Vino para pocos
Los costos logísticos, la falta de tratados de libre comercio y la alta carga impositiva dificultan las exportaciones del sector, que vendió casi US$ 750 millones en 2017. Los insumos representan un 54 por ciento del precio de cada botella.
La Argentina es el sexto productor de vino a nivel mundial. Sin embargo, a la hora de vender al exterior, el país apenas alcanza el noveno puesto de la escala global, superado por países de menor producción como Australia, Sudáfrica y Chile. “En el sector vemos que la producción local tiene dos costos muy fuertes que otros países no tienen, o lo tienen en menor medida. La logística, por un lado, y la falta de tratados de libre comercio, por otro, hacen que la producción local sea más cara”, expli-
ca Carlos Fiochetta, gerente General de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), que destaca que salvo en los países del Mercosur, el vino argentino paga aranceles para ingresar en todos los mercados. Un informe elaborado por Coviar grafica el costo que supone la logística para el sector. Según los datos relevados por la entidad, enviar una botella de vino argentino a Nueva York, a través del puerto de Buenos Aires, cuesta US$ 0,31, un 72 por ciento más que los US$ 0,18 que paga Chile y un 19,2 por ciento más que los US$ 0,26 de España. La mayor parte de la diferencia en el precio se da por el precio del flete hasta el puerto, aranceles e impuestos. En promedio, enviar un contenedor de 20 pies a Buenos Aires sale US$ 2892. “El costo logístico interno es muy alto. Para las provincias productoras enviar la producción a Buenos Aires es muy caro. Con estas distancias debería haber ferrocarril para complementar al camión, pero no es así”, explica Juan Carlos Pina, gerente de Bodegas de Argentina. Valparaíso es la opción que muchas veces utiliza el sector para exportar la producción. La cercanía hace que el costo de flete sea menor. Sin embargo, se corre el riesgo de que la carga quede varada en la frontera cuando el paso a Chile se cierra por condiciones meteorológicas. El año último, la Argentina exportó 20,05 millones de cajas de 12 botellas por un total de US$ 749,54 millones. El valor free on board (FOB) promedio de la caja exportada es de US$ 37,38, que equivale a una botella de valor retail de entre US$ 15 y US$ 20. Eso deja a los productores locales muy lejos del gran segmento de consumo global, que es el que va entre US$ 6 y US$ 10 el precio de la botella en la góndola. “Con la estructura de costos actual es imposible exportar a entre US$ 20 y US$ 25 la caja. Y así, la industria local se está perdiendo el gran mercado mundial de vinos”, explica Fiochetta. Según Pina, hace 10 años el precio FOB promedio de la caja de nueve litros estaba alrededor de los US$ 22: “Hoy está en más de US$ 36. O sea que todo lo que va de US$ 22 a US$ 36 es lo que no se puede exportar. Y este es un país con una estructura general que permite producir todas las gamas de vinos. En San Juan y Mendoza hay viñedos especializados en altas producciones. La Argentina tiene que volver a exportar de US$ 22 para arriba”. El alto nivel de impuestos es otro de los problemas señalados en el sector como una de las causas de la pérdida de competitividad. De acuerdo con un informe realizado por Coviar y el Observatorio Vitivinícola Argentino, la carga impositiva directa sobre la actividad es de alrededor el 25 por ciento del valor bruto de la producción. En tanto que, si se consideran los efectos indirectos, el aporte de la industria vitivinícola llega a cerca del 35 por ciento, con IVA e impuesto a las ganancias como mayor carga. Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad Nacional de Cuyo sostiene que, en rigor, la carga tributaria nominal para el excedente de explotación llega al 43 por ciento en la producción de uva, y al 65 por ciento para una bodega grande. Este cálculo incluye los aportes y cargas laborales. La mano de obra representa el 23 por ciento del total de los costos del sector, desde la cosecha de la uva hasta el fraccionamiento. La industria generó el año pasado 100.000 puestos de trabajo directos y otros 273.000 indirectos. “Hoy las cargas laborales son muy elevadas”, explican y agregan que, si por cuestiones meteorológicas se debe modificar la programación de una poda o de la cosecha, los costos son muy altos, porque esas jornadas deben pagarse como si se hubieran trabajado. “En términos generales, se estima que la vitivinicultura argentina aportó tributariamente al fisco en 2017 poco más de $ 4400 millones en 2017”, explica el documento.
Alzas y bajas Aunque en el pacto fiscal firmado con la Nación en 2017 las provincias se comprometieron a una baja gradual de ingresos brutos, lo cierto es que este año subieron la alícuota del tributo al máximo permitido para luego rebajarla. “Si llegara a haber una
baja en la coparticipación federal, provincias y municipios van a inventar nuevas tasas e impuestos que lo compensen y el efecto de la baja sería casi nulo”, se quejan en la industria vitivinícola. Las alícuotas de ingresos brutos subieron en algunos casos del 3 hasta el 5 por ciento, según la provincia y la rama de actividad. De acuerdo con los cálculos hechos por Coviar, en promedio el 46 por ciento del precio de una botella se explica por el vino que contiene. El 54 por ciento restante corresponde, mayormente, a los insumos secos como envase, etiquetas, tapones o cápsulas. “Se trata de insumos que han sufrido permanentemente el impacto de la inflación. Si la inflación fue de 25 por ciento, la caja aumenta 25 por ciento y no hay nada nosotros podamos hacer”, explica Pina. Fuentes del sector aseguran, además, que el mercado de fabricantes de envases en la Argentina está fuertemente concentrado: solo hay dos productores de botellas de vidrio y uno de tetrabrik. “No existe una competencia real. Las bodegas tenemos que aceptar el precio que nos dicen, porque importar envases es aún más caro. Y a los productores nos cuesta mucho trasladar esos mayores costos a los precios, porque corremos el riesgo de perder mercados en los que ya tenemos presencia”, explican. La solución que encontraron algunas compañías es la autoexportación: se venden a sus filiales en el exterior vino a granel y lo fraccionan fuera del país. De esa manera, logran abaratar algunos de los costos. Las altas tasas de interés que se manejan en la economía argentina también suponen un problema para la industria. En la elaboración de un vino de alta gama, el capital puede estar inmovilizado hasta 36 meses, entre el tiempo de elaboración y la crianza. “Las bodegas necesitan poder financiarse, pero con estas tasas es casi imposible”, remata un bodeguero.
“Con la estructura de costos actual, la industria se está perdiendo el gran mercado mundial”.