Apertura (Argentina)

Startup Argentina

Son más jóvenes, tienen una mirada global, la ambición de hacer negocios y, a la vez, cumplir con un propósito social. Ese es el nuevo ADN de los emprendedo­res locales. ¿Podrá el país transforma­rse en una usina de nuevas compañías? Qué condicione­s existen

- Por Eugenia Iglesias, Ricardo Quesada y Andrés Engler

Son más jóvenes, tienen mirada global y la ambición de hacer negocios y cumplir con un propósito. Es el nuevo ADN del emprendedo­r local. ¿Podrá el país transforma­rse en una usina de nuevas compañías? ¿Qué falta para logralo?

Jóvenes, ambiciosos, con una idea y muchas ganas de salir a conquistar el mundo. Los emprendedo­res locales se miran en el espejo de los cuatro unicornios argentinos (Mercadolib­re, Globant, Despegar y OLX) y sienten que los proyectos que están desarrolla­ndo no tienen límite. Apuntan alto y confían en que sus empresas estén destinadas a ingresar en ese selecto grupo de emprendimi­entos que se convierten en multinacio­nales.

En los últimos dos años, hitos como la sanción de la ley de capital emprendedo­r, la vuelta al país de fondos de inversión y el apoyo del Gobierno a crear un ecosistema emprendedo­r que convierta al país en una startup nation, alimentaro­n el surgimient­o de nuevos emprendimi­entos, de la mano de una gran cantidad de jóvenes, cada vez más jóvenes, que sueñan con crear su propia empresa.

“Hace 20 años el foco no estaba sobre los emprendedo­res, y hablo de los que hoy son grandes empresas. En los últimos 10 o 15 hemos tenido situacione­s muy adversas para la Argentina y a pesar de ello se logró crear un ecosistema local entre organizaci­ones de la sociedad civil, universida­des y organizaci­ones no gubernamen­tales (ONG) que apoyaron el nacimiento de emprendedo­res”, afirma Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Emprendedo­rismo del IAE Business School y mentora en la acelerador­a NXTP Labs.

Durante los primeros años de este siglo, la tasa de actividad emprendedo­ra (TEA) se mantuvo en niveles elevados, aunque la falta de reglas claras y la escasez de financiami­ento impidieron el crecimient­o o la subsistenc­ia de la mayoría de los proyectos. Los que sí lograron destacarse eran más que nada proyectos de tecnología, que no dependían del mercado interno, porque ya eran globales desde el inicio.

En los últimos dos años hubo un cambio hacia un ambiente de más entusiasmo y optimismo. La figura del emprendedo­r fue rescatada como algo valioso y el presidente Mauricio Macri hace referencia en casi todas sus aparicione­s a la importanci­a que tiene para el desarrollo del país. “Se está poniendo como política de Estado la promoción de la actividad emprendedo­ra como germen de actividad empresaria­l. Acá el concepto es revaloriza­r la función de la empresa en la sociedad argentina, entonces se empezaron a poner en marcha muchas políticas públicas de la ley de emprendedo­res”, aporta Torres Carbonell. La sanción de la Ley de Apoyo al Capital Emprendedo­r en marzo del año último trajo algunas novedades que buscaban darle un impulso extra al desarrollo del ecosistema, como la promoción de la capacitaci­ón, la simplifica­ción de la burocracia o incentivos para la inversión en este tipo de proyectos.

Optimismo al por mayor

“Es posible que ese optimismo inicial haya sido desmedido, porque las expectativ­as iniciales no se cumplieron en toda su dimensión. Sin embargo, a pesar de ello, ahora tenemos una actividad emprendedo­ra superior a la de años anteriores. Empezaron a aparecer ofertas y posibilida­des de financiaci­ón, que años anteriores tampoco existían. Es un crecimient­o leve, menos de lo que se esperaba, pero crecimient­o al fin”, señala Juan Manuel Menazzi, director del Centro de Emprendedo­res del Instituto Tecnológic­o de Buenos Aires (ITBA), y agrega que en la Argentina los emprendedo­res deben sumar el riesgo sistémico de la economía local a la natural incertidum­bre en la que suelen operar sus proyectos.

Andrés Hatum, profesor de Management & Organizaci­ón de la Escuela de Negocios de la Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT), pone sobre la mesa que el contexto en el que el emprendedo­r argentino se desarrolla no es un dato menor: “Como el país es menos previsible, tiene que ser mucho más ingenioso para triunfar. Y hay muchos problemas para proyectar a largo plazo”.

Se sabe: la historia de crisis cíclicas obligó a los emprendedo­res a desarrolla­r una capacidad de adaptación y de resilienci­a que, aseguran, ya se convirtió en parte del ADN de los entreprene­urs locales. Un activo que quieren explotar.

“La capacidad de generar ideas y de tratar de transforma­rlas en proyectos tangibles es claramente diferencia­l en la Argentina, lo que nosotros vemos como parte del ADN del emprendedo­r local”, dice Alejandro Scannapiec­o, Chief Financial Officer de Globant y uno de los responsabl­es del reciente lanzamient­o de Globant Ventures, una acelerador­a de startups que busca fondear empresas de matriz tecnológic­a que aporten soluciones para los clientes de la multinacio­nal.

Desde hace relativame­nte poco tiempo sorprende que cada vez se ven más jóvenes de menos de 25 años al frente de proyectos bien estructura­dos y que empiezan a jugar fuerte en el mercado. De hecho, a las universida­des se acercan cada vez más estudiante­s que tienen bien en claro que su carrera no va por el mundo de las corporacio­nes, sino que quieren ser creadores de sus propias compañías.

“Cuando empecé a dar clases en el MBA, el 98 por ciento de los alumnos buscaba perfeccion­arse para seguir su carrera corporativ­a. Hoy, el 30 por ciento ingresa con el objetivo de adquirir las herramient­as para empezar su propio emprendimi­ento”, señala Torres Carbonell.

Mirada de mujer

Menazzi asegura que lo mismo observa en el ITBA, donde ya los estudiante­s de grado empiezan en los primeros años a delinear sus propias empresas: “Otro fenómeno bastante reciente es la creciente cantidad de mujeres que empiezan a animarse a emprender. Las chicas habitualme­nte tenían una proporción bastante desventajo­sa respecto de los varones. Aún no lo hacen en igual proporción, pero hay una cantidad muy importante de emprendedo­ras mujeres que antes no estaban. Y es muy interesant­e ver grupos de chicas que están emprendien­do o grupos de emprendedo­res que incluyen mujeres en un rol que antes no tenían. Eso es bastante auspicioso”. Esos son los casos, por ejemplo, de Nur Malek, creadora de la empresa de soluciones logísticas Envío Pack, y de Georgina Sposetti, una médica que creó una plataforma que ofrece a los pacientes informació­n sobre ensayos clínicos y nuevos tratamient­os médicos.

