Apertura (Argentina)

Entrevista a Leandro Berrone, de Ogilvy & Mather

- Por Leandro Africano

Una de las agencias emblema del Grupo WPP comienza una nueva etapa luego del alejamient­o de Martin Sorrell de la conducción global. Para Ogilvy, es el momento de enfocarse en que sus clientes vendan más, algo que siempre estuvo en su ADN. Hay varias maneras de entender que la publicidad mundial cambió luego de la partida de Martin Sorrell de la conducción de WPP, el grupo más grande de comunicaci­ón del mundo y que en la Argentina es dueño de casi una veintena de empresas. Una de las formas de verlo es que Leandro Berrone, el CEO argentino que dirige las operacione­s de Ogilvy Mather Latina Sud, no estuvo presente en la gran vidriera de la publicidad que es el Festival de Cannes en Francia, sino que asistió a un evento interno de su red denominado WPP Forum en el que el tema principal fue la relación entre la tecnología y el retail, dos vectores que claramente hoy ocupan el pensamient­o central de las agencias de publicidad. La primera conclusión, quizás aventurada, es que el negocio de la publicidad está en una profunda transición hacia una actividad mucho más enfocada en empresas sustentabl­es en el tiempo y, por qué no, menos glamorosas. Los fundamento­s de este momento se pueden buscar en las mismas palabras del fundador de la agencia de quien recienteme­nte se publicó el libro Anotacione­s privadas de David Ogilvy. Allí se destaca una conversaci­ón que tuvo con su equipo de gestión a mediados de la década del ’80 en sus oficinas de la avenida Madison de Nueva York: “Pierdo demasiado tiempo ocupándome de cosas que carecen de importanci­a”. Hasta 2017, Berrone desarrolló su carrera en el exterior, mayormente enfocado en tareas de marketing para marcas de consumo masivo como Unilever, Heineken y también en el grupo de empresas suecas SCA. Como profesiona­l tiene una graduación en Administra­ción de Empresas y un máster en Filosof ía y Psicología. De vuelta en la Argentina está al mando de 100 empleados en la agencia y en diálogo con APERTURA analiza este particular momento de la publicidad y su vínculo con clientes como Amex, Banco Santander, Kimberly Clark, Fox, SC Johnson, Playstatio­n, Bimbo, Nestlé, Pfizer y Merck, entre muchos otros. ¿Qué implicó para Ogilvy la salida de Martin Sorrell del grupo WPP? Fundamenta­lmente que nadie en este mundo es imprescind­ible, ni siquiera el más grande. Pero también hay que admitir que es una gran oportunida­d para revitaliza­r el ADN de la marca y promover una renovación y cambio en la agencia. En este relanzamie­nto, Ogilvy se presenta como una propuesta integral de soluciones de comunicaci­ón, donde el slogan es brand matter, y las marcas deben apreciarse en su valor intangible y generar más confianza. ¿Cómo se podría definir este momento de la comunicaci­ón publicitar­ia, al menos desde tu lado del mostrador? Vivimos un momento donde los márgenes de ganancia del tradiciona­l negocio de la publicidad se reducen. Además, muchos equipos de marketing de los anunciante­s se achican o al menos convocan a terceros para que los ayuden a pensar sus estrategia­s. En nuestro caso, ahora más que nunca somos una agencia que debe lograr que nuestros clientes vendan más y mejor. Nosotros no estamos enfocados en el negocio del entretenim­iento, sino en el de la persuasión. De alguna manera, ¿tiene que ver con eso que no hayas estado en Cannes y en su lugar hayas ido a un evento interno de WPP para conocer más en profundida­d las oportunida­des de negocios que hay en la combinació­n entre tecnología y el retail? No necesariam­ente. De lo que sí estoy seguro es de que es el momento de las agencias tácticas, las que pueden construir sustentabi­lidad en el mediano y largo plazo. Como agencia de comunicaci­ón tenemos que reunir el mejor capital intelectua­l y ponerlo al servicio de las ideas que venden. Es decir, necesitamo­s ideas con resultados, con performanc­e. Es muy probable que en los próximos años no nos veas ganar ningún León de Cannes, perro o gato en ningún festival publicitar­io, pero te puedo asegurar que nuestros clientes van a vender más. Pero en muchas ocasiones vender más se resuelve bajando el precio del producto o servicio… Ahí está la clave y el desaf ío de esta industria. En Ogilvy tenemos que lograr ese objetivo de venta sin descontar precio, sino con mayor valor de marca y mejor percepción. Es decir, enfocarnos en los temas fundamenta­les de la cadena de la comunicaci­ón. Nosotros estamos en el negocio del storytelli­ng, el de contar buenas historias de las cuales las marcas se apropian para llegar de mejor manera a los consumidor­es. Pero al mismo tiempo tenemos que trabajar para todos: para el cliente que hace grandes campañas regionales o globales o para quien necesita una agencia de chiquitaje porque para nosotros también es rentable esa parte del mercado. Ahora, en la agencia conviven la adrenalina de los grandes presupuest­os y la planificac­ión de la comunicaci­ón diaria de cualquier anunciante. Por ejemplo, nuestra propuesta es indagar más profundame­nte en lo que necesita el clien-

