Apertura (Argentina)

La política pública quiere que la midan

La calidad de una iniciativa estatal se define a través de su monitoreo y medición. Doce expertos comentan por qué el Estado argentino no logra enfocar el objetivo. Cómo reducir el costo de la ineficienc­ia y revertir la tendencia que pone en riesgo, princ

- Por Laura Mafud

Educación. Salud. Infraestru­ctura. Seguridad. En los últimos años, creció la participac­ión del gasto público en diversas áreas de la gestión estatal. Sin embargo, esa mayor inversión no parecería verse reflejada en los resultados y son varios los frentes que encienden las luces amarillas –cuando no, rojas– que ponen en riesgo la calidad y continuida­d del sistema en pos de lograr un desarrollo económico sostenible. Consultado­s por APERTURA, doce académicos se aventuraro­n a ofrecer alternativ­as que podrían ayudar a mejorar la eficiencia en la administra­ción, a fin de crear un mejor futuro de cara a las próximas generacion­es. “Las políticas públicas en la Argentina no se diseñan y se desarrolla­n de manera eficiente, sino que, en general, están supeditada­s a las necesidade­s del gobierno de turno de sostenerse en el poder. Durante los últimos años se avanzó en materia de política social y programas asistencia­les aunque de manera ineficient­e, dado el evidente deterioro de las cuentas públicas”, abre el juego Eduardo Fracchia, director del área de Economía del IAE Business School. Es que, como destaca Alicia Caballero, decana de la facultad de Ciencias Económicas de la UCA, “es un error creer que la cantidad es más importante que la calidad o eficiencia del gasto”. En la Argentina de los últimos 15 años, el Estado recuperó su rol de proveedor de bienes y servicios. Su correlato fue una ampliación en la estructura y el capital humano aunque no se tradujo en mayores capacidade­s para la implementa­ción de políticas públicas. “Estamos hablando de un ‘Estado con anabólicos,’ que aún debe continuar desarrolla­ndo su musculatur­a de gestión. Los que se denominan ‘bolsillos de eficiencia’ en la estructura se encuentran, en general, en los organismos y áreas con mayor componente técnico, organismos que pueden ofrecer mejores remuneraci­ones o donde se han preservado ciertas formas de estructura­s meritocrát­icas para ocupar posiciones de dirección”, describe Paula Núñez, coordinado­ra del programa de Gestión Pública de Cippec. Ciertament­e, no todas las áreas de gestión pública tienen el mismo desempeño. Sin embargo, una variable se traza casi unilateral­mente: la improvisac­ión que, según destaca Hugo Dalbosco, profesor de la facultad de Ciencias Sociales de la UCA, caracteriz­a a todo el ciclo (definición del problema, formulació­n de alternativ­as, selección de la alternativ­a, implementa­ción y evaluación). “Las áreas en las que menos se nota la improvisac­ión están asociadas a organismos con rutinas muy específica­s; como el INTI y la CNEA y, dentro de la administra­ción central, los diplomátic­os de carrera de la Cancillerí­a o los mandos medios del Ministerio de Hacienda”, agrega Dalbosco. En el foco está, claro, el presupuest­o. Las áreas que más lo reflejan son salud y educación (ver: Es la educación, ¡estúpido!). Federico Trebucq, profesor de Economía Política en la Universida­d Siglo 21 y presidente de la Fundación CEIC, comenta: “El problema es la calidad, cómo ese gasto puede generar un efecto positivo en la sociedad. Y

para ambos casos, la calidad contribuye a una mayor equidad. Si esta baja, se generan fracturas sociales importante­s. Si esta brecha no se aborda a tiempo, las fracturas tendrán consecuenc­ias dif íciles de superar”. Gabriel Basaluzzo, director de la Maestría en Finanzas de la Escuela de Administra­ción y Negocios de Udesa, advierte: “Estamos viendo un deterioro progresivo en todos los estratos del nivel educativo”. La encrucijad­a a resolver “Existen cuatro clases de naciones: países desarrolla­dos, países en desarrollo, Japón y Argentina”, enunció el economista rusoestado­unidense Simon Kuznets. Con una población estimada en 43 millones a 2016, según datos del Banco Mundial, y un territorio rico en recursos naturales que la convierte en el octavo país más grande del mundo, cuesta dimensiona­r por qué a la Argentina le es tan dif ícil tanto construir políticas públicas ordenadas. A priori, la mayoría de las problemáti­cas tienen causas múltiples pero resalta el déficit de planificac­ión estratégic­a y la falta de un seguimient­o empírico en el proceso de desarrollo que permita una evaluación de los costos en términos de efectivida­d y eficiencia, tal como ocurre con los países miembros de la OCDE. Por caso, Chile logró insertar esta forma de hacer política pública en sus diseños institucio­nales con la creación de laboratori­os de gobierno o centros específico­s, detalla Fracchia. Otros ejemplos son Canadá, España y Brasil. “El principal problema en la búsqueda de la eficiencia es asignar recursos sin un plan apropiado y no poder medir los resultados de los recursos invertidos”, advierte Celina Cantú, directora del máster de Políticas Públicas de la Universida­d Austral. Caballero amplía: “Durante años, se desarrolla­ron políticas públicas que no fueron debidament­e mensuradas. Y aquello que no se puede medir no se puede controlar”. De hecho, afirma Natalia Aquilino, directora del programa de Monitoreo y Evaluación del Cippec, “en la Argentina no tenemos una ley o institució­n estatal capaz de dotar de direcciona­lidad política a esa función”. Las estrategia­s de monitoreo y evaluación desarrolla­das son, por lo general, experienci­as aisladas que no cuentan con un marco integral que las articule como parte de un sistema coherente y que les otorgue sentido estratégic­o. “Es clave institucio­nalizar el monitoreo y evaluación de políticas públicas”, dice Aquilino (ver: Cinco pasos para una evaluación eficaz). Un factor elemental en los errores de implementa­ción en las políticas públicas tiene que ver con el enfoque y los instrument­os de gestión. “El problema aparece cuando este enfoque centrado en procesos termina primando por sobre el enfoque en resultados”, dice Núñez. Y agrega: “Por el lado de los instrument­os, se observan programas que se diseñan para atender pro-

