El impacto en el hogar
El mercado de la vivienda se adapta a las vidas longevas. Aunque la mentalidad de la vida de 100 años tardará en afincarse en la economía y la política, ya está dejando una marca en un aspecto fundamental de la vida nipona: el mercado de la vivienda. La casa promedio en Japón se construye con una duración prevista de 30 años. Según Nomura, el valor del edificio (en oposición al de la tierra) se habrá reducido a cero unos ocho años antes de ese plazo. Las casas antiguas se venden con la expectativa de que serán demolidas de inmediato; las nuevas se levantan con la premisa de que algún día van a ser arrasadas, en vez de ser reformadas como sucede en Europa o Estados Unidos. El problema con eso, explica Koji Kawachi, director de Actividades en Espacios Habitables de Muji House, es que está subiendo la edad promedio del comprador inicial. Una pareja de 37 años que, según la estadística, tiene la expectativa de vivir otros 45 años, no necesariamente querría demoler la casa y reconstruirla pasados los 60 años. “A la gente le interesan las casas que se construyen con una duración de hasta 50 años, que tengan materiales más resistentes y diseños que permitan cambios en el interior y les faciliten la vida cuando sean mayores”, aclara. Mientras tanto, la construcción de nuevas viviendas en Japón se cree que descenderá de 970.000 en 2016 a 550.000 en 2030. Eso es lo que empuja a Daiwa House, uno de los principales constructores del país, al negocio de las “refacciones” de casas. Sin embargo, la compañía alega que la vida a 100 años la afectó de otros modos. Prevé el envejecimiento de la fuerza laboral en la construcción y la necesidad de dos innovaciones: técnicas de construcción que ahorren mano de obra y diseños que puedan actualizarse fácilmente por renovadores ancianos.