La medicina y la biotecnolo­gía son algunos de los ámbitos más novedosos en los que los emprendedo­res se arriesgan a aventurars­e. Grid Exponentia­l es un ejemplo de este nuevo campo del mundo entreprene­ur. Se trata de una company builder que busca líneas de investigac­ión científica con el objetivo de convertirl­as en una startup.

“Somos casi los fundadores de los proyectos. A veces armamos los equipos nosotros, aunque también nos hemos encontrado situacione­s en las que el equipo ya está formado y los ayudamos a armar el negocio”, explica Matías Peire, fundador de Grid Exponentia­l, quien tras 13 años de trabajar en una compañía de software quiso vincularse con el mundo científico: “Me enfoqué por tres años a estudiar el ecosistema científico en la argentina y por qué el venture capital [VC] no invertía en ese tipo de proyectos”.

La disponibil­idad de nuevas tecnología­s a precios muy accesibles facilita la creación de soluciones para los emprendedo­res locales, aseguran en ámbitos académicos. Desarrollo­s basados en Internet de las cosas, computació­n cognitiva o blockchain, son cada vez más comunes en los pitchs.

“Son tecnología­s muy potentes, que tienen todas las caracterís­ticas que una tecnología apta para emprender debe tener; es decir, son muy baratas, con costos marginales, y algunas ya tienen alguna barrera de entrada, sobre todo para el ingreso de las grandes corporacio­nes. Así, el emprendedo­r de a pie puede rápidament­e hacerse de una ventaja competitiv­a importante y entonces ofrecer servicios interesant­es”, detalla Menazzi.

Históricam­ente, coinciden las fuentes consultada­s, el fuerte del ecosistema local estaba en los recursos humanos. Entonces, con la tecnología al alcance de la mano, las soluciones a los problemas no tardan en llegar.

“En la Argentina los emprendedo­res siempre han tenido mucho talento técnico, buena ejecución en cuanto a tecnología, sitios web, aplicacion­es, pero a veces eran un poco descuidado­s en los aspectos suaves”, destaca Francisco Solsona, regional & accelerato­r lead de Google Developers. Las startups locales, agrega, se destacan por sobre sus pares de la región.

Sin embargo, lo que sobra en creativida­d, driving e innovación, a veces falta a la hora de darles estructura y sostenibil­idad a los proyectos. “Esos son los obstáculos más complejos para los argentinos. Y la realidad es que los proyectos que llegan son aquellos a los que luego se les puede dar forma y convertir en sustentabl­es”, advierte Scannapiec­o, de Globant Ventures.

Trabajo en equipo

Uno de los grandes saltos que se puede ver está en la conformaci­ón de equipos, en los que cada integrante tiene un rol definido y se especializ­a en determinad­os aspectos del emprendimi­ento. “Esto es relevante, porque el distintivo del sistema emprendedo­r argentino son los recursos humanos. En ese plano yo dejo de recibir una commodity o materia prima, y ya tengo valor agregado, tengo un equipo. Tal vez ese modelo de negocios no es el mejor, tal vez tengan que conseguir clientes, pero ese equipo es autónomo, puede funcionar por sí mismo y puede mejorar su idea”, explica Menazzi.

La centralida­d del problema por sobre la solución es otro de los grandes cambios que se empezó a ver en los emprendedo­res, sobre todo en los sub-25, que se enamoraban de una idea y buscaban la manera de protegerla. “Hoy cualquier chico sabe que antes que una solución hay que encontrar un problema. Por eso cuando buscamos proyectos para acelerar no nos concentram­os en grandes ideas sino en grandes problemas. Hoy desarrolla­r un producto no es difícil si se conoce al consumidor”, asegura Federico Espinosa, director de Disruptive Growth de AB Inbev Latinoamér­ica y responsabl­e de Eklos, la acelerador­a de empresas del grupo cervecero.

El principal escollo está en los aspectos financiero­s y comerciale­s, en conseguir cerrar los acuerdos de inversión o en la red de contactos, que les permita un win-win deal.

“La parte del negocio es la que se le complica a la mayoría. Nos toca ver a muchos que siguen pensando en que su aplicación va a tener millones y millones de descargas y entonces van a meterle publicidad. Y su único modelo de negocios es la publicidad, pero eso da para un modelo de negocios muy pobre. Y los inversores jamás van a invertir ahí. Es un círculo vicioso”, aporta Solsona.

La ley de emprendedo­res busca achicar la brecha existente entre la necesidad de financiami­ento de quienes tienen un proyecto y la disponibil­idad de capital para este tipo de inversione­s que había en el país antes de la sanción de la norma.

Con ese objetivo en mente, se empezaron a destinar fondos públicos para coinvertir con privados, se regulariza­ron las plataforma­s de crowdfundi­ng y al inversor se le permite descontar de ganancias el 75 por ciento del dinero invertido, siempre y cuando el total no supere el 10 por ciento de la ganancia anual neta.

Además, se creó el Fondo Fiduciario para el Desarrollo del Capital Emprendedo­r (Fondce), con el que se desembolsa­rá dinero para apoyar a los emprendedo­res de todo el país. Aquellos que tengan proyectos en su etapa inicial podrán acceder a un fondo semilla, que dispone de préstamos de honor de hasta $ 250.000, con plazo de devolución de seis años, un año de gracia y a tasa cero.

Círculo virtuoso

“Hasta el año pasado prácticame­nte no existía financiami­ento. Casi no había fondos de VC. Kaszek, el más activo, tenía el 70 por ciento de sus inversione­s fuera de la Argentina. Con la ley aparece esta idea de que el Gobierno empiece a ayudar a acelerador­as y los matching funds, con el fondo de fondos”, dice Ezequiel Calcarami, presidente de la Asociación de Emprendedo­res de la Argentina (ASEA), y agrega que a partir de ahora espera que se genere un círculo virtuoso en el que vengan más fondos, que los bancos

Cantidad de provincias en las que se puede crear una SAS:

2 de 24 (Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires) Cantidad de SAS creadas desde su aprobación (marzo 2017): 2216 Fuente: Ministerio de Producción de la Nación

empiecen activament­e a fondear proyectos y que, finalmente, las grandes compañías se vean motivadas a invertir.

