El Diario

C

-

uando Flav ia Cabral sale de su primer trabajo a las 5 de la tarde para ir al segundo en un McDonald’s de Manhattan, no tiene idea de cuando verá a su familia —ni siquiera cuando dormirá una noche completa.

A l ig ua l que los ot ros 65,000 trabajador­es de cadenas de comidas rápidas en nuestra ciudad, su horario está a la merced de su empleador.

La ley no exige a las empresas un tiempo razonable para avisarle a quienes trabajan por hora los cambios de horarios, cuánto ni cuándo trabajarán.

Los gerentes pueden llamarlos cuando apenas hayan llegado a sus casas para decirles que regresen a trabajar en una hora.

# <dicas programada­s para un pariente anciano, conferenci­as de padres en la escuela, o el número de horas no da para pagar el alquiler o la comida? Mala suerte.

Los que protestan pueden ver recortadas sus horas de trabajo o incluso perderlas.

Por supuesto, los ni ños y sus fa milias suf ren. Los pequeños cuyos padres tienen horarios impredecib­les tienen usualmente un peor rendimient­o en la escuela y problemas para desarrolla­r la memoria y capacidad de comunicaci­ón. emasiados compañeros de Flavia en edad de ir a la universida­d ven frustrados sus esfuerzos para mejorar sus posibilida­des y oportunida­des. ¿Cómo pueden costearla o pensar en asistir a clases si nunca saben cuánto ganarán este mes… o incluso cuándo llegarán a sus casas?

Demasiados neoyorquin­os se ven en la necesidad de te- ner dos o más empleos; un horario impredecib­le les di ^ empleo adicional. in embargo, Flavia y sus compañeros han estado luchando. Hoy nos complace unirnos a Flavia y sus compañeros en la lucha por un cambio.

En los próximos meses vamos a trabajar con nuestros colegas del Concejo Municipal, activistas, grupos sindicales y la comunidad empresaria­l para crear una ley que ayude a asegurar que los trabajador­es de cadenas de comidas rápidas disfruten de prácticas laborales justas y transparen­tes en sus horarios.

Esta ley exigirá a sus empleadore­s que publiquen los horarios con dos semanas de anticipaci­ón. Si deben cambiar las horas de improviso por razones propias, los empleados deberán ser compensado­s adecuadame­nte.

También vamos a enfrentar el problema de las prácticas que requieren que los empleados trabajen en turnos consecutiv­os cerrando y abriendo negocios con menos de 10 horas de descanso.

Como dice Flavia, sin educación es más probable que nuestros jóvenes queden varados con el empleo que ella tiene. “No seremos un país exitoso”, señala, “con tantas familias que no pueden enviar gente a la escuela”.

Tiene razón.

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States