Rally a la argentina
En las cuatro últimas décadas, la bolsa local vivió ciclos alcistas inolvidables y fuertes correcciones. Las causas y consecuencias que dejó cada estampida.
Casi como un calco de la esencia misma de los argentinos, la bolsa argentina ha convivido en el último medio siglo con períodos de marcada euforia con otros dominados por las más profundas de las depresiones. A tal punto que medidos en dólares estadounidenses los índices accionarios locales llegaron a multiplicar su valor por 47 veces pero también a perder en tres oportunidades más del 90 por ciento de su valor desde los récords previamente alcanzados. Entre 1967 y 1969, el índice general de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (IG) que, a diferencia del indicador líder Merval –que recién fuera creado en 1986– mide la performance de todos las sociedades listadas, llegó a ubicarse en varias oportunidades en niveles muy cercanos a los US$ 4000. Desde allí comenzó a desplomarse hasta tocar una marca mínima de US$ 342 a comienzos de 1976, en la última etapa del gobierno de Isabel Perón. En siete años, acumuló una pérdida del 92 por ciento, una performance muy dif ícil de encontrar en otros mercados, incluyendo los denominados emergentes. Sin embargo, desde ese mínimo, la bolsa porteña vivió el ciclo alcista probablemente más recordado por operadores e inversores locales. Se extendió hasta 1980 y coincidió con las políticas liberales que impulsó José Alfredo Martínez de Hoz cuando estuvo al frente de la cartera de Economía durante la primera parte del gobierno militar. Su recordada “tablita cambiaria” y una marcada sobrevaluación del peso impulsaron los precios de las acciones a niveles impensados. El índice general multiplicó su valor por 31 veces en esos cuatros años, a una tasa que promedió el 750 por ciento anual en dólares, al pasar de US$ 342 a US$ 11.252. Pero prácticamente todo lo que la bolsa local ganó en esos cuatro gloriosos años los perdió en los cinco siguientes. El crack bancario de 1980 le puso fin al denominado período de la “plata dulce”. La quiebra del BIR (Banco de Intercambio Regional) y de otras 37 entidades financieras originó una fuerte corrida bancaria, fuga de divisas y golpeó muy fuerte a los sectores productivos. Desde el récord de 1980, el índice general pasó a tocar en 1985 un mínimo de US$ 536 durante el gobierno de Ricardo Alfonsín. En ese lapso, borró el 95 por ciento de su valor, lo que es reconocido por los analistas como el ciclo bajista más profundo en la historia de la bolsa porteña. A partir de junio de 1985, con el lanzamiento del Plan Austral, el programa de estabilización monetaria diseñado por Juan Vital Sourrouille, segundo ministro de economía de Alfonsín, la bolsa ingresó en un nuevo
ciclo alcista. Las políticas de shock introducidas lograron inicialmente contener la inflación sin afectar el crecimiento. Con fuertes altibajos en los precios y recordados sucesos como el Plan Primavera (1988), dos hiperinflaciones (1989 y 1990), el Plan Bonex (1989) y el Plan de Convertibilidad (1991), el índice general de la Bolsa pasó del mínimo de US$ 536 dólares en 1985 a marcar un récord de US$ 25.973 en junio de 1992. En siete años multiplicó 47 veces su valor en moneda dura, a un ritmo del 671 por ciento anual. El boom de la Convertibilidad Entre junio y octubre de 1991, la bolsa porteña tuvo un rally inolvidable. Algunos de los drivers que impulsaron la demanda de acciones fueron el decreto de desregulación económica y el inicio del proceso de privatizaciones de empresas públicas como YPF, Entel, Segba y Gas del Estado. “Además, el ciclo arrancó desde muy abajo. La Argentina había tenido dos estallidos hiperinflacionarios en 1989 y 1990”, rememora Claudio Zuchovicki, gerente de Desarrollo de Mercado de Capitales de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. “En diciembre de 1989, el Plan Bonex implicó canjear por bonos todos los plazos fijos en dólares de nuestro sistema financiero. La emisión fue de tan solo US$ 5000 millones, lo que muestra lo barato que valía la Argentina por aquella época”, agrega. La desregulación introdujo cambios importantes como el ingreso de los bancos al negocio bursátil. Históricamente, la actividad de intermediación había estado reservada a agentes de bolsa constituidos exclusivamente como personas f ísicas. Con la creación de la figura de sociedad de bolsa como un ente jurídico, varios agentes tradicionales se reconvirtieron y los principales bancos de la plaza local ingresaron al negocio, lo que aumentó la base de jugadores e inversores. A tal punto que, en coincidencia con el récord del índice líder, a mediados de junio de 1992 se llegó a pagar US$ 2,1 millones por una acción del Mercado de Valores. En este ciclo se registró también una fuerte expansión del volumen de operaciones, que pasó de negociar unos US$ 2/3 millones diarios en las semanas previas a la Convertibilidad a marcar jornadas de más de US$ 100 millones de negocios. “En 1991,
“Los ciclos alcistas más marcados de la bolsa en los últimos 30 años se originaron en cambios de expectativas políticas”. Claudio Zuchovicki, Bolsa de Comercio de Bs.as.
