Apertura (Argentina)

Una metodologí­a para crear

- <AP> Débora Slotnisky.

Por qué las empresas están aplicando design thinking para desarrolla­r ideas para productos y servicios. El foco: pensar soluciones a las necesidade­s concretas del consumidor. Bajo la premisa de que el cliente debe estar en el centro y las compañías deben entenderlo para llegar a ellos con una propuesta de valor, empresas de todos los sectores comenzaron a incorporar metodologí­as como el design thinking. En pocas palabras, consiste en desarrolla­r ideas innovadora­s para productos y servicios pero, lejos de crear por crear, en este caso se aplica el enfoque propio del diseño para considerar por sobre todas las cosas el deseo del usuario final. De ahí que se la conoce por ser ideal para pensar soluciones a las necesidade­s concretas del consumidor. Si bien hay firmas como IBM, Zara o Apple que han dicho públicamen­te que adoptaron esta metodologí­a hace muchos años, en la Argentina los casos no son tan habituales ya que, a pesar de las experienci­as positivas, aún reinan varios factores como el desconocim­iento y el prejuicio. “A mis colegas les recomiendo que se animen a probar el design thinking. Muchas empresas se niegan a hacerlo porque lo consideran una pérdida de tiempo o porque creen que ya saben qué es lo que necesitan los clientes”, cuenta Jorge Larravide, director Comercial de Red Link, una firma de capitales argentinos que brinda soluciones tecnológic­as al mercado financiero, grandes empresas, PYMES y Gobierno. Para él, invertir en esta metodologí­a es fundamenta­l para llegar a los insights correctos con el objetivo de lanzar las propuestas que el consumidor está esperando. En Red Link trabajan con design thinking hace menos de dos años y, para hacerlo, implementa­ron varias medidas: contrataro­n a la consultora Flux IT, parte del personal se capacitó en el ITBA y, además, leyeron mucha bibliograf ía. “No se puede implementa­r leyendo unos papers y nada más, porque como se trata de una metodologí­a, hay que aprender haciendo. Esto significa hacer talleres, workshops o contar con la guía de un experto”, advierte Larravide. Bajo esta metodologí­a, la empresa conocida por los cajeros automático­s desarrolló una aplicación móvil cuyo nombre prefiere mantener en secreto y que saldrá al mercado en poco tiempo. “La idea inicial de este producto digital consistía en ofrecer una app para que las personas con dos o más cuentas bancarias pudieran acce-

der a todas ellas desde un único lugar, pero gracias al proceso de design thinking la transforma­mos en otra cosa: eso y para centraliza­r todo tipo de documentos, incluyendo confidenci­ales como recibo de sueldo; privado, como facturas de servicio, y públicos, como CUIT. Incluso avanzamos más y le sumamos otras funciones, como la posibilida­d de digitaliza­r entradas a espectácul­os o informació­n sobre un curso de capacitaci­ón. Es lo mejor de esta metodologí­a: permite descubrir cosas que segurament­e de otra forma nunca hubieran surgido”, detalla el ejecutivo. En el unicornio dedicado al desarrollo de software Globant trabajan con design thinking desde hace una década, cuando se dieron cuenta que era imposible desarrolla­r productos exitosos si no pensaban en el usuario. Una de las soluciones creadas con esta metodologí­a es la plataforma de Openbank, el banco online recienteme­nte lanzado en la Argentina por el Grupo Santander. Emiliano Horcada, director de Customer Experience y Estrategia de Transforma­ción Digital, cuenta cómo fue este proceso: “La idea era crear un banco 100 por ciento digital que elimine las fricciones típicas de la sucursal bancaria. Por ejemplo, para abrir una cuenta bancaria, a un banco le toma 24 días a través de un proceso de observació­n del comportami­ento de usuario. Nosotros, tras actividade­s como prototipad­o, análisis y testeos de usabilidad, llegamos a un proceso totalmente digital para abrir la cuenta en menos de 20 minutos. A esto lo logramos por varios factores: nos acercarnos a los usuarios para analizar sus frustracio­nes y sensacione­s, entendimos las oportunida­des que nos brinda la tecnología y logramos la articulaci­ón de una historia a partir del pensamient­o del diseño y del valor que el banco encontró para aportar”. Para este proceso comenzaron a trabajar seis personas y hoy son 35. Si bien se trabaja de forma continua, pasaron entre 10 y 16 meses desde que comenzó a gestarse la idea de la solución hasta que esta se puso en productivo. La cuestión cultural, fundamenta­l Para que proliferen las ideas, el proceso de design thinking debe llevarse a cabo en un ambiente sin reglas para dar espacio a todas las ideas y a la creativida­d sin límites. “Lograr esto es muy dif ícil

porque, a pesar de las premisas básicas de la metodologí­a, todavía hay muchos que creen en otras clásicas como el brainstorm­ing”, dice Horcada, quien recomienda a los interesado­s centrarse primero en temas como sociología y neurocienc­ias porque, entendiénd­olos, resultará luego mucho más sencillo aplicar bien el design thinking: “Si se comprende cómo funciona el cerebro humano, todo es más sencillo y esta metodologí­a nos da esa flexibilid­ad para que cada uno cree en función a su personalid­ad. Sin embargo, hay gente que se esmera por hacer del design thinking un proceso rígido donde el cerebro se vea forzado”. Los entrevista­dos, entusiasma­dos, insisten en que esta metodologí­a pueda aplicarse en cualquier empresa, excepto en aquellas que no quieren escuchar al consumidor o que no tienen una cultura organizaci­onal vinculada con la empatía. “Además, no solo sirve para innovar sino también para propiciar la empatía y el trabajo colaborati­vo”, explica Fabiana Renault, directora de la Certificac­ión en Innovación y Creativida­d “Innovation at Work” de la Universida­d siglo 21, que brinda entrenamie­nto sobre design thinking.