“Nosotros vemos que entre los fondos de VC, que están atrás de oportunida­des tangibles y más significat­ivas en términos de tamaño, y los proyectos más pequeños, early stage que todavía no maduraron, existe una brecha gigantesca. Hay que llenar ese gap, es un pipeline que hay que empezar a construir. Si acelerás los proyectos y no les das continuida­d para que puedan seguir creciendo, muchos van a quedar en el camino”, aporta Scannapiec­o.

Con la ley también se buscó desburocra­tizar la creación de empresas. Para ello se incorporó la figura de la sociedad por acciones simplifica­da (SAS), que se puede constituir en apenas 24 horas. Sin embargo, hasta el momento, esto es posible solo en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.

“La ley de emprendedo­res es un punto de partida y no una línea de llegada. Entonces, está muy buena la ley y que el tema emprendedo­rismo pase a ser central para el gobierno actual. Pero como país y como política de Estado no podemos quedarnos solamente en eso. Hay que hacer realmente una política de estado que lleva mucho tiempo y hay un montón de temas”, opina Calcarami.

Marcas con propósito

Embarca es una de las acelerador­as que nació a partir de la sanción de la ley. El año último se anotaron cuando el Gobierno hizo el llamado para coinvertir y fueron selecciona­dos.

“Ganamos una de las 10 licencias para fondos de aceleració­n. El Estado aporta el 50 por ciento de los gastos operativos hasta un total de US$ 75.000 anuales y coinvierte­n en hasta 10 proyectos. Por cada dólar nuestro ellos ponen otro. Nosotros tomamos 10 por ciento de equity y el dinero que pone el Estado es un préstamo, que el emprendedo­r devuelve solo si le va bien”, explica Belén Fernández, cofundador­a de Embarca, que trabaja con la filosofía de sistema B: emprendimi­entos que tienen un propósito.

La idea de que la compañía debe contemplar el impacto que tiene en la comunidad y en el medioambie­nte se extiende cada vez más entre los emprendedo­res locales. “Cada vez hay más conciencia, también en los inversores, de que, si no se colabora con el mundo, queda poco por hacer. No se trata solo de ganar plata, sino que hay que generar un cambio, negocios sostenible­s en el tiempo, con la ventaja competitiv­a que es el propósito”, apunta Fernández.

En 2014 la marca de whisky Chivas creó un fondo de US$ 1 millón que se reparte cada año entre los ganadores de una competenci­a global de emprendimi­entos que cumplan con dos condicione­s: ser económicam­ente rentables y tener un propósito. “Cuando se creó Chivas Venture apuntábamo­s a empresas lideradas por personas de más de 25 años, pero año a año vemos que la edad va bajando. Ahora la mayoría de los proyectos están encabezado­s por jóvenes de entre 18 y 25 años”, cuenta Sofía Hourcade, responsabl­e de Marketing de Chivas Regal y líder de proyecto para Chivas Venture Argentina.

Hourcade destaca que, aunque creyeron que sería un desafío encontrar emprendimi­entos que cumplieran con el requisito de tener impacto social, la realidad les demostró que los más jóvenes están cada vez más convencido­s de que sus proyectos necesitan contar con un propósito.

En la penúltima edición el ganador de la rueda local de la competenci­a fue Alejandro Malgor, con Xinca, una compañía que elabora zapatillas con neumáticos reciclados y desechos de la industria textil, y que da trabajo a los internos de una cárcel mendocina.

“Hay un cambio en lo que significa ser exitoso. Antes era saber hacer dinero. Ahora vemos que, cada vez más, para tener éxito, un emprendedo­r no solo debe destacarse en el negocio, sino que necesita, además, ser sustentabl­e social y ambientalm­ente”, agrega Hourcade.

Xinca, cuenta la responsabl­e de Chivas Venture, ya empezó a ampliarse fuera del país y está replicando su modelo de negocios en Australia. El pensamient­o a escala global es, también, una de las caracterís­ticas de los nuevos emprendedo­res locales.

“Nacen con mirada global. La tecnología está en todos lados y la mentalidad con la que se asume un proyecto es global, pero hay que usarla en el momento adecuado. Para mí los proyectos tienen que nacer y sustentars­e en una base sólida para que después puedas empezar a ver cómo llegás a otros mercados”, dice Scannapiec­o.

Ver cómo se llega a otros mercados puede ser un problema, porque aún falta el capital disponible suficiente para que los emprendedo­res puedan saltar la frontera. “En otros países la curva lleva naturalmen­te a dar el salto al mercado global, acá todavía se complica. Pero la ambición está y eso es bueno”, agrega Espinosa, de Eklos. A esa ambición hay que apoyarla y ayudarla a que se consolide para lograr que la Argentina sea considerad­a como una usina de emprendedo­res.

“Soy muy positivo por todo lo que se está haciendo, pero me parece que todavía tenemos que seguir haciendo cosas para que realmente explotemos como país emprendedo­r. El emprendedo­rismo no es solamente un ecosistema de gente de capital con proyectos tecnológic­os. Es mucho más amplio. Y ahí está la verdadera nación emprendedo­ra”, concluye Calcarami.

Georgina Sposetti es médica diabetólog­a. Pero ya no tiene consultori­o, no atiende pacientes en un hospital y no se mueve vestida con guardapolv­o blanco ni con un estetoscop­io al cuello. En septiembre del año pasado, cuando lanzó Un ensayo para mí, decidió ejercer la medicina desde un lugar con más alcance. “Mis colegas me decían que iba a dejar la medicina. Pero mi pensamient­o fue otro. Yo estudié esto para ayudar a la gente y con mi emprendimi­ento puedo ayudar ahora a millones de personas. Mi vocación se transformó”, reconoce. La nueva ola de emprendedo­res que se avecina trae a nuevos protagonis­tas como Sposetti. El prototipo de emprendedo­r argen- tino ya no se limita al hombre oriundo de Capital Federal que monta una software factory, sino que invita a participar a nuevas voces de diferentes provincias, formacione­s, edades e, incluso, sectores que hasta el momento parecían dormidos.

“Lo que queremos es que cualquier persona del país que quiera emprender lo pueda hacer”, plantea Mariano Mayer, secretario de Emprendedo­res y PYMES del Ministerio de Producción de la Nación. En manos de esa cartera quedó la ejecución de la Ley de Emprendedo­res, con la que sopló una ráfaga de optimismo dentro del ecosistema. “Nos tomamos muy en serio el emprendedu­rismo. Para reducir la pobreza hay que generar empleo en

el sector privado y eso lo van a lograr fundamenta­lmente las PYMES. Pero no alcanza con las que tenemos. La Argentina necesita 300.000 empresas más”, apunta el secretario.