el inversor extranjero que quería comprar acciones argentinas tenía que venir obligatoriamente a la Bolsa de Buenos Aires. No había compañías locales cotizando en Nueva York”, recuerda Zuchovicki. Por otro lado, marcó el inicio de un incipiente período de capitalismo popular, que intentó copiar el modelo español. El gobierno había reservado un porcentaje del capital de las nuevas empresas privatizadas que debía ser colocado obligatoriamente en la Bolsa El proceso se inició con Telefónica de Argentina. El gobierno vendió el 30 por ciento de su capital accionario en diciembre de 1991. Originalmente se esperaba que la colocación fuera de manera conjunta con la de Telecom, pero esta última se postergó a marzo de 1992. “Con la salida a bolsa de las empresas públicas se hizo una gran trabajo de difusión y docencia que llevó a que muchos pequeños ahorristas invirtieran en acciones por primera vez en sus vidas”, recuerda Pablo de Estrada, expresidente de la Comisión Nacional de Valores y exdirectivo del Banco Roberts, una de las entidades más activas en los procesos de colocación de empresas privatizadas. En el mismo lapso se concretó la IPO de Sevel Argentina, la compañía de Franco Macri que tenía las franquicias para producir vehículos bajo las marcas Fiat y Peugeot. La colocación hizo disparar los precios de las acciones de Ciadea (Renault Argentina), a tal punto que la filial argentina llegó a tener un valor de mercado similar al de su casa matriz francesa. El inusitado rally disparó una serie de investigaciones por parte de la Comisión Nacional de Valores (CNV). El índice Merval reflejó también toda esta euforia al alcanzar el 1° de junio de 1992 un máximo histórico de US$ 890,41. “La Argentina llegó a tener una participación del 20 por ciento dentro del índice de emergentes, en una época en la cual no había tantos mercados con esta clasificación. Las bolsas de muchos países de Europa del Este y del Sudeste Asiático recién nacieron en la primera mitad de los ’90. Y para ese entonces nuestro país tenía más peso que China”, recuerda Zuchovicki. Pero ese mismo mes una corrida contra el peso disparó una fuerte corrección de los precios de las acciones. En diciembre de 1994, el estallido del efecto Tequila en México le metió más presión a la bolsa, que tocó su piso en US$ 262,11 en marzo de 1995. A partir de allí, momento que coincide con la reelección de Carlos Menem, el Merval inició un período de recuperación que lo llevó a US$ 866,47 en agosto de 1997. “La bolsa subió con la tasa americana en torno al 5 por ciento anual y con tasas reales ligeramente positivas a nivel local. Eso fue crecimiento genuino”, señala Mauro Massa, responsable de Research en Bull Market Brokers. Pero a partir de 1997, con la devaluación de las monedas del Sudeste Asiático, el default ruso y el inicio de un período recesivo en la Argentina, el Merval vuelve a caer a US$ 301,73 en septiembre de 1998. Con algunos recuperaciones parciales, la bolsa adoptó un sesgo marcadamente bajista con la crisis económica de fines de 2001. Pese al blindaje cerrado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la convertibilidad ampliada impulsada por Domingo Cavallo, por aquel entonces ministro de Economía de Fernando de la Rúa, el riesgo país alcanzó el récord de 1916 puntos básicos y la bolsa porteña no detuvo su caída libre. La tendencia se acentuó en los primeros meses de la presidencia de Eduardo Duhalde con el fin del 1 a 1 y con un dólar mayorista que llegó a $ 4. El 14 de junio de 2002 el Merval tocó un piso de US$ 74,58, lo que representó una caída del 91,6 por ciento respecto al récord alcanzado 10 años antes. Si bien se trató del período bajista más extenso de la bolsa porteña, resultó en valores muy similares a otros ciclos previos. El ciclo 2003-2007 En 2003, la bolsa porteña inició otro ciclo de fuerte recuperación. “Un factor de confianza se instauró nuevamente en la Argentina”, señala Santiago Llull, vicepresidente de Futuro Bursátil. Cuatro años de superávits gemelos, crecimiento del PBI a tasas chinas y un riesgo país que tocó uno de los niveles más bajos de las últimas dos décadas llevaron al Merval a alcanzar un máximo de US$ 747,68 en octubre de 2007, multiplicando así su valor por 10 en solo cinco años. “Las tasas internacionales eran muy bajas y, por aquel entonces, las AFJP eran un