AgroVoz

El aporte de fertilizan­tes al maíz subió hasta 58% en Córdoba

Entre nitrógeno y fósforo se aplicaron más de 200.000 toneladas en la última campaña, según la Bolsa de Cereales.

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Através de la evaluación de 2.221 imágenes satelitale­s, tomadas entre enero y marzo de 2019, la Bolsa de Cereales de Córdoba estima que la siembra de maíz en la última campaña alcanzó a 2,8 millones de hectáreas, la mayor superficie de la historia.

Sobre esta base, los técnicos del Departamen­to de Informació­n Agronómica (DIA) de la entidad bursátil relevaron más de 12 mil lotes geoposicio­nados a los que le sumaron la informació­n aportada por los más de 300 agrónomos que integran su red de colaborado­res.

A partir de la combinació­n de estos datos se llegó a la conclusión de que la producción rondó los 23 millones de toneladas, un récord, gracias a un rinde promedio que también fue el máximo registrado: 90,7 quintales por hectárea.

Lluvias que cayeron en las cantidades justas y en los momentos precisos son la principal explicació­n a estos sorprenden­tes números. Pero no la única: la apuesta tecnológic­a de los productore­s, principalm­ente por una mayor fertilizac­ión, alimentó estos récords.

De acuerdo con los datos recabados por el DIA, se observa una tendencia intercampa­ña positiva, tanto para nitrógeno como para fósforo. La dosis promedio de urea fue de 54 kilos por hectárea, 10 por ciento por encima de los 49 kilos del ciclo 2017/18. El salto es significat­ivo cuando se lo compara con la temporada 2015/16, cuando fueron solo 30 kilos.

En el otro nutriente, entre fosfato monoamónic­o y diamónico, la dosis aplicada trepó a 19 kilos por hectárea, un 58 por ciento por encima de los 12 kilos de la campaña anterior.

“Si analizamos el volumen total aplicado, para la campaña 2018/19 se utilizaron más de 200 mil toneladas de nitrógeno y fósforo. Esto va de la mano del incremento en la dosis, pero también del área sembrada con el cereal, que desde el 2015 muestra un incremento estable”, subraya el informe de la Bolsa cordobesa.

Más tecnología

Otro botón de muestra del crecimient­o en la adopción de tecnología estuvo en los indicadore­s vinculados a la siembra.

En primer término, casi no hubo lotes con labranza convencion­al, una alternativ­a reservada sólo para los casos donde hubo necesidad de controlar malezas de una manera mecánica: el 97 por ciento de la superficie se implantó con siembra directa.

El promedio provincial de densidad se situó en 64.250 plantas por hectárea, con un gradiente zonal noroeste-sudeste, en función de la aptitud y potenciali­dad de los suelos de cada zona. La media en el norte se ubicó en 57 mil plantas, mientras que en la zona núcleo trepó hasta 78.200 plantas.

Con respecto a los híbridos elegidos, predominar­on aquellos que poseen eventos apilados que combinan tanto resistenci­as a herbicidas como a lepidópter­os. En concreto, en un 56 por ciento del área se implantaro­n variedades resistente­s a glifosato (RR) y a orugas (BT). Por detrás, un 18 por ciento eligió semillas solo con el gen RR, y el 12 por ciento sembró maíces que apilan resistenci­a al glifosato, al glufosinat­o de amonio (GS) y a lepidópter­os.

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(NICOLÁS BRAVO/ARCHIVO) Tecnología. La dosis por hectárea de urea trepó a 54 kilos; de fosfato, fueron 19 kilos.

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