Una virulencia que mantiene aislado el conflicto
Desde el mismo momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó a la propagación del virus Covid-19 (coronavirus) como pandemia, las prioridades en el mundo comenzaron a cambiar.
Sus efectos sobre la vida humana, la salud y la economía obligaron a los gobiernos nacionales a tomar fuertes medidas de prevención, con el compromiso solidario de todos los sectores.
El avance de la enfermedad cambió el orden de prelación de los conflictos preexistentes. Con buen tino, la Mesa de Enlace nacional se puso a disposición del gobierno central para trabajar en forma conjunta en el marco de la actual emergencia sanitaria. De esa manera, dispuso aislar el diferendo que mantienen con el Estado por la suba de las retenciones a la soja y la presión impositiva que pesa sobre la actividad.
La cúpula ruralista asegura que el contexto social, sanitario y económico obliga a trabajar de manera mancomunada para mitigar el avance de la enfermedad y seguir produciendo.
“El hecho de que las medidas hayan sido comunicadas a la sociedad por el presidente de la Nación junto a los gobernadores de los distritos más populosos del país (Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof) nos parece una muy buena señal y apunta a generar la unidad ciudadana que se requiere para combatir esta amenaza”, aseguró Daniel Pelegrina, presidente de la Sociedad Rural Argentina.
La dimensión que adquirió en la última semana el avance del virus respiratorio postergó la evaluación que la Mesa de Enlace iba a realizar sobre el paro de comercialización realizado entre el lunes 10 y el jueves 13 de marzo.
Mientras tanto, la actividad productiva intenta ser lo más normal posible, dentro de las restricciones. Por ejemplo, en los últimos 15 de días de marzo un total de 166 buques, en rada y anunciados, tienen previsto cargar 4,26 millones de toneladas de granos y subproductos oleaginosos en los puertos del Gran Rosario y de la provincia de Buenos Aires, según datos de la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios. El volumen ronda los mil millones de dólares.
Desde el sector agroexportador, aseguraron a Agrovoz que las operaciones no corren peligro. “El comercio exterior quedó al margen del cierre de fronteras, por razones obvias, pero sí se aplican protocolos muy estrictos para el control de la pandemia, según indicaciones gubernamentales y de las Naciones Unidas”, aclaró la fuente.
En las terminales portuarias, la carga de los buques es ahora sin intervención humana, y el personal secundario se ha reducido al mínimo. No obstante, esto puede cambiar si el Gobierno decide aplicar la cuarentena obligatoria en todo el país.
¿Otro aislamiento?
Más allá de estas restricciones sanitarias, el mundo exhibe hoy un escenario comercial de menores dimensiones.
Lejos quedará para nuestro país el desempeño exportador de 2019, cuando a partir de la cosecha récord con más de 141 millones de toneladas, los embarques de granos, aceites y subproductos de la molienda alcanzaron la cifra histórica de 100,46 millones de toneladas, según datos de la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios.
En el corto plazo, esa magnitud parece imposible de repetirse. La producción agrícola 2019/2020 será menor, y también los precios internacionales.
Debido a la menor demanda global por el coronavirus y la crisis financiera internacional, la soja está en el mercado interno en uno de sus peores momentos del siglo. Según un estudio de la Sociedad Rural Argentina, hay que retrotraerse hasta la campaña 2001/2002 para encontrar un precio en dólares constantes tan bajo como en la actualidad: menos de 200 dólares la tonelada.
Las consecuencias de esta depresión se verán reflejadas en la economía nacional en un menor desempeño del comercio exterior, agravado por un contexto financiero que la hace más vulnerable.
Los bonos argentinos se han convertido para los inversores en un activo de riesgo, por lo que la renegociación de la deuda sigue siendo una tarea trascendental.
Es que un posible escenario de default pondría al país en otra situación de aislamiento, que agravaría aún más los efectos del coronavirus y los conflictos internos latentes.
CONTENER AL COVID-19 SE HA CONVERTIDO EN UNA PRIORIDAD QUE POSTERGA AGENDAS E INSTANCIAS DE NEGOCIACIÓN.