Japón se prepara para una vida de 100 años
Cuando a mediados de 2016 se publicó La vida de 100 años, libro que trata sobre la longevidad y el cambio social, tuvo ventas modestas en Occidente. Algunos lo tomaron como una hoja de ruta inspiradora, otros como una advertencia, y no faltaron los que lo vieron como lectura especializada para los departamentos de recursos humanos o expertos en jubilaciones. Pero cuando meses después apareció una versión traducida en Japón, golpeó al país más anciano del mundo como una descarga de electricidad. Para Japón, la tesis central del libro –que personas, instituciones, gobiernos, finanzas e infraestructuras tienen que aprestarse de urgencia para el momento en que millones de personas tengan una razonable esperanza de vida de un siglo– tocó el más sensible de los nervios. Fue un enorme best-seller, transformó el debate público y cristalizó lo que había sido una discusión confusa sobre esperanzas y temores demográficos. En un país en el que el 27 por ciento de su población supera los 65 años, la mitad tiene más de 50 y las muertes llevan más de un decenio superando a los nacimientos, esa claridad espoleó un gran alarde de acciones. Los escépticos alegan que solo fue eso: un alarde. Pero al igual que ese abuelo que por fin admite que necesita bifocales, Japón adop- tó la idea de la vida centenaria como una exigente directiva política. Por mucho tiempo había conocido las consecuencias más aterradoras del tema en el aumento de los costos de la salud y el surgimiento de “ciudades de demencia”, en el que la quinta parte de la población padece de algún tipo de declive cognitivo. Pero ahora también recibían atención las posibles ventajas. En 2017 el gasto en consumo subió en el grupo etario que supera los 59 años. Los japoneses jóvenes cuidan su dinero; los mayores gastan más en carne, autos, smartphones y paquetes turísticos. Los operadores identificaron tres sectores demandados que tienen relación entre sí: empresas que administran asilos o cuidadores, fabricantes de robots para ayudar o reemplazar a la envejecida fuerza laboral y centros de cuidado físico que se concentran en atender a fanáticos del ejercicio en sus últimas décadas. La broma es que la decisión de Japón de adoptar la vida centenaria es la demanda del siglo: queda por verse si dará frutos. Florian Kohlbacher, autor de una amplia investigación sobre
Tokio está despertando frente a las enormes consecuencias –y oportunidades– que tendrá el envejecimiento de la sociedad respecto de la salud, las finanzas, la vivienda y la tecnología
la demografía japonesa, es uno de los muchos expertos impactados por lo tardía que fue esta explosión. Japón se ubica claramente en la vanguardia del envejecimiento, señaló, y debería ser el líder en el desarrollo de las políticas y los productos que eso demanda. “No sabemos mucho del futuro salvo por la demografía, así que si sabemos lo que va a suceder, ¿por qué no actuar? La población de Japón tocó su máximo y se está reduciendo, uno pensaría que ese es el principal tema a tratar. ¿Pero por qué no vemos que se hagan más cosas? Una respuesta es que, incluso hoy, vemos al envejecimiento como un problema, antes que como una oportunidad”, resumió. El aspecto negativo es convincente. En 2017 el libro Future Chronology también se vendió bien. Pinta el futuro de Japón como un abismo infranqueable entre “la realidad venidera y el estado actual de la planificación pública o privada”. La sombría visión de Masashi Kawai de millones de hogares vacíos y en ruinas y de torres de edificios convertidos en “asilos en el cielo” sugiere que la caída en 2016 de los nacimientos anuales por debajo del millón debería haber movilizado antes a la gente. Su presunción es que la tecnología no podrá atender el déficit y predice un tiempo en el que Japón no solo carezca de espacio para las cremaciones sino que tampoco tenga monjes que puedan oficiar ese último rito. Para las arcas públicas los riesgos son claros: hacia 2025, cuando los nacidos en el baby boom posterior a la guerra cumplan 75 años, el gasto en seguridad social crecerá debido a un sistema en el que los pacientes pagan una proporción menor del costo en salud a medida que envejecen. Pero la visión exclusivamente negativa del envejecimiento podría estar cambiando conforme los gobernantes ven una bendición en el ejército de ciudadanos ancianos y saludables que quieren seguir en actividad. Dirigentes empresarios, burócratas, educadores y porciones de la población han absorbido las advertencias de La vida de 100 años (que en japonés también fue publicado con el título de Cambio de vida), pero además aceptaron la convicción de que puede haber oportunidades en la longevidad, siempre que existan las políticas adecuadas. El libro animó a la Sociedad Gerontológica de Japón a solicitar que se revise la
40% de los empleados japoneses adultos mayores quieren trabajar hasta que puedan hacerlo.