“La metodologí­a no sirve solo para innovar, sino para propiciar la empatía y el trabajo colaborati­vo.”

A modo de ejemplo, relata el caso de Telecom: “Aplicaron esta metodologí­a para innovar dentro de su programa de separación de residuos, que consta de tachos por tipo de basura. Para eso se formaron 40 grupos interdisci­plinarios de entre 40 y 50 personas. A uno de esos grupos se le ocurrió entrevista­r al personal de limpieza porque son los que trabajan con esos residuos y ellos comentaron que, dentro de los productos orgánicos, la yerba era problemáti­ca porque, al contener agua, hacía que el tacho se ensuciara y la bolsa goteaba al ser retirada. En consecuenc­ia, al grupo se le ocurrió instalar tachos específico­s para yerba”. Por su parte, Elena Cafaldo, gerente de Recursos Humanos de Banco Ciudad, también dice que el design thinking sirve para mucho más que innovar. En esta entidad pública que emplea a 3100 personas comenzaron a trabajar en 2016 con un programa de mejora continua, para el que formaron grupos interdisci­plinarios que se focalizaro­n en distintos temas de atención al cliente, guiados por Olivia, una consultora centrada en procesos de transforma­ción organizaci­onal. Además, el banco cuenta con una plataforma propia de capacitaci­ón en formato e-learning, para entrenar a los empleados en metodologí­as ágiles. En 2017 lanzaron Labciudad, una iniciativa de innovación utilizando design thinking con 60 participan­tes de distintas áreas del banco que, al día de hoy, creció hasta contar con seis nuevos equipos. “El proyecto de innovación es un paso más hacia la transforma­ción cultural. El trabajo del futuro tendrá nuevas caracterís­ticas que tendremos que ir adoptando y, en este sentido, la metodologí­a colaborati­va, el trabajo por proyectos, análisis e investigac­ión de equipos interdisci­plinarios serán prepondera­ntes”, explica. Pautas importante­s Cuando se trabaja con esta metodologí­a se le da prioridad al estado emocional de los usuarios frente al problema. Además, con el objetivo de buscar otras miradas a un mismo planteo, es preciso involucrar a profesiona­les de múltiples disciplina­s para que cada uno realice su aporte. “En nuestras sesiones participan personas de Marketing, de Soluciones y de Negocio, así como programado­res y clientes. Esto es así porque algunos piensan más en ciertos aspectos que en otros, entonces entre todos se llega a conclusion­es más ricas y al mismo tiempo viables”, dice Larravide. Otras de las caracterís­ticas del design thinking es que permite identifica­r errores de forma temprana y crear una ambiente sin reglas para dar espacio a todas las ideas y a la creativida­d sin límites. “Este proceso obliga a acercarse todo el tiempo al consumidor, pero a la vez hay que lidiar con las ansiedades de las empresas que creen que estamos perdiendo el tiempo y ahí es cuando en ese apuro uno se aleja del pensamient­o del usuario”, dice Horcada, de Globant. Larravide también cuenta que esta situación le sucede muy a menudo. “Cuando estábamos diseñando el alta de una cuenta asumimos que el usuario lo iba a entender de una manera y, cuando lo prototipam­os y probamos, notamos que el 80 por ciento de los usuarios no lo

entendió. Esto nos sucedió por no habernos acercado más temprano al usuario, y a esto el negocio lo paga después con el tiempo de retrabajo”, señala Horcada. Algo muy importante es no tomar a esta metodologí­a como un proceso rígido que no puede ser adaptado. En este sentido, mientras que los ejecutivos de Globant y Siglo 21 aseguran que se puede amoldar según cada caso, Cafaldo ejemplific­a al señalar que este año incluyeron dos etapas más en el proceso: por un lado, una jornada de ideación en la que los equipos se encuentran, presentan sus desaf íos y todos aportan en la generación de ideas; por otro, una etapa de validación de cada proyecto, previa al momento de prototipad­o, con los ‘dueños’ del tema en el banco. “Si bien esto hizo que tengamos que ajustar más los tiempos, detectamos estas oportunida­des de mejora en la edición anterior”, justifica. Según los testimonio­s, el design thinking tiene larga vida. “Esta metodologí­a abre caminos y motiva a pensar sin fronteras, con objetivos comunes. Con ella es posible no solo generar innovación, sino también contar con un espacio de aprendizaj­e permanente”, concluye la ejecutiva de Banco Ciudad.

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Jorge Larravide, de Red Link: “El design thinking es fundamenta­l para llegar a los insights correctos y lanzar propuestas que los consumidor­es estén esperando. Se aprende haciendo”.
 ??  ?? Elena Cafaldo, de Banco Ciudad: “El design thinking abre caminos y motiva a pensar sin fronteras, con objetivos comunes. No solo se genera innovación, también un espacio de aprendizaj­e”.
Elena Cafaldo, de Banco Ciudad: “El design thinking abre caminos y motiva a pensar sin fronteras, con objetivos comunes. No solo se genera innovación, también un espacio de aprendizaj­e”.
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