Entrevista a Dante Sica
El funcionario anticipa la hoja de ruta que diseñó para atravesar los próximos meses. Por qué detecta oportunidades en las economías regionales a pesar de la recesión. Su visión sobre el costo argentino.
El celular se enciende cada cinco segundos con un nuevo mensaje de Whatsapp. No dejará de hacerlo durante los 30 minutos de charla. Sin embargo, más allá de una mirada de reojo, Dante Sica (61) deja que el iphone vibre y se ilumine mientras focaliza en el mano a mano que concede a APERTURA. Diez pisos más abajo, la City vuelve a cerrar una semana de vértigo, marcada por los sospechosos de siempre: dólar, Trump, Letes. A pesar de ser la 16a reunión del día –con una comitiva de gremialistas esperando en el pasillo para cerrar la jornada– el Ministro de Producción responde con calma, incluso a las preguntas más incómodas. Será que trae consigo la experiencia del exconsultor y exsecretario de Industria y Minería, fogueado en la peor crisis que vivió la economía argentina. Pero será también resultado de la información que reunió en las cuatro semanas que lleva en una de las sillas más calientes del momento. Al cierre de esta nota, el funcionario que sucedió a Francisco Cabrera contabilizaba más de 300 encuentros con empresas, dueños, PYMES, cámaras y organizaciones en todo el país. Y la foto que transmite es la de confianza en el camino iniciado. No niega el desaf ío que significará atravesar el valle de la recesión que arrastra la tormenta cambiaria. Los números no ayudan: al cierre de esta edición el Indec informó una caída interanual del 8 por ciento para la producción industrial en junio. El consumo masivo retrocede un 2 por ciento y las proyecciones de inflación anual se acercan al 32 por ciento. Sin embargo, Sica apuesta a aprovechar la crisis para resetear al sector exportador. Tras la crisis cambiaria, el sector productivo frenó en seco la tenue dinámica de crecimiento. ¿Qué objetivos se puso al llegar al Ministerio? La meta de tener una Argentina que sea mucho más integrada, abierta y competitiva. En el mediano plazo, trabajar con las empresas –con especial foco en las PYMES– para generar una vocación exportadora. Por otro lado, tener una mirada mucho más centrada en la cercanía. Estamos atravesando una tormenta, cuya turbulencia dejará menor actividad y una inflación mayor a la esperada. Pero, al mismo tiempo, nos permitirá una mejora estructural con menos déficit fiscal y de cuenta corriente. Sin embargo, el mayor beneficio lo veo en que entramos y salimos con el mismo programa económico. No hubo ningún parche, menjunje, ni corralito, ni restricción. Entonces, la agenda de corto tiene que ver con mirar a las PYMES, cuya cadena de pagos está muy estresada o estirada. ¿La cadena se cortó en algunos sectores? No tenemos esa información y mirá que monitoreamos los sectores productivos todos los días. No veo sectores en los que se haya cortado. Sí algunos en los cuales el plazo de pago se estiró: el que pagaba a 30 días se fue a 60; y el de 60 se fue a 90 días o más. Eso pesa especialmente sobre las PYMES que no están integradas en una cadena de valor de una gran empresa porque pueden tener problemas de cobertura, de la calidad de los pagos o de cheques. Se suma el amesetamiento del consumo. Igual, el costo laboral e impositivo no baja... Es cierto. Eso son problemas estructurales. Por eso diferencio entre el corto y mediano plazo. En lo estructural está la preocupación por costos como los laborales: de contratación y los riesgos que tiene ante posibles o eventuales situaciones. Eso inhibe a la toma de trabajadores o lleva a la empresa al mercado informal. ¿Cuáles son los sectores más afectados? Vemos un mapa heterogéneo. La caída es más fuerte en el sector de durables, de crédito intensivo. Se suman los electrónicos y líneas blancas que lo hacen por una tema estacional. Por eso, estamos buscando medidas que puedan ayudar a mantener la demanda. ¿Cuáles? Por ejemplo, sostener el Ahora 12, que es un programa muy importante para las empresas de la cadena textil, calzado y marroquinería. Casi el 50 por ciento de lo que venden estas cadenas productivas se hace a través de este programa. Además, ampliamos la cobertura de Precios Cuidados para que, en un momento de mucha dispersión de valores, la gente sepa el precio de referencia. Por ejemplo, en el monitoreo semanal que realizamos para una canasta de un mismo producto encontramos más de 20 precios diferentes. ¿Qué responden los empresarios frente a eso? No creemos en los controles de precios. Pensamos que la principal política para bajar la inflación es la que estamos llevando adelante: reducción más acelerada del déficit fiscal y cortar la emisión y el financiamiento del Banco Central. Por otro lado, dar más transparencia a los mercados. Para eso, tenemos instrumentos como la ley de Defensa al Consumidor y la ley de Defensa de la Competencia. Claramente hay reclamos, en especial por el valor de los insumos y muchos están dolarizados automáticamente. Entonces, hay movimiento de devaluación más movimientos de precios internacionales. ¿Cuándo proyectan que se aplicará la disparada de precios? Cuando se estabilice el mercado y el tipo de cambio y la tasa de interés pueda empezar a bajar. Hoy, todos están buscando dónde está el mercado, dónde está la demanda y en qué nivel está. Hay vola-