definición de “anciano” para que pase de los “mayores de 65” a los “mayores de 75”. La frase hyakunen jinsei (“vida de 100 años”) entró en el vocabulario de las empresas; las grandes compañías de servicios financieros y la construcción dicen que están usando la idea para promover cambios esenciales en sus modelos de negocios. En algunos casos, como el de la industria, se están fomentando nuevas inversiones tecnológicas en robótica y trajes de exoesqueletos para trabajadores más viejos. En otros, como en la banca regional, donde el 50 por ciento de los prestamistas perdieron dinero en el año fiscal que terminó en marzo de 2017, es una de las consideraciones clave detrás de las 15 fusiones ocurridas desde 2008, y de las varias más que se están negociando. Lynda Gratton, profesora de Práctica Administrativa en la London School of Economics y coautora del libro, se ha convertido en asesora de la máxima dirigencia de Japón. El año pasado informó a los ministros de la probabilidad de que la mitad de los niños japoneses nacidos hoy vivan más allá de los 100 años. Meses atrás, en un raro honor compartido por las obras de Karl Marx y John Maynard Keynes, el libro salió en formato de manga, con lo que se garantizó la llegada a mayor cantidad de lectores. No mucho después de que apareciera en las librerías, un resumen de La vida de 100 años cayó en el despacho del primer ministro Shinzo Abe, quien se debatía para reencender la confianza pública en su programa de reformas apodado “Abenomics”. Japón sabe mejor que nadie con qué rapidez pueden proliferar las vidas de 100 años a pesar de que la población general se contraiga. Hace 50 años Japón tenía apenas 327 centenarios; en 2017 contaba con 67.824, y la mayor relación per cápita del mundo. Pero Abe, indican funcionarios de su entorno, sabe detectar un relato que galvanice. El mensaje del libro, que es que la gente trabajará hasta mucho más tarde en sus vidas, mantendrá la buena salud, seguirá acumulando aptitudes e invertirá durante una mayor permanencia en la Tierra, incluía la nota de optimismo que tanto andaba buscando. Vio también que encajaba con otras de las políticas que promovió –sus críticos dicen que sin éxito–, como la de destinar más espa-
cio a los hijos de padres que trabajan, y reformas laborales pensadas para angostar la brecha salarial y de remuneraciones entre trabajadores regulares u ocasionales. También ofreció la oportunidad de distender las limitaciones a los trabajadores extranjeros, un segmento de la fuerza laboral que Abe y otros admiten que será crítico para garantizarse el necesario ejército de cuidadores que demanda la demograf ía del país. Un año después de la publicación del libro, la oficina del gabinete había reunido a un grupo de ministros, académicos, dirigentes empresarios y representantes sindicales en el Consejo de Diseño de la Sociedad de la Vida Centenaria. Como muestra de que Abe, quien presidió y asistió a las nueve reuniones del consejo, estaba dispuesto a todo tipo de ideas, algunos de sus integrantes eran la ex futbolista Masako Wakamiya, una mujer de 83 años que diseña aplicaciones de juego para iphone que mantengan estimulados a los ancianos, y Haruka Mera, un emprendedor de 30 cuya app de micro financiamiento ayudó a crear cantidad de guarderías. “Creo que la frase ‘la vida de 100 años’ facilitó que muchas personas entendieran el tema. La idea concentra a las personas en las posibilidades, les hace darse cuenta de que podrían seguir viviendo por décadas y les simplifica imaginarse lo que habría que hacer y cómo deberían planificar sus vidas”, opinó Mera. La explosión de actividad de Japón, apuntan funcionarios de