jugador importante en el mercado”, recuerda Massa. Para Gustavo Neffa, analista de Research For Traders, el punto de partida de los grandes ciclos alcistas que tuvo la bolsa argentina en las últimas cuatro décadas está fuertemente relacionado con descalabros macroeconómicos importantes. “En junio de 2002, cuando el PBI caía 12 por ciento, se podían comprar por centavos empresas argentinas que hoy valen más de $ 100”, ejemplifica. Para el especialista, es un patrón que también se puede observar en otros mercados, incluso el estadounidense: “En el punto de máxima caída del PBI interanual de un país es donde se generan las mayores oportunidades de compra. El problema es determinar cuándo se llega a ese momento”. En 2007, el Merval tuvo jornadas donde llegó a negociar US$ 90/100 millones diarios, recuerda Rubén Ullua, director de la consultora que lleva su nombre. A diferencia de los picos que se alcanzaron en los ’90, lo meritorio es que la Argentina, ya para esa época, había exportado buena parte de su mercado de capitales a Nueva York. Con
“En el punto de máxima caída del PBI de un país es donde se generan las oportunidades de compra. El problema es detectarlo”. Gustavo Neffa, analista de Research for Traders.
más de una docena de compañías cotizadas entre el NYSE y el Nasdaq, el centro de la liquidez se había trasladado a Wall Street. El ciclo se vio interrumpido en 2008 por la crisis subprime que se desató en los Estados Unidos y las crisis en varios países de Europa como Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda. En el campo local, algunos drivers negativos fueron la estatización del sistema de AFJP, el inicio del conflicto entre el Gobierno y el campo por la famosa resolución 125 y la desconfianza que empezaron a generar los datos de inflación del Indec. La Argentina retomó la senda alcista en 2010, cuando los factores exógenos dejaron de tener influencia sobre el mercado accionario. Debieron pasar más de 18 años para que el indicador de las acciones líderes pudiera cerrar por primera vez en la historia por encima de los US$ 900 y quebrar el récord que había alcanzado en junio de 1992.El 3 de enero de 2011 tocó los US$ 912,25. Los récords actuales La Bolsa porteña volvió a tomar ímpetu recién en 2014, cuando con una catarata de sucesivos récords llegó a los US$ 1437,16 el 22 de septiembre. “Los ciclos alcistas más marcados que tuvo la bolsa argentina en los últimos 30 años se originaron principalmente en cambios de expectativas políticas”, remarca Zuchovicki. Tras un ajuste que lo llevó a perforar los US$ 1000 en septiembre de 2015, el Merval empieza a recuperar posiciones. Ya con nueva administración, el acuerdo con los holdouts y el triunfo del oficialismo en las elecciones de medio término de 2017 llevan al Merval al alcanzar el 18 de enero de este año su récord histórico de US$ 1802,03. “Generalmente, los ciclos alcistas coinciden con épocas en las cuales las tasas de interés son bajas a nivel mundial”, dice Neffa. En ese lapso, el riesgo país argentino tuvo una importante caída y la Argentina hasta pudo colocar en el mercado de deuda un bono a 100 años. “En el 2017 se dio el blanqueo de fondos y recibimos una cantidad de fondos que movilizaron al mercado”, apunta Llull. Para Zuchovicki, el último ciclo alcista se dio también por “expectativas futuras que después no se cumplieron”. Pero con las subas de tasas en Estados Unidos, la corrida cambiaria y algunos desequilibrios macro locales, el Merval perdió más del 40 por ciento de su valor en dólares en menos de seis meses. “Por lo general, los ciclos alcistas de la bolsa argentina se empiezan a interrumpir cuando se aplana la curva de las tasas de interés en los Estados Unidos, es decir, cuando los bonos largos rinden como los cortos”, explica Massa. También cuando la principal economía del mundo entra en recesión. Dos acontecimientos con altas chances de ocurrencia que podrían afectar a la bolsa porteña más allá del enfriamiento local que se espera. En junio el mercado accionario argentino fue reclasificado por MSCI como emergente. Recientemente, el banco de inversión Morgan Stanley vaticinó que ciertas acciones podrían subir en promedio hasta el 40 por ciento en dólares a mediados de 2019, fecha efectiva del regreso del país al índice emergente. El tiempo dirá finalmente de qué lado caerá la moneda.