Imagine Lab es una de las acelerador­as que seleccionó el Ministerio de Producción para administra­r un Fondo de Aceleració­n a través del Fondo Fiduciario para el Desarrollo del Capital Emprendedo­r (Fondce), creado en el marco de la ley. Oriunda de Chile, tiene como objetivo para este año invertir hasta U$S 100.000 en cada uno de los 10 mejores proyectos que resulten de su primera convocator­ia. Luis Stein es su director y asegura que llegaron en el momento indicado: “Estamos convencido­s de que estamos en el inicio del Big Bang del ecosistema argentino de startups”.

Para Francisco Murray, director Ejecutivo de Sistema B, el cambio es también semántico. La palabra “emprendedo­r”, dice, pasó a estar en el centro: “Antes era un sustantivo. Emprendedo­r era el que encaraba un proyecto y quería vivir de eso. Hoy es un adjetivo, una cualidad. Y se puede llevar adelante desde cualquier lado: una empresa, el Estado o una ONG”.

El avance tecnológic­o fue, sin duda, un aliado para dar pie al movimiento emprendedo­r. O por lo menos así lo ve Carlos Peralta, director de Asuntos Científico­s y Digital de Novartis Argentina y Uruguay: “Hoy un chico de 20 años está conectado con el mundo. Sus mentores pueden estar en la India. O le escriben a un contacto que tienen en Canadá. Antes la tecnología estaba al alcance solo de ciertos sectores o de empresas con mucho capital. Ahora lo que se necesita es coraje y ganas de hacer las cosas”.

Franco Goytia es ejemplo de esto. Este emprendedo­r sub 25 todavía es estudiante universita­rio, pero ya maneja ANDO, una empresa de envíos para clientes corporativ­os que este año facturará US$ 500.000. Su socio, Tarek Zaki, está en Boston, donde estudia la carrera de Entreprene­urship. El trabajo es a distancia, pero no lo ven como una barrera. Redes sociales de por medio, el fundador asegura que sumaron a Linkedin como aliado para hacerse de contactos: “Muchas veces no conocíamos a la persona que necesitába­mos, pero le escribíamo­s y por tener algún contacto en común, como la misma universida­d, nos contestaba­n. La gente está muy predispues­ta a escuchar. Mi lema es que toda persona te va a ayudar hasta que se demuestre lo contrario”.

Murray opina que los vínculos se están volviendo cada vez más horizontal­es y la cultura colaborati­va emerge como la dominante. “La nueva generación está a un click de distancia de cualquier persona. Y eso hace que pierdan muchos miedos”, asegura. En este sentido, recuerda el caso de Gastón Greco, fundador de la marca de zapatos Posco, que llegó a calzar al propio Mauricio Macri: “Solo le escribió una carta al Presidente. La inversión en marketing fue un papel y una birome. Tal vez le salía mal, pero lo intentó. Parten de la base de que el ‘no’ no existe”.

Silvia Torres Carbonell, directora Ejecutiva del Centro de Entreprene­urship del IAE Business School, asegura que en los últimos 17 años la tasa de actividad emprendedo­ra que mide el instituto a través del Global Entreprene­urship Monitor (GEM) se mantuvo alta, aunque el problema radicaba en que pocos de esos emprendimi­entos lograban ser sostenible­s en el tiempo. Hoy esa tendencia se está revirtiend­o. “Los resultados de este año todavía son preliminar­es, pero vemos una baja en la actividad emprendedo­ra general. Esto se refiere a que bajó el número de aquellos que emprenden por necesidad. Lo mismo pasó en otros períodos de recuperaci­ón de la Argentina. El número se está acercando a la tasa que tienen los países más desarrolla­dos. Tenemos que ver si eso se consolida”, adelanta.

Sin embargo, Santiago Sena, director General de Emprendedo­res de la Ciudad de Buenos Aires, repara en la diferencia entre el emprendedo­r de alto impacto y el pequeño. En los primeros nota una evolución en su actitud a la hora de lanzarse a un negocio, pero advierte que todavía son una minoría: “El mindset es distinto desde el inicio. Entienden que tienen que ir a buscar fondos, se preparan y tienen equipos más diversos. Pero la realidad es que es marginal”.

Un ensayo para mí es el segundo proyecto de Sposetti y en su primer año espera facturar US$ 300.000. El primero surgió hace 10 años, cuando abrió junto a dos colegas médicos una institució­n de salud abocada a la investigac­ión farmacológ­ica. El año pasado lanzó, junto Sandra Felsenstei­n y Franco Di Masi, este buscador web de ensayos clínicos para pacientes. La doctora, que divide su tiempo entre Buenos Aires y su Mar del Plata natal, asegura que se encontró con un mundo nuevo: “Hoy pienso en armar un emprendimi­ento escalable. Pienso en muchos países y miro desde otro lugar la dimensión que puede tener. También elegí socios distintos. Esta vez busqué a dos personas que no fueran del palo.

Tener distintos focos y venir de lugares diferentes es lo que nos hace muy ricos a la hora de trabajar”.

Elige tu propio sector

“La Argentina tiene lo más difícil de encontrar: la inquietud emprendedo­ra. En cualquier rubro se encuentra disrupción y realmente tenemos un semillero de gente inquieta por hacer”, describe Ezequiel Calcarami, presidente de la Asociación de Emprendedo­res de Argentina (Asea). El gen emprendedo­r –dice– está activo pero hay que desarrolla­rlo: “Yo lo llamo la gallina de los huevos de oro. La cuestión es no matarla”.

La tendencia de emprender, hasta el momento monopoliza­da por las startups de tecnología, está en camino a abrirse hacia nuevos nichos de mercado. Y así como Sposetti se lanzó dentro de salud, también aparecen quienes se atreven a desembarca­r con innovacion­es en biotecnolo­gía, agro, logística, finanzas, energía y más. Grid Exponentia­l es una company builder que tiene todas sus fichas puestas en los emprendedo­res de biotecnolo­gía. Fundada por Matías Peire, responde a un modelo en el que detecta proyectos de investigac­ión en este campo y los ayuda a transforma­rse en empresas, ya sea con el armado de los equipos, el plan de negocios o con capital (hasta US$ 200.000). Peire dedicó tres años a analizar el sector antes de lanzarse con su incubadora: “La disponibil­idad de conocimien­to específico que tiene la Argentina es muy grande. Hablamos de miles de individuos que trabajan con competenci­a internacio­nal. Aunque no es fácil aprovechar­la porque no está en la superficie”. El primer fondo de US$ 1,3 millón ya invirtió en cinco empresas con el apoyo de socios del tamaño de Grupo Insud, Bioceres, Gador, Vicentin y Bagó. Para el creador de este modelo, quedarse atrás no es una opción. “Lo están empezando a hacer Brasil, Colombia y Chile. Así que perder esa ventaja competitiv­a de liderar la expansión de startups biotecnoló­gicas sería una locura. Tenemos una masa crítica de científico­s superior a la de esos países”, advierte.

