Veneno en la piel
La gran directora de Comunicación de Hearst, Eva Calle, me pasa el clipping de nuestra última portada: la exclusiva mundial con Ronnie Wood que publicamos mientras los Stones impregnaban aún de diabólico azufre las calles de Madrid. La portada ha sido replicada en más de 340 medios de todo el mundo, con una audiencia estimada de 833 millones de personas. Podemos decir que, siendo fríos analistas y no dejándonos llevar por el entusiamo, ¡ha sido un bombazo de la leche!
Que desde este rincón de la Europa del sur una producción propia haya recorrido el mundo global nos llena de ‘orgullo y satisfacción’. Hasta aquí el mensaje institucional de director de revista. Ahora vamos a lo que importa, al chascarrillo.
Haciendo balance de lo que el planeta mundo ha destacado de nuestra conversación con “el del medio de los Rolling” resulta que, más o menos, un tercio de los titulares se centraron en que Ronnie anunciaba la que podría ser la última gira de la banda, otro tercio destacaba sus declaraciones sobre la obsesión que tenemos hoy en día por parecer jóvenes (“la edad solo es un número”) y el tercio restante recogía que el Stone había enseñado las tetas. El top less que se marcó para nosotros causó estragos.
Y aquí es donde a uno le entran las ganas de reflexionar
(con perdón). No sé si al tercio de la prensa global (desde India a Canadá, desde radios de Sudáfrica a fancines de Argentina) que decidió dedicar su reseña al pecho de Ronnie le llamó la atención por su edad (75 añazos como 75 rosas), por su envidiable aspecto fibroso o por la gloriosa sensación de libertad veterana que exudaba. O simplemente porque, todavía a estas alturas, que un famoso enseñe piel levanta titulares. Ronnie es hombre y Ronnie es maduro y a Ronnie se le antoja quitarse la camiseta y decir aquí estoy yo y no pasa nada (bueno, pasa que la prensa de medio mundo se hace eco del asunto). Pero tú, querido lector y querida lectora, y yo sabemos qué habría pasado si el mismo acto de libertad lo hubiera protagonizado una mujer madura. ¿Qué?
La portada de este mes se la hemos dedicado a dos mujeres líderes en sus dos campos profesionales: Paula Badosa y Chanel. Y mira por dónde en la conversación por separado con ambas han surgido tristes pistas para responder a la pregunta que acabo de hacerte. Paula reconoce que en el mundo del deporte profesional una mujer lo tiene más difícil para declarar públicamente su amor por su pareja. Es como si al otro lado la jauría estuviera esperando una excusa para justificar ese despiste en pista, esa falta de tensión en el golpe definitivo, esa semifinal perdida. En declaraciones recientes a nuestra revista hermana (o madre) Elle, Paula confesaba que todavía tiene que justificar posar para una revista fuera del entorno deportivo, mientras que cuando lo hacen sus compañeros del circuito masculino parece parte de un trabajo bien hecho.
Chanel (que tuvo que sufrir lo suyo por elegir un look con menos centímetros cuadrados de ropa de lo que algunos y algunas habrían deseado) habla muy clarito a nuestra jefa de sección, Ana Pérez, en estas páginas sobre sexismo, vestimenta y nalgas.
Pues así siguen las cosas. Resulta que el veneno no corre por la piel: continúa filtrándose por el espacio intracelular que hay entre las neuronas de más de uno (y de una). A lo mejor el antídoto es no dejar de rebelarse, no dejar de quitarse la camiseta.