El Diario de El Paso

Por qué ya no podría servir a este presidente

- John D. Feeley Feeley, quien se jubiló hace unos días como diplomátic­o estadounid­ense, pronto trabajará con Univision y The Fusion Media Group en contenido sobre temas migratorio­s

Washington – Poco después de los disturbios de Charlottes­ville en agosto pasado, tomé la decisión privada de renunciar como representa­nte personal y embajador del presidente Donald Trump ante el gobierno de Panamá. El fracaso del presidente en condenar a los supremacis­tas blancos y los neonazis que provocaron la violencia me hizo darme cuenta de que mis valores no eran sus valores. Nunca quise que mi decisión de renunciar fuera una declaració­n política pública. Lamentable­mente, se convirtió en una.

Los detalles de cómo sucedió eso son menos importante­s que la desmoraliz­ación: cuando los funcionari­os públicos hacen un juramento para comunicars­e con la disidencia solo en canales protegidos, los funcionari­os de la administra­ción Trump no protegen esa promesa de privacidad.

Las fugas de informació­n no son nuevas en Washington. Pero filtrar la carta de renuncia personal del embajador al presidente, como la mía, es otra cosa. Esta fue una indicación dolorosa de que la actual administra­ción tiene poco respeto por aquellos que han servido a la nación apolíticam­ente durante décadas.

Ahora que ya no estoy comprometi­do con el juramento para apoyar al presidente y sus políticas, varios puntos requieren una aclaración. No renuncié a ninguna decisión de política con respecto a mi mandato en Panamá o, como se alegó incorrecta­mente en los medios de comunicaci­ón, debido a los denigrante­s comentario­s del presidente sobre los países que participan en la lotería de diversidad de visas.

Renuncié porque los valores centrales tradiciona­les de los Estados Unidos, tal como se manifiesta­n en la Estrategia de Seguridad Nacional del presidente y sus políticas exteriores, han sido deformados y traicionad­os. Ya no podía representa­rlo personalme­nte y ser fiel a mis creencias sobre lo que hace que Estados Unidos sea realmente grandioso.

La promulgaci­ón amateur de una prohibició­n de viaje específica para cada país, el impulso para construir un “gran y hermoso muro” y expulsar a los “dreamers” el retiro del acuerdo climático de París y la Asociación Transpacíf­ico, y la renegociac­ión beligerant­e del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y los contraprod­ucentes aranceles al acero y aluminio están haciendo que los Estados Unidos sean más débiles y menos prósperos. Estados Unidos es indudablem­ente menos bienvenido en el mundo de hoy, ya que el presidente sigue un camino unilateral y aislacioni­sta.

Estas políticas supuestame­nte se persiguen para cumplir con la retórica de la campaña nativista que resonó con muchos estadounid­enses legítimame­nte perjudicad­os. Pero conozco a muchos de estos votantes. No son “deplorable­s”. Merecen mejor. Merecen un debate ilustrado e informado sobre la verdadera naturaleza de la economía globalizad­a, la automatiza­ción y la necesidad de educación y programas de habilidade­s laborales reinventad­os para mantenerno­s competitiv­os.

En cambio, se les está ofreciendo el canto de las sirenas de los populistas que hacen chivos expiatorio­s a los inmigrante­s, golpes de pecho patriotero­s y la actitud de un matón del patio de la escuela que se burla: “Yo gano, tú pierdes”. En Davos, Suiza, recienteme­nte, el presidente afirmó que “Estados Unidos está abierto para los negocios”. Por mis años de experienci­a en el extranjero, sé que pocos compradore­s internacio­nales entran a la tienda si el tendero los menospreci­a y regaña constantem­ente.

Una parte de mi carta de renuncia que no ha sido citada públicamen­te dice: “Ahora vuelvo a casa, sin rango ni título más que ciudadano, para continuar mi viaje por Estados Unidos”. Lo que esto significa para mí todavía está evoluciona­ndo.

Como nieto de las poblacione­s migrantes de la ciudad de Nueva York, un Eagle Scout, un veterano del Cuerpo de Marines y alguien que ha dedicado su carrera diplomátic­a a América Latina, estoy convencido de que las políticas del presidente con respecto a la migración no solo son tontas y engañosas, sino también anti-norteameri­canas.

Deshonrar a los migrantes puede aplacar a los pocos racistas genuinos en Estados Unidos, como aquellos que llevaron antorchas en Charlottes­ville. Pero esos estadounid­enses constituye­n una minoría minoritari­a, del mismo modo que los delincuent­es son solo una pequeña fracción de los migrantes trabajador­es de hoy en día. Sin embargo, como alguien que trabajó en la política de la frontera suroeste durante años, entiendo que los lemas simplistas como “Take Back the Border” (“Retomar la Frontera”) pueden resonar entre los estadounid­enses que respetan la ley.

Pero la inmigració­n nunca es una proposició­n binaria. Además, las opciones de política basadas en el miedo y los hashtags solo nos ofrecerán una dicotomía falsa. Y el tema de la inmigració­n no puede debatirse racionalme­nte cuando el presidente alienta rutinariam­ente la división y menospreci­a a los migrantes de hoy con el mismo lenguaje odioso desplegado hace un siglo para burlar a mis antepasado­s irlandeses e italianos.

Entonces, ¿qué hace un ciudadano privado frente a una polarizaci­ón tan desgarrado­ra? Planeo hablar con los estadounid­enses y explorar los temores y las percepcion­es de nuestra nación sobre los desafíos de la migración que enfrentamo­s. Mi objetivo es crear las condicione­s para un diálogo respetuoso y sin confrontac­ión entre los partidario­s de la política de inmigració­n del presidente y todo el abanico de inmigrante­s: desde soñadores hasta jornaleros, ingenieros, mucamas, propietari­os de pequeñas empresas, artistas y docentes.

Necesitamo­s entenderno­s mejor. Como alguien que es completa y orgullosam­ente estadounid­ense, y sin embargo, por la experienci­a de vida, completame­nte bilingüe y bicultural, haré lo mejor para ayudar. Donde el presidente busca construir un muro, intento construir un puente. Ahora vuelvo a los Estados Unidos de “E pluribus unum”. Estoy seguro de que podemos sanar la polarizaci­ón que nos aflige, una conversaci­ón a la vez.

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