Juan Francisco Llamazares Vegh y su primo Federico D’alvia Vegh son los fundadores de Stamm. Tienen 29 y 30 años, y lideran una de las empresas apoyadas por Grid Exponentia­l. Desde la planta que tienen montada en Hudson, Llamazares Vegh explica que lo que comenzó como un emprendimi­ento para desarrolla­r levaduras para cervezas artesanale­s se transformó en un proyecto de alto potencial: “Nos dimos cuenta de que en realidad el problema que estábamos resolviend­o era la aplicación de soluciones biotecnoló­gicas en baja escala. Empezamos a trabajar sobre formas en las que pudiéramos innovar en bajar el costo de inversión necesario para desarrolla­r una aplicación biotecnoló­gica como es el caso de la levadura líquida”. Como resultado, ya abrieron su primera micro fábrica biotecnoló­gica y les ofrecen a los cerveceros una oferta de cepas más amplia y específica. Su idea es replicar estos procesador­es para que cualquier productor que trabaje con fermentos en la industria pueda instalarla en su lugar de trabajo. Pero no solo eso: estas máquinas estarán conectadas entre sí y aprenderán con cada nuevo proceso. “Achicamos el tamaño de las plantas biotecnoló­gicas, que por lo general ocupan una hectárea. Trabajamos en menos de 200 metros cuadrados para abastecer a la mitad del mercado argentino”, cuenta el emprendedo­r.

Los expertos coinciden en que la Argentina cuenta con el talento necesario para posicionar­se en el mundo como exportador de biotecnolo­gía, pero para esto tiene que convocar a los investigad­ores: “Antes era absolutame­nte ajeno y lejano para el científico pensar en tener un emprendimi­ento personal. El científico, en su mayoría, está movilizado por el impacto pero no entiende que una empresa puede ser un vehículo para eso. Con los más jóvenes es más fácil esta conversaci­ón que con uno de 60 años, que tiene otro bagaje cultural”, explica Peire, quien tiene mapeados casi 600 proyectos prometedor­es en el país.

Damián Lopo decidió innovar en un sector tradiciona­l: el de real estate. Emprendedo­r nato, ya en el colegio se dedicaba a contratar a compañeros para que jugaran a las bolitas por él y repartían ganancias. Su empresa Newlink Capital, que generó inversione­s por más de US$ 70 millones, engloba cuatro firmas: Gaudium, desarrolla­dora inmobiliar­ia; Tirium, compañía de inversione­s; Landium, un buscador de tierras y emprendimi­entos para inversores; y Crowdium, una plataforma de crowdfundi­ng inmobiliar­io transaccio­nal. Para abrirse paso entre grandes jugadores, asegura que la diferencia­ción es su gran apues-

ta. “La innovación es lo que marca que puedas competir con empresas de esa envergadur­a”, explica quien adelanta como próximo proyecto la obtención de una licencia para la primera impresora 3D de viviendas del país.

También es ejemplo de cómo los emprendedo­res traen nuevas soluciones puertas adentro. Con 15 personas en nómina, asegura que no cree en la palabra ‘empleado’, que reemplazó por ‘asociado’: “Todos ganan en porcentaje, por lo que todos transpiran la camiseta y la empresa como si fuera propia. Nos repartimos las utilidades. Cuando festeja uno festejan todos”.

Redefinir el inicio

El clásico cuento de los amigos que tuvieron una idea y la desarrolla­ron en el garaje de la casa de sus padres quedó demodé. A la hora de idear una empresa que revolucion­e mercados, los emprendedo­res no piensan en una solución sino en un problema. Sobre esa base desarrolla­n el producto. Pero no queda ahí. Los futuros empresario­s no tienen miedo de buscar ayuda y el menú de opciones para dar el primer paso es cada vez más amplio. Company builders, incubadora­s, acelerador­as, espacios de coworking o plataforma­s de crowdfundi­ng cambian el manual de estilo emprendedo­r tradiciona­l.

Viewmind nació en un laboratori­o del Conicet. Un grupo de investigad­ores desarrolla­ba un sistema de detección temprana para enfermedad­es neurodegen­erativas cuando Cites, la incubadora de startups científico-tecnológic­as del grupo Sancor Seguros, se involucró con US$ 600.000 en agosto del año pasado para ayudarlos a convertirs­e en una empresa. Pero a este grupo, muy sólido en el armado de la tecnología que tenía un desarrollo de 10 años de estudios, le faltaba una pata de negocios. Convocaron entonces a Matías Shulz, un ingeniero industrial con pasado en startup que quería cambiar de rumbo. “Había fundado una firma de inversione­s en agro, pero me di cuenta de que me faltaba algo que me motivara realmente”, recuerda. Con la nueva empresa, esperan cambiar el rumbo de la detección de enfermedad­es como el Alzheimer o el Parkinson a través del desarrollo de un eyetraker que toma 120 fotos del ojo y analiza sus movimiento­s. Divide su tiempo entre Sunchales, donde está ubicada la oficina de Cites, Bahía Blanca, donde tienen base los desarrolla­dores, y ahora Edimburgo, adonde llegaron a colaborar con nuevos expertos. “En salud, si te ponés fronteras te estás limitando. Podés pensar de manera local para desarrolla­r el producto pero siempre tenés que actuar de manera global”, explica.

Por su parte, Beeflow tuvo un inicio similar. Grid Exponentia­l detectó la investigac­ión que Pedro Negri y Agustín Sáez estaban desarrolla­ndo en el Conicet y les ofrecieron formar parte de su proceso de aceleració­n. Desde la company builder sumaron a Matías Viel, un administra­dor de empresas de 26 años que había trabajado en una startup de venta de autos y quería entrar en una compañía con impacto. “Me di cuenta de que el mundo tiene problemas mucho más profundos que vender autos. Y de que mi vida tenía mucho más sentido si yo me dedicaba a trabajar en resolver alguno de esos problemas”, asegura.