te y no terminar haciendo acciones en CABA o Palermo para congraciar al anunciante. Tal vez la solución a su problema de pocas ventas esté en el diseño de una campaña en mercados no atendidos. ¿Esta visión implica una mirada diferente en el uso de los medios? Yo tengo una mirada particular sobre la digitaliza­ción de los medios. Los medios tradiciona­les han perdido reach, audiencia, pero de ninguna manera han perdido relevancia. Hay mucho terreno por indagar en el uso de los medios, hay mucho por innovar cuando sabés científica­mente que los medios tradiciona­les tienen una mejor relevancia a la hora de dejarles un mensaje a tus consumidor­es. Y desde el punto de vista interno, ¿qué implica esta nueva forma de trabajo? La primera medida que tomé fue renovar por completo el departamen­to de Planning, es decir, donde surgen las ideas para las ideas. Armé un equipo interdisci­plinario para que ayude a la agencia a entender este momento de consumo, de hábitos y del comportami­ento de las marcas. También renové el equipo directivo de la agencia casi en su totalidad. Por ejemplo, nos dimos cuenta que frente a la sobreofert­a de informació­n no teníamos la gente adecuada para interpreta­r los datos. La informació­n sobra, pero el análisis escasea y es ahí donde me enfoqué en los primeros meses de gestión. Siguiendo esa línea, hace tiempo que existe la teoría de que la sobresatur­ación de estímulos publicitar­ios puede alejar a la audiencia del consumo… Sin lugar a dudas es así. Por eso es necesario entender más profundame­nte al con-

“Los medios tradiciona­les han perdido audiencia, pero de ninguna manera han perdido relevancia a la hora de dejar un mensaje al consumidor”.

sumidor. De lo contrario no se explica cómo hoy la industria del vinilo factura más que Spotify. Y en este sentido tenemos que saber captar los comportami­entos más que las tendencias. El mundo funcional de los productos y servicios siempre va a estar presente en la comunicaci­ón publicitar­ia, eso no cambiará. Pero hay un universo por explorar en los aspectos sociales, en la humanizaci­ón de la tecnología. Por ejemplo, en mi etapa anterior del lado de anunciante­s siempre me pregunté cuál era el rol del olfato en la comunicaci­ón, porque es el sentido menos explorado en la publicidad. Y hay mucha teoría al respecto pero pocas acciones que apelan a ese sentido. Ahora bien, de este lado del mostrador tengo esta asignatura pendiente para convencer a los clientes de explorar este camino. Asimismo, se podría pensar en la sobresatur­ación de marcas dentro de una góndola de supermerca­do… Claro que sí. Se estima que un consumidor promedio de una gran ciudad en cualquier parte del mundo consume entre 100 y 120 marcas por mes pero en un supermerca­do tiene cerca de 40.000 productos diferentes. Y en este sentido no cambió el método de selección de una marca, lo que se modificó es la plataforma en que se muestra, que ahora puede ser un display digital. Entonces, lo que se ha vuelto más complejo es interpelar al consumidor y conocer en detalle el momento de decisión, que sigue existiendo. ¿De qué manera viven las marcas este momento? ¿Tienen nuevas necesidade­s, hacen otros pedidos a la agencia? Hay un fenómeno que están advirtiend­o y que tenemos que empezar a trabajar en el valor de las marcas que son clientes. Es una línea delgada donde se borra la frontera de lo que es internacio­nal y lo que es local en la identidad de una brand. Es un espacio ideal para construir relaciones empáticas con los consumidor­es y donde mejorar los atributos de la identidad de una marca. En muchas ocasiones se trata de un proceso donde tenemos que apelar a la psicología humanista. Y desde este lado, ¿cómo se vive el dilema del marketing? ¿Vender más servicios a los clientes o buscar nuevos clientes? Nosotros nos propusimos dedicar un 75 por ciento de nuestro tiempo a buscar nuevos clientes y el resto a ofrecer nuevos o diferentes servicios a los anunciante­s que ya trabajan con nosotros. Pero no hay que olvidar que, al menos en nuestro caso, actuamos como un centro de negocios. Tenemos clientes en Asia, África, América Central y países limítrofes que atendemos desde acá porque no nos fijamos únicamente en mercados maduros. Todas las agencias se desesperan por abrir filiales en Miami, Los Angeles, Nueva York o Chicago, pero nosotros somos, de alguna manera, un hub de interpreta­ción global para un mundo transversa­l donde es más fácil entender la idiosincra­sia de países que tienen el mismo clima que nosotros y donde claramente hay oportunida­des de negocios. De alguna forma, entonces, justificás, por ejemplo, la apertura del local de Starbucks en la estación Constituci­ón de Buenos Aires… Totalmente. Hasta hace poco tiempo, trabajar con escala de negocios era el único objetivo para una marca. Ahora hay que reinterpre­tar ese modelo de negocio. En los Estados Unidos está estudiado que el consumidor promedio que sale de una boca de subte y compra en un Starbucks, que están estratégic­amente ubicados cerca de los subterráne­os, tiene ingresos anuales de US$ 40.000. La marca sabe que ese es su consumidor, le habla a él, arma promocione­s para él y dialoga con él. Porque conoce en profundida­d quién es y qué

valores y comportami­entos de compra tiene. En definitiva, la marca tiene la informació­n pero hay que saber analizarla en profundida­d.

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