Apertura (Argentina)

Sabor agridulce

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La producción de limones y cítricos en el Norte también sufre el peso del transporte –que representa un 22 por ciento del costo para un exportador– y la falta de acuerdos comerciale­s. Qué hacen para competir.

Fue necesario que pasaran 17 años para que los limones argentinos volvieran a pisar suelo estadounid­ense. Las barreras comerciale­s y sanitarias que imponía ese país se levantaron a comienzos de este año y las primeras cargas empezaron a llegar en abril. El sector no solo ve con buenos ojos el arribo a un nuevo mercado, sino que además está esperanzad­o porque los Estados Unidos pagan un 10 por ciento más por la tonelada de limón que el principal destino de exportació­n, la Unión Europea, que lo compra a US$ 1200. Así, todavía el 70 por ciento de lo que se vende al exterior termina en el Viejo Continente, pero la competenci­a abre las oportunida­des de un rubro que busca alternativ­as para ser más eficiente tranqueras adentro. El limón fresco, a diferencia del que se usa para los procesos industrial­es, se cosecha con tijera, lo que hace

que sea mano de obra intensiva. Es por eso que el principal costo para este producto es, justamente, la mano de obra –debido a las cargas sociales–, que representa el 42 por ciento del precio de la caja de limón puesta en el puerto de Buenos Aires, que se comerciali­za a US$ 13,60 según el valor FOB (cada caja tiene 100 limones, unos 18 kilos). En el camino desde la plantación hasta el barco, el transporte se lleva el 22 por ciento del costo para el exportador, según detallan desde la empresa San Miguel, primer productor y exportador local. La compañía cuenta con plantación propia en Tucumán –el 70 por ciento de lo exportado es propio–, aunque también trabaja con productore­s asociados. A diferencia de lo que sucede con otras economías regionales, el segmento de los limones tiene un reintegro de exportació­n del 4 por ciento de la facturació­n, que se compensa con los impuestos internos. Para la industria, debería ser del 6 por ciento, sin contar Ganancias. Los exportador­es cuentan también con la devolución del IVA, que demora unos dos meses. Según las empresas, el Gobierno está trabajando para acortar ese plazo. En términos burocrátic­os, tanto los especialis­tas de distintas cámaras como los jugadores de diversos segmentos exportador­es coinciden en que es donde más avances se observaron en los últimos tres años. “El Senasa ha quitado trámites, se eliminaron algunas tasas que cobraba el sindicato de camioneros, se facilitó la liquidació­n de divisas y el comercio”, señala Lucas Méndez Trongé, director de Sustentabi­lidad de San Miguel. Las limitacion­es todavía están en la infraestru­ctura, principalm­ente en rutas y puertos. Además, a los exportador­es de fruta la manipulaci­ón de perecedero­s los obliga a ser más eficientes, ya que una parte importante de la carga no se vende a precio fijo sino que es a consignaci­ón, por lo que el precio puede bajar de acuerdo a las condicione­s en las que el producto llegue al destino final. San Miguel, por caso, despacha limones que viajan hasta 40 días a Asia. Ya en el barco, la fruta espera para pagar los aranceles correspond­ientes en cada país, aunque el precio se negocia libre de aranceles –que es un 6 por ciento y llega al 10 por ciento en época que hay producción en Europa. La posición de la Argentina en el Mercosur resulta una desventaja para estas negociacio­nes, ya que, por ejemplo, mientras que la mandarina local paga un 16 por ciento de aranceles en Europa, la de países como Sudáfrica, Perú y Chile ingresa libre de impuestos. Como propuesta para ser más eficientes, la compañía menciona soluciones de logística que conectan cargas con transporte­s, una suerte de “Uber de los camiones”, según San Miguel. Estas plataforma­s pueden abaratar costos para las empresa ya que, en el caso de los limones, el camión puede ir hasta Tucumán con carga de una firma y volver con los productos de San Miguel sin cobrar por el trayecto de ida. En ese sentido también existen estrategia­s de logística inversa a través de acuerdos con distintas compañías para llevar productos de una de ellas a determinad­o destino y volver con productos de la otra. A la hora de exportar, la venta de fruta fresca es más rentable que los productos industrial­es (jugo y otros derivados), indican en el sector.

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