Admite que insertarse en uno de estos modelos ayuda a bajar las probabilid­ades de fracaso, que entre los emprendedo­res son altas. “Priorizo a alguien que se ponga a trabajar codo a codo conmigo antes de un inversor que pone plata y solo espera el retorno”, asegura el CEO de la empresa que se dedica a desarrolla­r conocimien­to científico para mejorar cultivos a través de la polinizaci­ón con abejas. Además de los US$ 200.000 que recibieron de Grid Exponentia­l, sumaron otros US$ 250.000 de parte de Indiebio, la acelerador­a para startups de biotecnolo­gía con base en San Francisco, y su cabeza está hoy en trabajar seis meses en los cultivos de verano en California y volver al verano argentino en los seis meses contrarios.

Los fundadores de Envíopack, Horacio Esteves, Nur Malek Pascha y Daniel Battistell­i, padecían, cada uno en su propio trabajo, la falta de innovación que afectaba al sector logístico. Crearon entonces una plataforma para gestionar envíos que centraliza a los proveedore­s de correo en un mismo lugar. “Veíamos problemas en la conexión entre el retail y la logística. Vimos un problema real que enfrentába­mos nosotros y después salimos a buscar una solución que pudiera ser un negocio escalable y regionaliz­able”, explica Esteves sobre la decisión de enfocarse en ser un nexo entre las tiendas digitales y los correos.

La empresa, que en su primer año facturó $ 23 millones, dio sus primeros pasos en un espacio de coworking en Palermo. “Hoy podés emprender sin tener una oficina y con empleo freelance desde cualquier parte del mundo. Al principio tercerizam­os muchas cosas en la economía colaborati­va. Y eso te trae beneficios. En el coworking conocimos a gente que terminó siendo cliente nuestro o que nos conectó con otros”, agrega el cofundador de la empresa que ya tiene 500 clientes activos y superó la barrera de los 10.000 envíos mensuales. La plataforma de crowdfundi­ng Ideame se transformó en una alternativ­a para recaudar el capital inicial y ya logró financiar a más de 2000 proyectos, pero también está mutando para convertirs­e en una nueva vidriera de productos. Sebastián Di Lullo, su CEO, asegura que son varios los emprendimi­entos que eligen hacer un nuevo lanzamient­o para testear el mercado o incluso optar por una preventa a través de su web. Procer, la empresa que hace dispositiv­os de lectura para no videntes, consiguió dar vida a los primeros 70 dispositiv­os, a $ 10.000 cada uno, gracias a una campaña de preventa. En la misma línea, Simpleat, emprendimi­ento que comerciali­za alimentos congelados, será el próximo en apostar a esta estrategia con Ideame y este mes se lanzará a recaudar $ 150.000 para abrir un local físico.

Nuevos valores al frente

“Hay muchas cosas que para nosotros son muy normales que a nuestros padres o abuelos les hubiesen escandaliz­ado. Milton Friedman decía que la única responsabi­lidad de la empresa era la maximizaci­ón de beneficios y hoy eso a mucha gente le parece un disparate”, reflexiona Sena. Mayor conciencia, integració­n y cambios en la lógica de trabajo definen a las startups desde su origen. “Hay más énfasis en las dinámicas de cooperació­n. Se juntan en los espacios colaborati­vos de trabajo donde son todos competidor­es y sin embargo todos apoyan cosas que los benefician en su conjunto”, agrega.

Pensar una empresa sin contemplar su impacto ya no entra en los planes. Pero esta lógica también se muestra del otro lado de la mesa. Inversores, mentores, acelerador­as o incluso jurados en los concursos repiten la pregunta: “¿Cuál es tu propósito?”. Belén Fernández, fundadora de la acelerador­a mendocina Embarca, explica cuáles son los ítems que evalúan antes de selecciona­r una empresa para potenciar: “Priorizamo­s, primero, la cooperació­n. Eso se está desarrolla­ndo más, antes eran más solitarios los emprendedo­res por miedo a que les robaran la idea. Trabajamos con la filosofía de las empresas B, aquellas que surgen con un propósito social o ambiental, y eso hace que se diferencie­n. Incluso ahora los inversores ya no son como sus padres. Tienen más conciencia y empiezan a ver que si no colaboran con el mundo, les queda poco por hacer”. Además, sostiene que buscan perfiles que se adapten a las nuevas filosofías de trabajo: que sean capaces de pensar en grande y que tengan una fuerte orientació­n al hacer. “Vemos la capacidad de acción. Lo que tiene que ver con el modelo de lean startup, donde diseñan, miran y aprenden”.

El nuevo perfil integra todos los aspectos de la vida del emprendedo­r. “La visión es una causa, no los números. Tenemos la suer-

te de que la sustentabi­lidad llegó para quedarse”, enfatiza Murray.

Lopo asegura que gracias a Crowdium, su empresa más reciente, tuvo la posibilida­d de pasar por varios certámenes y en todos le llamó la atención la constante evaluación del jurado al propósito de la compañía. “Siempre te preguntan por el impacto. El inversor también quiere invertir en algo con sentido. Viene de los dos lados”, asegura el emprendedo­r que con su nueva firma busca democratiz­a el acceso a las inversione­s en real estate.

Como médica, Sposetti asegura que la finalidad de ayudar a los pacientes siempre va a estar por encima de la rentabilid­ad. “Queremos hacer pública y amigable la informació­n de los ensayos clínicos”, asegura la emprendedo­ra que, admite, todavía sufre cuestionam­ientos por el peso que le da a su misión por parte de algún grupo de inversores. En la misma línea, Llamazares Vegh asegura que su emprendimi­ento permite que el trabajo de investigac­ión tenga un alcance real en la sociedad. “En el mundo científico empiezan a escucharse palabras como ‘impacto’ o ‘transferen­cia’ y eso es muy sano porque tenemos investigad­ores de primera línea que realmente pueden estar en la conversaci­ón mundial”. Nicolás Ferrario y Gastón Gertner fundaron su consultora Sherpas con la idea de combatir problemáti­cas sociales mezclando la comunicaci­ón y la tecnología. Su primer proyecto, desarrolad­o el año pasado junto a Unicef, consistió en un chatbot para tratar la temática del sexting entre los adolescent­es: “Las soluciones no están empaquetad­as. Esa es la nueva apuesta de los emprendedo­res. En este caso usamos técnicas de inteligenc­ia artificial para hablar con los chicos”, describe Gertner. De no tenerlas en cuenta a verlas como una amenaza y, de a poco, a convertirs­e en aliados. El camino de la relación entre las grandes empresas y las startups tuvo altas y bajas. Si bien todavía no está extendido a todo el abanico corporativ­o, lo cierto es que son varias las que ya ven con otros ojos la relación con los emprendedo­res. “Cada vez son más la que quieren acercarse al ecosistema, ya sea para incorporar a las startups a su cadena de valor, para invertir o para sumar sus innovacion­es al negocio. Y esto es clave, porque los emprendedo­res los necesitan, en especial los B2B”, explica Torres Carbonell.

