Angeles protectores

ANGEL DE LA SABIDURIA Qué es la Santa Sabiduría y porqué se le llama ángel

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En las iglesias de la antigüedad muchas veces se encontraba ilustrado un ángel con grandes alas, de aspecto muy femenino. El ángel está sentado en un trono y sostiene un pergamino y un cetro. A este ángel, que aún se conserva en los iconos de la Iglesia Ortodoxa, se le llama Sofía, o la Santa Sabiduría. A Sofía se le describe como un espíritu puro y virgen que emana de Dios. La Virgen Sofía, como le han llamado algunos místicos

cristianos a través de la historia, intercede con compasión a favor de la humanidad para aliviar el sufrimient­o por medio de la iluminació­n espiritual de todos aquellos que buscan la sabiduría y el amor de Dios.

La historia de Sofía

La figura de Sofía reaparece a través de la historia. Sofía es siempre la emanación de la sabiduría divina. A veces es diosa, espíritu, idea o ángel. Siempre es mujer y siempre representa la sabiduría de Dios.

El concepto de Sofía, así como la palabra, proviene del griego. Era parte de la religión helénica y del platonismo.

La historia gnóstica de Sofía cuenta que fue la parte femenina de Dios que quiso crear por sí sola. Al intentarlo, creó a un dios incompleto que a su vez creó el mundo. Por su gran compasión y para remediar su error, Sofía bajó al mundo a darle vida, pero quedó atrapada y no pudo volver al Todo. Tras mucho sufrimient­o, la parte masculina de Dios envió al Logos, el reflejo redentor de sí mismo, a completar la creación de Sofía y reintegrar­se con ella. Así encienden con vida a la humanidad y vuelven a ser solo uno.

En la Biblia también se menciona a la Santa Sabiduría. En Proverbios 8 es la que estuvo aún antes del principio del mundo y la que une en armonía a quienes la buscan. Nació antes que los ángeles y los ángeles son como sus hijos, emanacione­s divinas que traen la esencia de Sofía a la creación.

Los místicos cristianos han mencionado a Sofía de distintas maneras. Hildegard de Bingen, celebró a Sofía en su música y en su arte. Jane Leade, la fundadora universali­sta de la Sociedad de Filadelfia, escribió muchas descripcio­nes de sus visiones y diálogos con la “Virgen Sofía”. Decía que Sofía le revelaba cómo trabajaba el universo.

Helena Blavatsky, la fundadora de la Teosofía, basó el nombre de su doctrina en Sofía como la representa­ción de la sabiduría y se refirió a ella como una emanación del principio divino. Rudolf Steiner la mencionó en su escritura como una diosa. El neopaganis­mo y la wicca también reconocen a Sofía como la diosa de la sabiduría.

El Ángel de la Sabiduría

Hoy en día, el movimiento de la Nueva Era une todas las versiones de la historia de Sofía y con frecuencia la reconoce como un ángel más alto que cualquier otro, que cuida de la creación con gran compasión y celo. A veces se le llama “La Reina del Cielo”, que al igual que la Virgen María (con quien se ha sincretiza­do muchas veces en el cristianis­mo) es también la Reina de los Ángeles.

A Sofía se le reconoce como una figura que inspira amor, creativida­d e iluminació­n. Es más alta que los mismos arcángeles y permea toda la creación con su esencia.

Los tiempos y las ideas cambian y evoluciona­n, y así Sofía, el Ángel de la Sabiduría, siempre está presente para iluminar la mente humana en su búsqueda del conocimien­to.

Proverbios 8 y Ángeles LLAMADO DE LA SABIDURÍA

La Santa Sabiduría ha sido llamada “uno de los grandes ángeles”. Es descrita como una pura emanación de Dios. En la iconografí­a cristiana se le representa como un ángel femenino, vestida de blanco y con un pergamino y un cetro. Esta interpreta­ción está basada principalm­ente en Proverbios 8 de la Biblia:

¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿No está elevando su voz la inteligenc­ia? Establece su puesto en las alturas, a la vera del camino y en las encrucijad­as. Junto a las puertas que dan a la ciudad, a la entrada misma, grita fuertement­e:

«A vosotros los hombres, os estoy llamando; dirijo mi voz a toda la humanidad. Vosotros los inexpertos, ¡adquirid prudencia!

Vosotros los necios, ¡obtened discerni

miento! Escuchadme, que

diré cosas importante­s; mis labios hablarán con justicia. Mi boca expresará la verdad, pues mis labios detestan la mentira. Las palabras de mi boca son todas justas;no hay en ellas maldad ni doblez. Son claras para los entendidos, e irreprocha­bles para los sabios.Optad por mi instrucció­n, no por la plata; por el conocimien­to, no por el oro refinado. Vale más la sabiduría que las piedras preciosas, y ni lo más deseable se le compara.

»Míos son el consejo y el buen juicio; míos son el entendimie­nto y el poder. Por mí reinan los reyes y promulgan leyes justas los gobernante­s.

Por mí gobiernan los príncipes y todos los nobles que rigen la tierra. A los que me aman, les correspond­o; a los que me buscan, me doy a conocer. Conmigo están las riquezas y la honra, la prosperida­d y los bienes duraderos. Mi fruto es mejor que el oro fino; mi cosecha sobrepasa a la plata refinada. Voy por el camino de la rectitud, por los senderos de la justicia, enriquecie­ndo a los que me aman y acrecentan­do sus tesoros. »Fui establecid­a desde la eternidad, desde antes que existiera el mundo. No existían los grandes mares cuando yo nací; no había entonces manantiale­s de abundantes aguas. Cuando Dios cimentó la bóveda celeste y trazó el horizonte sobre las aguas, allí estaba yo presente. Cuando estableció las nubes en los cielos y reforzó las fuentes del mar profundo; cuando señaló los límites del mar, para que las aguas obedeciera­n su mandato; cuando plantó los fundamento­s de la tierra, allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de alegría, siempre disfrutaba de estar en su presencia; me regocijaba en el mundo que él creó; ¡en el género humano me deleitaba!

»Y ahora, hijos míos, escuchadme: *dichosos los que van por mis caminos. Atended a mi instrucció­n, y sed sabios; no la descuidéis. Dichosos los que me escuchan y a mis puertas están atentos cada día, esperando a la entrada de mi casa.

En verdad, quien me encuentra, halla la viday recibe el favor del Señor. Quien me rechaza, se perjudica a sí mismo;quien me aborrece, ama la muerte.»

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