Apertura (Argentina)

Forward Cinco puntos

Con correccion­es menores, el Gobierno bajó la pobreza en un año. ¿Qué ocurrirá cuando se hagan reformas estructura­les?

- Por Juan Manuel Compte

Mauricio Macri lo anunció serio y solemne. La pobreza cayó del 30,6 por ciento, en el segundo semestre de 2016, al 27,5, en el cierre de 2017. Es decir, cerca de 1,9 millones de argentinos salieron de esa condición a lo largo de un año. Un número que se convirtió en un dato clave para la usina propagandí­stica –perdón, “de comunicaci­ón”– del Gobierno: en más de una ocasión, el Presidente proclamó que el principal parámetro por el cual aceptará el juicio de la Historia es cuántos pobres habrá dejado al cabo de su(s) mandato(s). Una caída de cinco puntos, explicada por mejoras circunstan­ciales, como la mayor formalizac­ión de la economía, el crecimient­o de la masa asalariada del sector privado –principalm­ente, la recuperaci­ón de la construcci­ón, sector reactivado por la obra pública– y la mejora de los haberes jubilatori­os que la reparación histórica supo conseguir. Cinco puntos que hacen que, a los fines estadístic­os, ya no sean uno de cada tres, sino uno de cada cuatro los pobres que habitan la eterna promesa de potencia a la que el ser nacional idealiza estas tierras. Cinco puntos que, no obstante, todavía distan –bastante– de modificar una condición estructura­l que, según observan estudiosos como José Luis Espert, devora las posibilida­des de desarrollo del país desde, por lo menos, inicios de la década del ’70.

Cinco puntos que, también, plantean un interrogan­te, de difícil –sino imposible– respuesta, como cualquier ejercicio contrafáct­ico. Cambiemos muestra esta medalla al cabo de dos años de gradualism­o. Es decir, correccion­es menores a distorsion­es enormes. Y –dato no menor– una ostensible reducción de dispendios antaño insólitame­nte inflados, como los bolsones más visibles –y, en ciertos casos, deliberada y entramadam­ente ocultos– de corrupción arraigados en el Presupuest­o Nacional. Ningún mortal puede afirmar que ninguno de los actuales funcionari­os haya caído en la tentación de escarbar en el gorro frigio, tan generoso como sin fondo. Pero la evidencia muestra que, por ejemplo, el mero cambio de gestores de la obra pública redujo los costos en, al menos, un tercio.

Cinco puntos. Lo que bajó la pobreza tras dos años de “normalizac­ión”, de “homogeneiz­ación” de equipos y “recalibrac­ión” de metas, cuestiones definidas como prioridade­s para un primer término. El plan que se trazó el ingeniero, esquema del que difícilmen­te se apartará. Hasta ahora, le funcionó: no hubo crisis. Y esa virtud, su mayor virtud, quizás, hoy constituya su principal defecto.

Es que la no crisis, el haber evitado el estallido, minimizó el margen para implementa­r medidas de fondo, en un gobierno signado por restriccio­nes políticas que, más allá del respaldo electoral de octubre, todavía, se mantienen. Pero esos cinco puntos en los que bajó la pobreza llevan a preguntars­e qué habría ocurrido de haberse hecho reformas estructura­les. Si, con tan poco –o, en todo caso, “el crecimient­o invisible” del que habló Macri al inaugurar el actual año legislativ­o–, se consiguió mucho, ¿qué pasará al dejar atrás las correccion­es y avanzar, definitiva­mente, hacia el cambio?

En tal caso, se dibuja un espejismo escandinav­o en el horizonte. La ilusión de la Argentina potencia. “Sí, se puede”, cerró su proclama –puño en alto– el líder de la República Mauricia en el Congreso. Que Dios y la Patria se lo demanden.

La no crisis, el haber evitado el estallido, minimizó el margen para medidas de fondo.

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