tilidad cambiaria, el tipo de dólar está buscando su nivel. Entonces, muchos no saben si se quedan largos o cortos con respecto al nivel de precios. Porque si uno se queda muy largo en el precio y genera stock, lo castiga la tasa de interés. Todo el mundo está testeando el mercado. Y cuando se genera incertidumbre no solo el inversor pone pausa, también lo hace el consumidor. Tiempo de señales ¿Cómo trabajan el escenario de corto plazo? Visitando todo el tiempo a empresas, conversando con ellas y marcándoles a dónde está el norte. O sea, hacia donde se dirige la política económica del Gobierno. Eso para dar señales de certidumbre con respecto a que los lineamientos de política económica no van a cambiar e ir acompañándolos. Además, hoy, el corrimiento del tipo de cambio generó una corrección de precios relativos importante que mejoró la ecuación para varias economías regionales. Más allá de eso, tenemos que seguir el proceso de desburocratización, mejorar la estructura de costos logísticos, trabajar sobre los cambios regulatorios. Por ejemplo, a fin de año vencen algunos beneficios de la ley PYME de 2017 y estamos pensando en una nueva que sea un upgrade. Sin embargo, muchas empresas no pueden esperar. ¿Cómo le responden a las firmas que hoy ya no llegan a fin de mes? Para esto trabajamos caso por caso. Hemos puesto un equipo de funcionarios de distintas áreas que trabajan yendo a las empresas para enfrentar este bagaje de temas. Trabamos codo a codo con la AFIP para tratar de ver si es necesario una moratoria. O sea, tratamos de estar con ellos y acompañarlos. Al mismo tiempo, veo y se ve que está cambiando el escenario. Y te recalco: no veo un quiebre en la cadena de pagos ni un sector que esté totalmente al límite. Hemos reunido a los 24 ministros de Producción de las provincias y ellos, más que sectores, ven a empresas con problemas. Al mismo tiempo, nos estamos encontrando con muchas sorpresas. Sectores que hasta unos meses eran demandantes de protección hoy nos piden que les ayudemos a exportar. ¿Por ejemplo? El calzado. Estuve en la feria que organiza la Cámara del Calzado para la temporada de verano. Y, de las 10 empresas que visité, siete me plantearon: “Me están llegando pedidos de Chile, de Uruguay; veo que puedo volver a abrir el mercado de Brasil; me gustaría vender en Europa; creo que puedo abrir el mercado de los Estados Unidos”. Y para ellos ya tenemos los instrumentos que estuvimos trabajando para el mediano plazo: la Ventanilla Única Unificada de Comercio Exterior; el Exporta Simple; los esquemas de financiamiento a través del BICE. En el interior, el impacto de la desaceleración es muchísimo menor de lo que se ve en CABA y en el Gran Buenos Aires. ¿Cómo se explica? Primero, diría que el impacto sobre CABA y GBA se da en empresas que estaban más cerca del mundo informal o donde hay más concentración de confecciones, textiles o calzado, donde quizás impactó más. Mientras que, en el interior, hay muchas economías con productos más transables. Por ejemplo, peras o manzanas, que se exportan en un 35 por ciento. U olivos y vinos. Son productos a los que este tipo de cambio les cambió la ecuación. El vino, por caso. Venía de dos años de malísimas cosechas pero, este año, la cosecha es muy buena y tiene un tipo de cambio que la vuelve a poner en competencia. Se suma el agro: tuvo una sequía que golpeó muy fuerte hasta el segundo trimestre y hoy, las expectativas lo están llevando a nuevos pedidos de maquinaria. ¿Cómo se afronta el costo argentino en este escenario? Primero, en muchas cadenas haciéndolas más productivas, aumentando su capacidad de desarrollo, innovación e investigación. Y hay varias que dan muestras de eso. Por ejemplo, Toyota. Lo hizo en un sistema de cooperación muy fuerte con el sindicato, que entendió que tiene que flexibilizar cuestiones para acompañar así el proceso e inversión. Pero las empresas enfrentan una inflación por encima del 30 por ciento anual, una reforma impositiva que se quedó corta y una reforma laboral que no llega. ¿Cómo se transmite hoy el mensaje de que se está en camino? Es un proceso interactivo. Estamos obteniendo las reformas posibles, en un Gobierno que no tiene mayorías legislativas y tiene que construir un proceso de diálogo a través de negociación y consenso. Se han hecho avances importantes en la reforma tributaria y fiscal; hay tres leyes que están ya en la Legislatura para poder avanzar en una reforma laboral; las mesas sectoriales son un buen canal de diálogo, que permite construir y avanzar entre el sector sindical y empresarial. Sin embargo, la imagen que queda a nivel general para el empresario parecería indicar otra cosa. ¿No habría que comunicarlo de otra forma? Es factible. Tenemos que tener una presencia mucho más federal y trabajar más con los distintos sectores. Y también es cierto que, cuando hay crisis de este estilo, es dif ícil que te escuchen. Uno está preocupado por los problemas de corto, como la tasa de interés, el costo financiero. Pero, en la medida que el mercado se vaya estabilizando, nos permitirá poner en valor todo el programa. Por eso, me río cuando algunos dicen “no hay programa económico”. Al contrario: hace años que no hay un Gobierno que tiene el calibre de programa que tenemos nosotros. Es un programa federal, que sobre una mejora de la infraestructura incluye todas las actividades, desde Tierra del Fuego hasta La Quiaca, con una fuerte visión hacia la exportación. Porque es la exportación la forma que tenemos para vencer los ciclos que el mundo nos exige cada cinco años y que por culpa de no tener dólares tenemos que dejar de crecer. ¿Eso significa también importar menos? No. Significa importar más pero, para eso, queremos exportar más. Cuando el Presidente le ofreció el cargo, fue el momento quizás más volátil de la tormenta cambiaria. ¿Por qué se animó a sentarse en esta silla tan caliente? Estaba muy confiado con el destino que tenemos como país y con el destino que tenemos con esta política económica. Solo fue un tema de duda personal con respecto al ministro Cabrera, al cual aprecio y con quien somos muy amigos. Pero estaba y estoy convencido de que estamos en el camino correcto.
“Cuando hay crisis de este estilo, es difícil que te escuchen”