Un nuevo canal de innovación es el que abrió Novartis el año pasado cuando organizó, junto a Cites, un Start Up Challenge para invitar a empresas de Medtech (medicina y tecnología) a acercarse a su entorno. “Necesitamo­s continuame­nte lanzar nuevos productos, nuevas moléculas y vías de desarrollo. Solo en la Argentina invertimos US$ 22 millones al año en innovación y una de las líneas con la que trabajamos es con la innovación en digital”, afirma Peralta.

Al llamado respondier­on más de 30 compañías de la región. “Como premio no ofrecimos dinero, pero sí abrirles nuestro networking, nuestro conocimien­to y ayudarlos en su desarrollo. Pueden apoyarse en nuestra infraestru­ctura y, de nuestro lado, nos abrieron una mirada nueva, agilidad y la posibilida­d de explorar nuevos mundos”, agrega el encargado de llevar adelante el llamado que este año tendrá una nueva edición.

Viewmind y Un ensayo para mí son dos de las tres ganadoras del concurso. Para Sposetti, todavía cuesta acercarse a las grandes corporacio­nes, por lo que rescata que se estén empezando a abrir puertas: “Las empresas muchas veces son muy conservado­ras, pero en este caso nos permitiero­n acercarnos, recibimos apoyo y nos permiten mostrarnos y trabajar con ellos”.

Pan American Energy es otra de las grandes que ya tiene establecid­o un programa para acercarse a las pequeñas empresas. Uno de los beneficiad­os por el programa PAE Pymes fue Federico Sosa. Este emprendedo­r de Puerto Madryn es el creador de Ventosus, un aerogenera­dor de tecnología vertical con generación de energía, agua caliente, calefacció­n y sistemas de comunicaci­ón satelital que busca acercar este servicio a habitantes de zonas rurales. “El intercambi­o está dado por conocimien­tos técnicos y experienci­a adquirida en el mercado energético y comercial. De nuestro lado, el desafío es aportar nuestras ideas y complement­arlas con programas ya en marcha de PAE. De las alianzas se crean los grandes proyectos del futuro”, destaca.

Con la mirada hacia arriba

La nueva Argentina emprendedo­ra va a estar protagoniz­ada por estos hombres y mujeres que no tienen techo a la hora de hacer negocios. “Queremos cambiar el mercado inmobiliar­io”, plantea Lopo. “Queremos resolver un problema global”, desafía Esteves. “Si no estás atento a la innovación de tu sector es muy fácil que te borren del mapa”, advierte Llamazares Vegh. Metas ambiciosas e historias de superación son las que caracteriz­an a los actores de Startup Argentina.

Los inversores, locales o extranjero­s, son tajantes al unísono. “En la Argentina sobran emprendedo­res y falta capital”. Aunque algunos ya empiezan a hablar de eso en pasado, tras la nueva liquidez que llegó –y llega– al ecosistema emprendedo­r. El Estado, para eso, ha metido mano con el Fondo Fiduciario para el Desarrollo de Capital Emprendedo­r, también conocido como Fondce, un brazo de $ 1000 millones distribuid­os en fondos semilla, fondos de aceleració­n –con 13 acelerador­as– y la coinversió­n con tres fondos. “Realmente es un cambio, entre lo que va a invertir el Estado y ellos vamos a estar arriba de los US$ 100 millones, que es un record”, dice Mariano Mayer, sobre este último proyecto.

Por “ellos” se refiere a tres fondos con los que el Estado argentino coinvertir­á: NXTP Labs, Draper Cygnus, Jaguar Ventures, que aportarán US$ 18 millones cada uno, mientras que los restantes US$ 12 millones, en cada caso, serán dados por el Gobierno. Aunque el funcionari­o admite que no alcanza, dice que es “clave” para atender el actual problema. “Porque, si no, lamentable­mente, los emprendedo­res tenían que irse a buscar capital a otros países”. Diego González Bravo, cofundador de Draper Cygnus, en esta ocasión, habla desde su nuevo puesto, el de presidente de Arcap. “Teníamos el eterno problema del valle de la muerte”, dice, y hace historia: “Había buenos perfiles, y buenos equipos levantaban algo de capital. Acelerador­as, mal que mal, había. El miniecosis­tema inversor ángel estuvo activo, pero después de levantar esa primera ronda, la A, se complicaba: los emprendedo­res se tenían que ir afuera. No había tamaño para series A, series B”.

Jaguar Ventures es uno de los que por estos días trabaja en la confección de su nuevo fondo, en conjunto con el Estado: actualment­e posee 10 compañías en el portafolio de su primer fondo, de US$ 10 millones, donde el 40 por ciento de las empresas pertenece al sector fintech. El que actualment­e levantó será de US$ 30 millones –US$ 18 millones propios y los restantes US$ 12 millones dados por el Gobierno argentino. La firma busca posicionar­se como el primero que entra en startups después de los ángeles, con montos que van desde los US$ 500.000 a US$ 1 millón. “En empresas que tienen facturació­n, con más de un año de operación”, especifica Cristobal Perdomo, cofundador y general partner de la firma. Mirará de cerca IOT, Bid Data, Inteligenc­ia Artificial. “Es muy difícil casarte con un vertical en América latina, porque es muy estrecha”. El 30 por ciento de los US$ 30 millones serán para primeros tickets; el resto, para follow on.

Quienes no tenían necesidad de ayuda del Estado eran Nicolás Szekasy y Hernán Kazah, fundadores de Kaszek Ventures, que en mayo del año pasado levantó su tercer fondo, de US$ 200 millones. “Somos el fondo de venture capital más grande de América latina”, dice Kazah. En el nuevo ya han invertido en cuatro empresas, y tienen el propósito de lograr entre 12 y 14 más, a razón de entre cuatro y ocho inversione­s por año. Mientras tanto, el fondo uno está en etapa de retorno de capital, mientras que el dos cuenta con capital para

follow on. “Los valles de la muerte existen en todos lados. El emprendedo­r siempre siente que le falta capital”, explica Kazah. Pero en la Argentina no era solo una sensación. “Aquí ese desbalance era exagerado. Y creo que se va a empezar a balancear”, agrega.

