Una importación que importa, y mucho, en Rosario
vale 50 dólares menos que en el Mercado a Término de Buenos Aires. Aún computando lo que cuesta el barco desde Estados Unidos hasta Rosario, parece que les conviene. Y de paso cañazo, les meten un poco de presión a los productores y acopios locales para que vendan. No olvide que en Argentina tenemos uno de los polos de industrialización de soja más grandes del mundo; somos los principales exportadores de harinas y aceites. Las fábricas necesitan asegurarse la mercadería, porque tener los barcos estacionados sin carga cuesta mucha plata. –Un panorama complejo. –Bastante. Cómo será que ha tenido bastante repercusión en el seno de la Bolsa de Comercio de Rosario.
–Siempre usted con algún dato escondido: libérelo.
–Le cuento: aunque no se ha informado oficialmente quién es el comprador de la mercadería, los trascendidos indican que es Vicentin, la firma de la que forma parte el presidente de la Bolsa rosarina, Alberto Padoán. Si bien comprar soja en el exterior no resulta ningún tipo de delito ni nada que se le parezca; en un país como el nuestro donde las suspicacias son deporte nacional, que justo sea la empresa del líder de la entidad que es la referencia número uno en el mercado de granos, generó algún ruido. Otro amigo, en este caso periodista, me contó que intentó contactarse con alguien de la Bolsa para hacer una consulta técnica sobre este tema y la respuesta fue que, por ahora, nadie va a hablar. Toda una señal.