Tranqueras afuera
Los productores se manifestarán hoy con reclamos económicos: la inflación, la presión tributaria y la intervención en los mercados tienen fuerte impacto en el sector.
Los productores agropecuarios ya no resisten más. La frase se multiplica por cientos y sale de boca de los propios protagonistas. Las épocas en que el agro tenía altas rentabilidades se acabaron, producto de la caída del precio de los granos y de la inflación que elevó los costos, pero sigue cargando sobre sus espaldas una creciente presión impositiva.
Por eso el malestar y la necesidad de que el Gobierno nacional defina una estrategia contra la inf lación, revea su política tributaria hacia la actividad, y libere la comercialización del trigo y del maíz. Por todos estos reclamos, los productores se manifestarán hoy en Villa María, quizá en el último intento para que la actual administración nacional cambie su intransigencia hacia el sector.
Al límite
En la zona de Hernando, la situación de los productores es preocupante. No alcanzaron las dos últimas buenas cosechas para revertir una tendencia de márgenes económicos muy debilitados que, por ejemplo, en el caso del maíz, ya se volvieron negativos.
Jorge Galante, Henry Pelassa, Marco Giraudo, Omar Ceridono y Alejandro Buttiero son productores del departamento Tercero Arriba y los unen varios denominadores en común. Pertenecen al movimiento cooperativo, trabajan superficie arrendada y, desde hace dos años, vienen haciendo equilibrio para permanecer de pie.
“Si hubiéramos cosechado 20 quintales de soja como fue históricamente en la zona, la mitad de los productores no estaría en condiciones de volver a sembrar”, admitió Marco Giraudo, productor de Las Isletillas y presidente del Consejo Provincial de Coninagro.
Esa mayor productividad a campo, sin embargo, ha sufrido los efectos de la erosión que provoca la suba de los insumos y de los servicios. En consecuencia, los productores deben destinar cada vez más kilos para cubrir la actualización de los costos. En mayo de 2013 necesitaban 51 quintales de soja para comprar mil litros de gasoil. En mayo pasado, para adquirir la misma cantidad del combustible debieron desembolsar el valor de 82 quintales: 60 por ciento más.
¿Y el precio de la soja? Prácticamente no tuvo variación en los últimos dos años. En mayo de 2013 le pagan al productor de la zona 1.500 pesos la tonelada, mientras que en mayo pasado le abonaron 1.520 pesos: 1,33 por ciento más.
Realidades
Las últimas dos cosechas de soja lo sorprendieron a Henry Pelassa, productor de Pampayasta. El rendimiento fue de 80 quintales entre las dos campañas.
“En dos años hicimos la producción que antes hacíamos en cuatro. Pero no se ref lejó en los márgenes”, sostuvo el productor que ya ensayó un posible cambio en su estrategia. “Si bien hay tiempo para hacer maíz hasta diciembre, si los números no cambian, no voy a hacer ni una hectárea. Irán todas a soja, con menos tecnología e inversión”, adelantó.
Los números del maíz que Pelassa trazó para la próxima campaña meten miedo. Sólo para afrontar el costo de la semilla, de fertilización y del alquiler (equivalente a 10 quintales), necesita obtener un rinde de indiferencia de 75 quintales por hectárea. Y a eso sumarle los costos de siembra y de cosecha. “El promedio de producción del maíz en la zona es de 80 quintales”, comparó.
Entre la producción agrícola y los servicios rurales, Jorge Galante había logrado diversificar la actividad agropecuaria. Sin embargo, la ecuación económica de este productor de Tancacha se fue precarizando en los últimos años.
“Hace 10 años, los márgenes permitían la inversión en maquinaria y hasta el riesgo de tomar crédito. Pero hoy, la rentabilidad, tanto como productor como contratista es nula”, destacó. Para la futura campaña, con el pago de un alquiler de ocho quintales de soja, Galante debe computar para este cultivo un rendimiento de indiferencia de 23 quintales, 35 por ciento más que en 2014.
El maíz, en extinción
La intervención comercial que pesa sobre el maíz hizo que el cereal esté en retirada en esta zona de Tercero Arriba. Y lo peor estaría por verse. “Si no hay ninguna señal de liberar el mercado, la superficie caería 80 por ciento. Hay preocupación entre los semilleros porque no hay reservas de bolsas”, comentó Giraudo, quien ya tiene decidido reducir la presencia del cereal en la rotación a una mínima expresión.
“De las 350 hectáreas agrícolas que trabajo, sólo voy a hacer 10 con maíz porque tengo la semilla y sé que voy a perder plata”, reconoció.
Con la menor presencia del maíz, el transporte es otro de los eslabones que siente el impacto. “Tengo dos camiones, uno modelo 2000 y otro 2002. Hasta el año 2008 veníamos muy bien, con buena rentabilidad. Pero desde la crisis de la resolución 125, cuando estuvimos dos meses parados, la actividad no levantó cabeza”, sostuvo Omar Ceridono, productor y presidente de la cooperativa La Vencedora de Hernando, afiliada a ACA.
Como agricultor, Ceridono trabaja un campo alquilado por el que paga un porcentaje sobre lo producido. “Comparto el riesgo con el propietario, pero al campo lo trabajo solo, sin empleados”, remarcó.
En Oliva, Alejando Buttiero alquila un pequeño campo familiar. “Si bien el costo del alquiler es fijo desde hace muchos años, los costos de la producción se han incrementado. Esto nos obligó a achicarnos. Subsistimos porque llegamos sin deuda y ayudados por la última cosecha”, reconoce el productor y actual vicepresidente de Coninagro en Córdoba.
Con una soja que tiene en su zona un costo de 32,54 quintales (incluida la confección del almacenaje en silo bolsa), Buttiero sostiene que el productor no se puede dar el lujo de guardar la cosecha, porque tiene mayores costos, penalidades por mermas y el riesgo de sufrir algún acto vandálico.