alto nivel, surge en parte del hecho de que ahora se aceptó que no es posible buscar orientación en otro lugar, como había sido habitual en otros sectores del gobierno. “Podemos preguntarnos por qué Japón tardó tanto en hacer esto, pero en realidad es el único país que se decidió formalmente a ver la ‘vida de 100 años’ como un proyecto nacional –aporta Gratton. Fue el primero en convertirlo en un relato”. También intervinieron los directivos de televisión. Antes y después, el programa de refacciones de casas más popular de Japón, incluyó a comienzos de este año una sección que mostraba cómo parejas de 70 años podían remodelar sus viviendas para vivir con más comodidad con sus padres centenarios. Los operadores de valores más importantes del país, Nomura y Daiwa, también aprovecharon la oportunidad. Han intentado suavizar sus imágenes prepotentes desviando grandes porciones de su personal de ventas a servicios cara a cara para atender a una base de clientes que está envejeciendo . La estrategia de los operadores es romper con el pasado y discutir con paciencia las necesidades de los clientes antes que presionarlos para que compren. Nomura llama “socios de corazón” a su equipo de ventas, mientras que Daiwa prefirió “planificadores de la paz mental”. Están ocupando un vacío que en los Estados Unidos y el Reino Unido rebosa ya de asesores financieros independientes.
En junio el comité publicó sus recomendaciones, que dos días después fueron adoptadas por el gabinete. Entre las ideas clave figuran mejoras en la remuneración de los cuidadores de largo plazo, una “expansión drástica de la educación recurrente” para ampliar el empleo a mitad de la carrera y la preparación de las bases para aumentar los niveles de empleo entre los mayores. Esta última parte, acotan analistas, es la clave: la mayoría de los japoneses, por motivos financieros o sociales, no quiere jubilarse ni siquiera a los 65 años. Un estudio sobre la vida cotidiana de los ancianos preparado por la Oficina del Gabinete detectó que alrededor del 40 por ciento de los que siguen trabajando dijeron que les gustaría seguir hasta que les sea imposible continuar por razones f ísicas. Otro 35 por ciento declaró que preferiría seguir al menos hasta los 70 años. Las compañías desesperadas por empleados en una población laboral que se contrae ya están buscando formas de reincorporar a los recién jubilados, valiéndose de contratos de corto plazo para que puedan desempeñar casi las mismas tareas de antes. Menuda tarea será la eliminación del sistema de retiro obligatorio del país, que discrimina a los mayores de 60 años obligándolos a salir de la nómina regular, y el ajuste del sistema de remuneraciones por antigüedad, que no es el adecuado en una época de vidas laborales extremadamente largas. Nohiro Yashiro, economista de la Universidad de Mujeres Showa, dice que los salarios que se basan en la antigüedad y la edad de retiro obligatorio solo pueden modificarse con una reforma estructural, pero son demasiadas las personas que quieren mantener el statu quo. “La nueva frase no cambia que el gobierno no hizo reformas importantes en temas como el de las jubilaciones”, señaló, agregando que el gobernante del partido Demócrata Liberal siempre será reacio a las reformas médicas o jubilatorias por su base de votantes y aportantes. “No sienten pánico, cierran los ojos frente a las reformas reales que se necesitan”. Gratton lo ve diferente: “Cuando se lee nuestro libro en los Estados Unidos, la preocupación es que la gente no podrá permitirse envejecer. En Japón nunca se lo vio como un libro sobre las jubilaciones. Lo vieron como un libro sobre oportunidades”.