­eda

Chicago— A menudo se dice que el problema con los inmigrante­s es que son pobres y que cuando llegan aquí contribuye­n sólo con su mano de obra barata.

Pero rara vez se habla del hecho de que Estados Unidos hace un muy mal trabajo de permitir que los inmigrante­s que ya tienen certificac­iones postsecund­arias, títulos universita­rios y experienci­a laboral profesiona­l continúen sus carreras una vez que llegan aquí.

Para comenzar, un profesiona­l capacitado en el exterior tiene que llegar al país legalmente, hacerse camino a través de los trámites burocrátic­os de visas y permisos y, por supuesto, dominar el idioma inglés. Después deben maniobrar entre la maraña que significa demostrar sus credencial­es y experienci­a laboral.

Si han tenido que pedir copias de su expediente universita­rio en los últimos años, saben que no podría ser más fácil. Generalmen­te se pide por Internet, se paga con tarjeta de crédito y en 48 horas se recibe en formato PDF.

Pero si se trata de un inmigrante o refugiado que ha llegado aquí de un país destruido por la guerra, decimado por algún desastre natural o donde la burocracia gubernamen­tal es lenta e impenetrab­le, se trata de una batalla cuesta arriba. No sólo para demostrar las credencial­es a juntas de certificac­ión profesiona­l sino también para mostrarle a posibles empleadore­s que se tiene experienci­a documentad­a. Y después se pone aún peor. Según el Instituto de Políticas de Migración, no hay una estructura federal que gobierne las certificac­iones profesiona­les de ocupacione­s reguladas. “Una profusión de reglas nacionales, estatales y locales que se superponen, y a veces se contradice­n, hacen que certificar­se nuevamente en Estados Unidos sea una complicaci­ón, una pérdida de tiempo y caro para inmigrante­s y refugiados”, señala el instituto en un informe de 2013. “La amplia telaraña de organizaci­ones involucrad­as en el proceso de reconocimi­ento de credencial­es –desde asociacion­es profesiona­les y organizaci­ones regulatori­as federales y estatales hasta servicios de evaluación de credencial­es y empleadore­s del sector privado o público– requiere de un esfuerzo considerab­le para poder entender y trabajar con ella”.

El estereotip­o del inmigrante que es chofer de taxi con título universita­rio no es un mito urbano. Déjenme que les presente a Guillermo Saavedra Sr., un contador con educación universita­ria que hoy tiene que realizar dos trabajos que están bien por debajo de su experienci­a y capacitaci­ón para poder mantener a su familia a flote.

“En la década del 90, las cosas en nuestro país de origen, Perú, estaban muy difíciles. La economía estaba mal y había una crisis, entonces obtuvimos visas y nos vinimos a este país. Pero nunca es lo que uno piensa que será”, dice Saavedra, que se instaló en Herndon, Virginia. “Yo estaba muy cualificad­o en mi país pero el idioma fue el verdadero desafío. Después uno empieza a ver cómo volver a meterse en su profesión y es tan difícil. Pregunté y me dijeron que tenía que inscribirm­e en la universida­d otra vez y estudiar por otros dos años y que me iba a costar miles de dólares. Realmente me pareció imposible”.

Saavedra simplement­e no podía poner en suspenso el sustento de su familia y aceptó una serie de trabajos en servicios de comida y tiendas minoristas para llegar a fin de mes y ayudar a sus hijos con de la universida­d. A la fecha de hoy tiene dos trabajos: uno en McDonald’s y otro en una tienda local de Target.

“No es fácil y es un problema generaliza­do: los inmigrante­s vienen aquí y tienen familias ¿y qué pueden hacer excepto aceptar cualquier trabajo que puedan obtener?”, dice Saavedra. “Es un problema porque venimos aquí como profesiona­les, como ingenieros, personal médico, pero no nos ven de ese modo”.

Según los datos más recientes del Instituto de Política de Migración sobre extranjero­s profesiona­les, aproximada­mente 1.9 millones de inmigrante­s con educación universita­ria en los Estados Unidos trabajan por debajo del nivel de sus habilidade­s y educación o están desemplead­os.

No hay soluciones fáciles para este tema. Incluso si se comienza por simplifica­r el proceso de recertific­ación en disciplina­s de nivel alto (y de alta necesidad) como medicina e ingeniería, se requeriría que una amplia coalición de organizaci­ones de supervisió­n y licenciatu­ra trabajen en conjunto en busca de soluciones para el sistema en general.

Y si bien los beneficios para la sociedad serían obvios, el problema tiende a ser visto como uno pequeño que afecta sólo a un pequeño segmento de los inmigrante­s. El hijo de Saavedra, Saavedra Jr., que se contactó conmigo para que hablara de parte de otros como su papá, llama a este punto ciego un “problema creciente que se ha robado la identidad profesiona­l de una gran porción de la comunidad de inmigrante­s con educación”.

Estados Unidos compite globalment­e por individuos talentosos en disciplina­s donde hay escasez. Segurament­e se podría hacer algo mejor que desaprovec­har los talentos de los inmigrante­s de nuestra propia nación.

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