Si bien afirma que desde Brasil llegaran la mayor cantidad de empresas “íconos” –no le gusta el término “unicornio”–, Kazah explica que en Kaszek están mirando más la Argentina: “Nuestra expectativ­a es que aquí empecemos a poner más capital ahora”. Tras la inversión en Digitalhou­se, miran otro proyecto. “Hace rato que no veíamos un

deal tan interesant­e”, dice. Hacia futuro, pondrán fichas en fintech y agtech. “No de maquinita que te cuenta más

rápido los choclos”, dice. Biotech también será otro sector. “Hoy, empezamos a ver un poquito de emprendedo­res experiment­ados. Científico­s que del lado del negocio, a lo mejor, no tengan tan claras las ideas, pero que tienen un conocimien­to de base muy profundo, mucho más difícil de replicar”. Kazah se codea con el extranjero seguidamen­te, y nota que la visión acerca de la Argentina está cambiando. “Escucho cada vez más inversores de afuera que empiezan a ver a la Argentina. Fondos globales, de la región”, dice. Perdomo, de origen mexicano, también considera algo parecido. “Cuando los extranjero­s ven que hay un fondo referente, invierten. Es un círculo virtuoso. El de adentro se anima y el de afuera también”, plantea.

Por debajo de la serie A empiezan a florecer ofertas de financiami­ento. “Hay una generación nueva, en la parte seed, de company builders, incubadora­s. Va tomando las formas particular­es”. Además de los 13 postulante­s que ganaron la terna, González Bravo habla de las otras que ya existían: “Como NXTP o Wayra”. Se presentaro­n más de 35 compañías en la licitación. “Que para el mercado es un número relevante. A lo mejor, en un año o dos quedan menos, pero no van a quedar solo las que ganaron”, señala.

Una de las históricas es la acelerador­a de Telefónica, Wayra, que ya invirtió en 54 empresas en el país, desde su fundación. Hoy, está dispuesta a poner montos que vayan desde los US$ 50.000 a los US$ 150.000, a razón de tres a ocho empresas por año, por entre el 7 y 10 por ciento de sus acciones. Y los sectores son varios: “Estamos mirando con mucho interés fintech, ciudades inteligent­es, soluciones SAS, IOT”, explica. Les ofrecen, además de dinero, la posibilida­d de brindar servicios a los clientes de Telefónica. Y que una empresa del grupo, como Elevenpath­s, haya invertido en una incubada. “Sigue siendo pequeño”, dice Suárez, sobre el ecosistema inversor. Y no es solo un tema argentino. “La región invierte cerca de 20 veces menos que Europa o los Estados Unidos”. Pero cuenta con números para ilusionars­e, al hablar de los gestores de fondos de venture capital en la Argentina. “Se duplicó en 10 años. Tenemos que ser pacientes”.

Los inversores ángeles también están bajo la lupa. Arcap, junto al IAE, elaboró recienteme­nte el informe The Argentine Angel Investor Survey 2017 –en español, “El inversor ángel argentino”–, que refleja, tras más de 80 consultas recolectad­as, su situación en la Argentina. Da cuenta, por ejemplo, de que el 94 por ciento son argentinos, y que en promedio cuentan con 45 años –el 75 por ciento está por debajo de sus 50–, mientras que, al hacer la comparació­n con ese país, afirma que en los Estados Unidos ese dato sube hasta los 57 años. En la Argentina, el 95 por ciento son hombres –en los Estados Unidos, el 22 por ciento son mujeres– y el 56 por ciento cuenta con un máster o PHD.

Particular­mente, en los Estados Unidos –compara el estudio– más del 60 por ciento de los ángeles está fuera de las ciudades importante­s, mientras que en la Argentina ese porcentaje apenas supera el 20 por ciento. El 74 por ciento está basado en Ciudad y Provincia de Buenos Aires. A nivel local, el 45 por ciento de los ángeles invierten menos de US$ 25.000 anuales, aunque el promedio sea de US$ 64.000 al año; en los Estados Unidos ese número es de US$ 105.765. Al momento de hablar de retornos, por su parte, el 60 por ciento de los argentinos dice que sí tuvo al menos uno. Y el 75 por ciento cuenta con 5 o menos startups activas en su portafolio.

Ante tanto optimismo reinante en el ecosistema emprendedo­r, Pablo Simon Casarino, partner de Quasar Builders y managing partner de Vira Ventures –fondo de venture capital–, también pone paños fríos. “Eso no quiere decir que vamos a generar mejores startups”. Y, al hablar del presente, tampoco se sube a la moda. “En realidad, no veo nada demasiado diferente a lo que veníamos teniendo. Esto puede llevar varios años”. Un inversor de venture capital se sincera. “Hay tipos que ya están desilusion­ados, gente que se va cayendo del sistema”. Son muchos, considera, los que se cuestionan si ser VC (venture capital) en la Argentina tiene sentido. “Porque, cuando hay cosas extraordin­arias, estas son fondeadas por los de afuera. Es como si el VC local estuviera destinado al fracaso”, critica. Una de las razones, dice González Bravo, es la inmadurez del ecosistema latino inversor. Y algo de lo que carece la gran mayoría de ángeles e inversores seed: el follow on para continuar sus estrategia­s. “Si no, estás dejando plata sobre la mesa”.

Algunos consultado­s advierten un potencial riesgo: una eventual inflación de las valuacione­s, ante la mayor oferta de financiami­ento. “Estamos lejos de que pase eso”, dice González Bravo, y hace referencia al país que sufrió un fenómeno así: México, que, tras intervenir con una política pública, vio como los precios se dispararon. No obstante, la situación argentina parece ser diferente. “La Argentina es el opuesto de México. Falta capital y sobran emprendedo­res”, explica Perdomo. Y González Bravo dice: “Por lo menos por el momento, yo a eso no le tengo miedo”. El país startup argentino, según el presidente de Arcap, está poblado. Casi vacío, sin embargo, se encuentra la provincia de las scaleups, próximos paso de aquellas primeras. “Nos faltó”, sentencia. Entre los famosos unicornios, hay un gap de varios años. “Y la pregunta es: ¿qué no hay: emprendedo­res que puedan escalar o es que no había capital? Es contrafáct­ica, nadie tiene la respuesta”.

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Damián Lopo
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Juan Llamazares
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Un ensayo para mí Georgina Sposetti, médica que creó un buscador de ensayos.
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Stamm empresa ubicada en Hudson que desarrolla soluciones biotecnoló­gicas como levadura líquida.
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Envíopack Horacio Esteves, Nur Malek y Daniel Battistell­i.
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Newlink Capital Damián Lopo quiere democratiz­ar el acceso al real estate.
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