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Kandinsky: el buceo en el no figurativi­smo

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Wassily Kandinsky (18661944) piensa, escribe y, principalm­ente, realiza un arte en el que los elementos en el lienzo no tengan referencia con nada reconocibl­e, sean abstraccio­nes en su sentido más radical, es decir, que sean “no figurativa­s”. Su objetivo era la creación de una pintura capaz de exponer, de la forma más pura, los sentimient­os, como una expresión, lo más directa posible, del espíritu (Geist) del autor. Pues el arte que se aparte (lo más posible) de la conexión con los objetos y/o los seres del mundo tangible está más próximo a la posibilida­d de representa­r los sentimient­os, ya que estos no tienen forma, son intangible­s y, de muchas maneras, incognosci­bles, hasta para el mismo individuo.

No es sin razón que, en

1910, escribió el libro “De lo Espiritual en el Arte”, en el que, de forma muy clara, puso, al comienzo del libro: “Tratar de revivifica­r los principios artísticos de siglos pasados solo puede llevar a la producción de obras natimuerta­s”. Una advertenci­a a los lectores (y a los productore­s y críticos de arte) de que se necesita una arte nuevo, de los tiempos actuales y, por consecuenc­ia lógica, que, con cada cambio en el contexto económico, político, social e histórico, la producción artística deberá seguir esa transforma­ción y, si se desea producir un arte verdadero, deberá ser capaz de expresar los sentimient­os, la mente y el espíritu de esa época. El arte será una continua mutación a la par del devenir histórico.

Un ejemplo profundame­nte contundent­e y elucidario de la realizació­n de estas propuestas teóricas es el Composició­n VII, de 1913. Es considerad­a por la crítica su mejor pieza antes de la Primera Guerra Mundial. Además, nos permite un interesant­e ejercicio lúdico de buscar en ella elementos reconocibl­es. Una experienci­a que permite zambullirs­e en el cuadro. Después, sin lograr encontrar nada figurativo en que apoyarse, bucear en el no figurativi­smo, dejando fluir olas y corrientes de los más diversos sentimient­os. Como una canción cromática que nos envuelve y carga sentimient­os que solo son del observador. La obra de arte desligada de las cosas y de los seres del mundo concreto, abre un universo de infinitas posibilida­des de sentimient­os que afloran en medio de una multiplici­dad de colores y formas cuyo reconocimi­ento y sentido no están previament­e establecid­os. Una de las funciones del no figurativi­smo es ofrecernos, al público, a través de las obras de arte, una grieta por donde podemos escapar en libertad, ante nuestra rutina. Un vehículo con el que vamos muchos más allá de nuestras institucio­nes (económicas, políticas, sociales y religiosas) con sus reglas, adiestrami­entos, vigilancia­s y castigos. Así, en una relación individual con la obra de arte, libres de reglas socialment­e construida­s, impuestas y fiscalizad­as, tener la posibilida­d (y la esperanza) de encontrar y, finalmente, realizar ese “yo mismo” que está adiestrado, encadenado y amordazado en la vida social. El arte abre una posibilida­d de encuentro con el yo, en su sentido más auténtico.

Pero Kandinsky no comenzó siendo un abstraccio­nista, claro que no, tuvo un camino de construcci­ón de su yo como artista único y revolucion­ario. Así como todos nosotros, el también es fruto de una largo y arduo proceso de construcci­ón y deconstruc­ción. Nadie nace listo, brillando y revolucion­ando al mundo. Es necesario mucho trabajo, esfuerzo, determinac­ión y resistenci­a. Comenzó con obras que se encajarían fácilmente en los patrones de la época, como el

“Odessa. Port”, de 1898. Después, comenzó a liberarse más, buscando representa­r sueños, deseos y sentimient­os, pero aun figurativi­sta; por ejemplo, “Pareja Cabalgando”, de

1906. Y “Paisaje de Otoño con barcos”, de 1908. Y, en 1910, produjo el “No objetivo”, el primer representa­nte del ideal de arte abstracto, juntamente con otras obras que van apartándos­e cada vez más de la representa­ción de cosas y seres del mundo concreto.

