EL DERECHO DE LOS REFUGIADOS
El territorio que habitamos tiene una larga historia de ser un refugio para el perseguido. Desde los peregrinos del Mayflower del pasado hasta los centroamericanos de hoy, a Estados Unidos ha llegado gente con la esperanza de hallar una protección ante la amenaza en su lugar de origen y el anhelo de lograr una vida mejor.
Los tiempos cambiaron entre uno y otro. Pero no el espíritu de una nación que mostró durante siglos tener incorporado el valor de ayuda al forastero. Que conoce muy bien que quien hoy pide refugio mañana corresponde la generosidad recibida con el esfuerzo y el trabajo para beneficio de todos.
La política de la administración Trump va a contracorriente de esa historia.
Ahora, para la Casa Blanca la palabra refugiado es sinónimo de terrorista, criminal y peligro. En el léxico del actual mandatario, mostrar compasión hacia mujeres que huyen para proteger a sus hijos de la agresión y de la muerte a manos de la pandillas es un motivo de escarnio por “las estúpidas leyes de inmigración” estadounidenses.
Cuán equivocado está. Es actitud noble le ganó al país el respeto, no la burla, internacional. Lo único que hoy se pide es que se oiga a quienes cruzaron México para pedir refugio en Estados Unidos.
No argumentamos por fronteras abiertas ni que se acepte a todo aquel que pide refugio. Solo que se cumpla la ley de escuchar sus argumentos para luego determinar a través de un proceso legal si están huyendo de una “amenaza creíble”.
Las autoridades migratorias de la frontera sur no tienen buena reputación en el trato a quienes vienen solicitando refugio. Varios estudios revelan que con frecuencia los agentes no hacen las preguntas debidas a los peticionantes o simplemente ignoran lo que se les dice. Con el gobierno de Trump empeoró esta situación.
Ahora en la frontera de Tijuana y San Diego, solo se permitió a ocho migrantes del grupo que viajó en la “Caravana” el acceso para presentar su petición de asilo ante un oficial fronterizo. Un comunicado estadounidense insólitamente dice que la oficina está llena, que no hay espacio. Pero el centro de inspección de San Ysidro ha procesado en el pasado un promedio diario de 50 solicitantes de asilo.
Por ello es deplorable que la administración actual use esos argumentos para, al parecer, tratar de justificar su resistencia a dar el debido proceso a los solicitantes de asilo.
El Presidente usó a las madres que piden asilo para lanzar una amenaza de cerrar el gobierno sino le autorizaban el muro para detener “la invasión” de indocumentados. Y la secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, dice que es una manera en que “criminales, traficantes y contrabandistas” aprovechan los recovecos de la ley.
En realidad, la Casa Blanca no pierde ocasión para mostrar un antagonismo cruel hacia los inmigrantes.