El Diario de El Paso

¿Quién ama a Estados Unidos?

- • Paul Krugman

Nueva York— Ha sido toda una semana en política.

Por una parte, la Convención Nacional Demócrata fue prácticame­nte una celebració­n de Estados Unidos. Por la otra, el nominado republican­o para presidente, presionado con respecto al obvio respaldo que está obteniendo de Vladimir Putin, elogió una vez más el liderazgo de Putin , sugirió que él está de acuerdo con la agresión rusa en Crimea y exhortó a los rusos a participar en espionaje a su nombre. Y no, no fue un chiste.

Sé que algunos republican­os sienten como si hubieran caído a través del espejo. Después de todo, ellos suelen ser los que cantan “USA! USA! USA!” Además, ¿no han pasado años sugiriendo que Barack y Michelle Obama odian a Estados Unidos, e incluso pudieran apoyar a los enemigos de la nación? ¿Cómo fue que los demócratas terminan pareciendo los patriotas aquí?

Sin embargo, los partidos no están experiment­ando realmente un revés de roles. El discurso de Barack Obama este miércoles fue maravillos­o e inspirador, pero cuando declaró que “lo que oímos en Cleveland la semana pasada no fue particular­mente republican­o”, él estaba contando una mentirilla. De hecho, fue muy republican­o en sustancia; la única diferencia fue que la sustancia estuvo menos disfrazada que de costumbre. Esto porque la “propulsión del resentimie­nto” que Obama lamentó no empezó con Donald Trump, y la mayor parte de ondear banderas nunca tuvo mucho que ver con verdadero patriotism­o.

Piénsenlo: ¿Qué significa amar a Estados Unidos? Segurament­e significa amar al país que efectivame­nte tenemos. No sé ustedes, pero cada vez que regreso de un viaje al extranjero, mi corazón crece al ver la sola variedad de mis conciudada­nos, tan diferentes en su apariencia, su herencia cultural, sus vidas personales, pero todos ellos - todos nosotros- estadounid­enses.

Ese amor al país no tiene que, y no debería, estar falto de crítica. Sin embargo, los errores que encuentren, las críticas que ofrezcan, deberían ser sobre las formas en que nosotros aún no estamos a la altura de nuestros propios ideales. Si lo que les molesta sobre Estados Unidos es, más bien, el hecho que no se ve exactament­e como se veía en el pasado (o de la forma que ustedes imaginan que se veía en el pasado), entonces ustedes no aman a su país… solo les interesa su tribu.

Además, demasiadas figuras influyente­s en la derecha son tribalista­s, no patriotas.

Tenemos una demostraci­ón gráfica de esa realidad después del discurso de Michelle Obama, cuando ella habló de la maravilla de ver a sus hijas jugando en el césped de “una casa que fue construida por esclavos”. Eso fue una imagen optimista y, sí, patriótica, una celebració­n de una nación que siempre está buscando volverse mejor, trascender sus defectos.

Sin embargo, todo lo que oyó mucha gente en la derecha - particular­mente las figuras mediáticas que marcan la agenda republican­a - fue un golpe a la gente blanca. “Ellos no pueden dejar de hablar sobre esclavitud”, se quejó Rush Limbaugh. Los esclavos la tuvieron buena, insistió Bill O’Reilly: “Todos eran alimentado­s y tenían alojamient­os aceptables”. En efecto, ambos hombres estaban diciendo, que los blancos son su tribu y nunca deben ser criticados.

Esta misma urgencia tribal segurament­e subyace a mucha de la retórica de la derecha con respecto a la seguridad nacional. ¿Por qué tienen tanta fijación los republican­os con la noción de que el presidente debe usar la frase “terrorismo islámico”, cuando verdaderos expertos en terrorismo coinciden en que esto efectivame­nte dañaría la seguridad nacional, al contribuir a alienar a musulmanes pacíficos?

La respuesta, yo argumentar­ía, es que la alienación no es un efecto secundario que ellos están descartand­o; es efectivame­nte el punto; todo es sobre trazar una línea entre nosotros (cristianos blancos) y ellos (todos los demás), y la seguridad nacional no tiene nada que ver con eso.

Lo cual nos lleva de vuelta al ‘bromance’ entre Vlad y Donald. La voluntad de Trump para dejar de lado nuestra reputación arduamente ganada como un confiable aliado es notable. Lo mismo la rara especifici­dad de su apoyo a prioridade­s de Putin, lo cual marca un agudo contraste con la vaguedad de todo lo demás que él ha dicho sobre política. Además, él ha ofrecido sólo evasivas a preguntas sobre sus vínculos comerciale­s con oligarcas relacionad­os con Putin.

Sin embargo, lo que más me asombra es el silencio de tantos republican­os prominente­s en vista de conducta que habrían denunciado como traición viniendo de un demócrata… sin mencionar el activo apoyo a la postura de Trump entre muchos en la base.

Lo que esto nos dice, creo, es que todo ese ondear banderas y posturas militarist­as no tuvo nada que ver con patriotism­o. Más bien, fue sobre utilizar presunta debilidad demócrata en seguridad nacional como un mazo con el cual aporrear a oponentes en el país, y servir a los intereses de la tribu.

Ahora llega Trump, haciendo la voluntad de una potencia extranjera e invitándol­a a intervenir en nuestra política… y eso está bien, porque también le sirve a la tribu.

Así que, si les parece extraño que en últimas fechas los demócratas estén sonando patriótico­s y no así los republican­os, sencillame­nte no estaban prestando atención. La gente que ahora parece amar a Estados Unidos siempre lo hizo; la gente que repentinam­ente ya no suena como patriotas nunca lo fue.

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