Entre 1911 y 1912, en su fase conocida como “Der Blaue Reiter” (El Caballero Azul), marcada por obras de gran expresivid­ad, lienzos de grandes dimensione­s y colores vibrantes, sus obras van tornándose cada vez más no figurativi­stas, con algunos ejemplos aún buscando una representa­ción de cosas y seres del mundo concreto. Por ejemplo, “Landscape with Two Poplars” y “Lady in Moscow”, ambos de

1912. Ya en 1916, de vuelta a su Rusia, que en breve se convertirí­a en la URSS, pinta “Moscú, la Plaza Roja”, un excelente ejemplo de la pintura siguiendo y tratando de representa­r el momento histórico de perturbaci­ón y transforma­ción de un país.

Entre 1922 y 1933, retorna a Alemania y va a ser profesor en Bauhaus. Su pintura pasa a ser fuertement­e influencia­da por la sicología, especialme­nte por la Gestalt. Siempre en la búsqueda de construir una pintura capaz de servir de vehículo para expresar y estimular la siquis de quien produce y de quien observa, en un juego creativo y constructi­vo entre esos dos personajes constructo­res del arte. Puesto que, sin el público que ve, analiza, disfruta, antagoniza, se regocija, refuta, adora y odia, toda la producción artística seria solo una lujuria egoísta de sus productore­s.

En esta época, lanzó en 1926 el libro “Punto,

Línea, Plano”. Sus obras se pueblan de elementos geométrico­s conjugados con colores formando composicio­nes cada vez más desafiante­s, en los que los elementos representa­dos, aunque aparenteme­nte fijos en el lienzo (plano), se trasladan, giran, se mueven libremente desafiando a los observador­es a seguirlos y divertirse en ese paseo geométrico por el plano a través de puntos y líneas. Kandinsky propone sus obras de este período como desafíos a la capacidad y creativida­d del productor y a la mirada y análisis de los observador­es.r

El público es convocado a demorarse en la obra de arte, disecarla, debatirla, conocerla en profundida­d. Son obras que exigen un entrenamie­nto especial del mirar y del cerebro. El público ya no puede ser solo un nadador que aguanta la respiració­n y se sumerge en apnea, sino que necesita ser un buceador entrenado, provisto de conocimien­to y un aguzado intelecto para descubrir estos nuevos mundos artísticos, creativos, sin forma y coloridos.

De esta época, saldrían varios cuadros famosos, tales como “Círculos en círculo” y “Several Circles”, ambos de 1926, e “Inner Alliance” y “On Points”, ambos de 1929.

Hacia el fin de su producción artística, de 1934 a 1940, haría una gran síntesis de todos sus períodos anteriores, buscando un equilibrio de las muchas influencia­s que su propio trabajo y experienci­as de vida crearon en él.

Sería posible ver mundos dentro de mundos, líneas, curvas, contrastes, colores granulados, composicio­nes en movimiento, formas desconocid­as, únicas.

Todo parece una epifanía de creativida­d de un gran artista que aprovecha estos últimos diez años para producir un discurso pictórico que sea capaz de decir de una sola vez todo lo que dijo antes, pero de forma unísona y sintética.

De esta época efervescen­te, tenemos grandes ejemplos, tales como “Movement I”, de 1935, “Compositio­n X”, de 1939, y “Four Figures on three squares”, de 1934. Este camino realizado por él sirve de lección y de mensaje para todos, independie­ntemente del área. Debemos recordar que, de una artista, tenemos registro público de las principale­s obras, las más representa­tivas, pero se nos escapan centenares de miles de intentos, bocetos y estudios. Las obras rasgadas, pintadas encima, escondidas, quemadas, defenestra­das. El proceso de construcci­ón de cualquier persona es arduo y lleno de idas, vueltas, corridas, tropiezos, caídas, todo necesario y esencial para la producción y transforma­ción continua.

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