Una cadena aceitada
El polo industrial de Rosario es el mayor exportador de aceite de soja del mundo y logró una alta eficiencia gracias a inversiones y ventajas comparativas. Pero enfrenta desafíos de infraestructura, costos logísticos y barreras arancelarias para aumentar sus despachos.
Los analistas del costo argentino coinciden en que los primeros pasos para lograr competitividad dependen de la eficiencia interna. Más allá de la carga impositiva, los problemas logísticos y las cargas patronales, las medidas para que una industria sea productiva se deben tomar puertas adentro. Un caso de éxito en la Argentina es el sector de molienda de soja para la producción de harina y aceite. Las reglas del juego en los mercados internacionales, la situación cambiaria y la presión tributaria son elementos que el complejo de molienda de Rosario, Santa Fe, supo sortear para convertirse en el mayor polo exportador de aceite de soja del mundo –el 85 por ciento del total de la molienda a nivel nacional está concentrado en esta zona. La Argentina es el primer exportador mundial de este producto, y en 2017 se exportaron 5 millones de toneladas. “Hemos llegado a exportar 8 millones de toneladas, que es más del 70 por ciento del mercado mundial”, indica Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara).
De cada poroto de soja se extrae en la molienda un 80 por ciento de harina y un 20 por ciento de aceite. La industria tiene un plan de inversión de US$ 1750 millones que se está ejecutando para ampliar el complejo y conseguir una capacidad diaria de 30.000 toneladas. “Históricamente la principal traba que hemos tenido para ser competitivos en aceite es el escalonamiento arancelario que tienen los países de importación –a mayor valor agregado, mayor arancel de importación– como aplica la Unión Europea, entre otros países; las políticas de subsidios y licencias no automáticas como aplica China para fomentar su industria local y que solo compra el poroto de soja”, informan desde la cámara. Los aceites de soja a granel tienen aranceles de entre el 0 y el 9 por ciento, el refinado para envasado va de 10 al 20 por ciento y el refinado envasado, que es la meta de la industria para exportar directo la botella, va entre 30 y 100 por ciento de derechos. Así es el caso de China, que impone barreras arancelarias para el aceite de soja y no para el poroto. En términos logísticos, el sector coincide en que se necesita el desarrollo de la hidrovía para abaratar costos. Hoy entran 10.000 camiones por día al complejo, lo que genera problemas de congestión e inseguridad en la zona. Para solucionar estas problemáticas, los jugadores del segmento están participando activamente en licitaciones como en la del proyecto del Belgrano Car-
gas. Según el Banco Mundial, en la Argentina, transportar granos a 300 kilómetros en camión cuesta US$12,2 por tonelada. En tanto, en los Estados Unidos cuesta la mitad y en Brasil US$ 8,2. Los altos costos, principalmente para el sector noroeste del país, hacen que algunas actividades sean inviables, según detalla el presidente de la cámara. Uno de los principales beneficios de la industria es que en el complejo de Rosario cada empresa tiene su puerto, lo que agiliza los tiempos y abarata la logística entre la planta y el barco. “Estados Unidos tiene entre 300 y 500 kilómetros de la fábrica al puerto, y Brasil, 700 kilómetros de fábrica al puerto en promedio”, enumera Idígoras como una ventaja del complejo argentino. A pesar de la eficiencia conseguida, las negociaciones internacionales y la pérdida de inserción internacional de los últimos 15 años representan una traba para la industria, dicen en el sector. De hecho, India, el principal comprador del mundo, subió los aranceles al 25 por ciento para el aceite de todos los destinos. Así, aquellos países con los que posee acuerdo comercial podrán pagar hasta cinco puntos menos, dejando en desventaja a la Argentina. Por las pérdidas generadas por la sequía, la industria aceitera importa de manera temporal –sin impuestos– porotos de soja desde Paraguay y Estados Unidos. La tonelada de soja importada se paga US$ 305 y se exporta a US$ 450 la harina y US$ 760 el aceite, justifican desde la cámara.