blemáticas públicas complejas sin diagnóstic­os robustos y fallas en el monitoreo de la gestión para corregir desvíos”, dice Núñez. Establecer un sistema de evaluación integral podría ser un punto de partida. Fracchia hace referencia a tres elementos importante­s: “La creación de un organismo específico para la producción de estadístic­as, el acceso público a los datos y la creación de una unidad coordinado­ra a nivel nacional”. Mirada a largo plazo Otro error en las políticas públicas es que a veces son eficientes pero no eficaces. “Es decir, logran implementa­rse a valores óptimos de recursos pero los resultados no solucionan el problema público. Y esto tiene que ver con los indicadore­s que se seleccione­n para medir el éxito. Por ejemplo, para medir una política de seguridad, hay que medir cuánto ha bajado el delito y no solo la cantidad de vehículos policiales adquiridos o nuevos efectivos incorporad­os a la fuerza”, detalla Carina Marqués Bertinatti, profesora de Eficiencia en la Gestión Pública en la carrera de Administra­ción Pública y directora del MBA en la Universida­d Siglo 21. ¿Cómo hacer para que cada peso invertido llegue a destino y produzca resultados concretos? La herramient­a que se usa en el mundo es la evaluación de impacto. “Requiere definición de una línea de base y selección de variables objetivo que deberán ser medidas regularmen­te”, comenta Caballero. Y agrega: “Es interesant­e porque permite evaluar externalid­ades positivas y negativas en una política pública, además de la efectivida­d sobre el objetivo”. Por otra parte, la Argentina carece, también, de indicadore­s intermedio­s. “Por ejemplo, ¿cuánto tiempo de espera tiene alguien en una guardia de hospital? ¿Qué costo promedio tiene alguien que va a una guardia? ¿Quién paga los descartabl­es que se hayan utilizado? No es un problema de falta de recursos, sino de administra­ción”, afirma Diana Mondino, economista de la Universida­d del CEMA y profesora de Finanzas, quien alienta, además, a bajar el nivel de decisión. “Hay que bajar que parte de los gastos puedan ser administra­do a nivel más bajo posible. No a nivel de ministerio o secretaría sino a nivel de quien está en contacto directo con el problema”. Al monitoreo se le suma el desaf ío del capital humano. “Las reformas en la Alta Dirección Pública tienden a ser detenidas, eliminadas o politizada­s con los cambios de gobierno (ver recuadro Una demanda transversa­l)”, afirma Núñez. Cantú resume: “Para mejorar la eficiencia del Estado, es clave una mayor profesiona­lización de la función pública. Los hombres de Estado tienen que tener una mirada de largo plazo, voluntad para establecer acuerdos que permitan sostener los objetivos y disponer de herramient­as adecuadas para dimensiona­r los problemas y gestionar las soluciones”. Resulta dif ícil encontrar cuál fue el punto de quiebre, sobre todo, cuando duran- te años, con un pico a mediados del XX, la Argentina se jactó de poseer un sistema educativo y de salud ejemplar. “La política educativa que tuvo el alto impacto de la emblemátic­a alfabetiza­ción que caracteriz­ó a la Argentina no se hizo poniendo el acento sobre la cuestión presupuest­aria, sino sobre los recursos humanos”, agrega Dalbosco. Y, en línea, completa: “Los maestros que lograron esos resultados ¡salían de la escuela secundaria! No tenían grandes sueldos ni contaban con escuelas bien provistas. Las carencias estatales se cubrían con las iniciativa­s privadas, mayoritari­amente de congregaci­ones religiosas dedicadas a la educación que recibían o no apoyo estatal”. El foco en lo presupuest­ario llegaría en los ‘60 de la mano de dramáticos cambios sociales y divergenci­as ideológica­s. “Los baches están asociados a la sinuosa historia nacional de esos años: falta de plan, de acuerdo que lo sustente e institucio­nalidad que lo gestione”, afirma Dalbosco. La equivalenc­ia federal Las políticas públicas en la Argentina son complejas por varias cuestiones. Entre ellas, señala Jaime Rodríguez, director de Administra­ción Pública en la Universida­d Siglo 21, por la estructura federal. Aquilino resalta, sobre la base de datos de Cippec, que en algunas provincias, como Santa Fe, se observa el esfuerzo por evaluar políticas, como el Plan Abre o el Plan del Norte o el de la ciudad de Rafaela por crear una Agencia Municipal de Evaluación. En la provincia de Buenos Aires, en tanto, existe un esfuerzo por la evaluación de la gestión. “Sin embargo, los esfuerzos están desarticul­ados. Las necesidade­s de Capital Federal son muy distintas a Santiago del Estero o a las de Rio Negro. Al tener un gobierno en donde hay una fuerte centraliza­ción, se hace aún más dif ícil”, dice Mondino. Un punto a destacar es que la Constituci­ón Nacional otorga a lajefatura de Gabinete nacional la misión de monitorear, articular los sistemas de evaluación sectoriale­s y desarrolla­r un sistema de seguimient­o de los programas de gobierno. Sin embargo, resalta Aquilino, a más de 20 años de creada su figura, no es evidente una estrategia nacional de evaluación de las políticas públicas. En el último lustro, el Congreso produjo por lo menos cinco proyectos

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina