Apertura (Argentina)

“Todo lo que aprendimos no sirve de nada”

- Por Francisco Llorens

“Estuve 30 años ahí, pero me parece la vida de otro”. Mario Pergolini no reniega de su recorrido en radio y televisión, pero dice sentirse ajeno. Parece más cómodo, en cambio, cuando se lo vincula a las nuevas tecnología­s y a la innovación. Transmisio­nes por streaming, noticieros para Instagram, e-sports y divulgació­n científica forman parte de su día a día. En pleno barrio de Colegiales funcionan las oficinas del grupo de empresas que creó. Son Vorterix, Dift y Malditos Nerds. Su despacho, en el piso superior, está repleto de objetos de culto: piezas originales de Star Wars, un casco auténtico de Ayrton Senna, una gorra que se le da a los campeones de la NBA cedida por Fabricio Oberto. Pergolini tuvo un 2017 complicado. Tenía como socio a Indalo Media, quien controlaba la mitad del paquete accionario de Vorterix. Cuando salieron a la luz los $ 8000 millones que debía a la AFIP, en 2016, cambiaron todos los planes de negocio para el proyecto, que tenía previsto ser deficitari­o algunos años más. A fin del año pasado, después de despedir a 20 personas, escribió una carta a sus empleados, en la que detallaba que el grupo comandado por Cristóbal López no había puesto un peso más desde que se conoció esa deuda al Estado. También contaba que buscarían proyectos para encauzar las cuentas durante este año. Ocho meses después de esa carta asegura que la confluenci­a entre los proyectos permitió generar una sinergia que hace que, en total, ya no sean deficitari­as. Reconoce igualmente que le ha sido dif ícil generar ingresos publicitar­ios desde que comenzó con Vorterix. La actualidad de los medios, su situación empresaria­l, la búsqueda de la innovación, los pros y contras de la tecnología, sus fracasos y las fake news son algunos de los temas que profundiza. Los medios están en crisis en todo el mundo. ¿Cuáles son las particular­idades de la Argentina? Están en crisis en todos lados, pero nosotros los asesinamos un poquito antes. La televisión va hacia audiencias más adultas y más femeninas, pero afuera todavía se sigue apostando por cosas de cierta calidad, como La casa de papel o Merlí. Acá no, decidimos que no vamos a poner más plata en la televisión. Cada tanto alguien hace algo que está por encima de la media y funciona. En cuanto a la radio, hemos sido un país con un gran vínculo. Pero no hay dudas de que las nuevas generacion­es no han encontrado en la radio lo que encontró la generación que hoy tiene entre 40 y 50 años. Entonces han saltado a “no escucho más radio”. Las emisoras tienen un problema: por cuestiones laborales no pueden cambiar mucho la programaci­ón, entonces quedan viejas. Un gran ejemplo es Metro, que desde hace 17 años está con la misma programaci­ón y contando las mismas anécdotas. No incorporar­on nuevas audiencias y las más viejas se fueron, se aburrieron. También adoptamos lo digital más fanáticame­nte que en otros lados. Somos uno de los países que más consume Facebook del mundo y de los que más tuitea. Eso hace que nos comuniquem­os de otra forma y que los medios dejen de ser importante­s. Y la tele de la que fuiste protagonis­ta, ¿ya murió? ¿Te sentís ajeno? Me siento ajeno. El core de mi negocio en los últimos ocho años es otro. A veces me piden que vuelva, pero es más un sentimient­o romántico que una realidad. Nunca me dicen con qué volvería. O me dicen “¿Te imaginás CQC ahora?”. Sería aburridísi­mo. Imaginate tener que esperar una semana para una noticia que tuvo su tuit, su meme, los que están de un lado, del otro. Es imposible. Esa televisión, con esas inversione­s, cambió. Algo habrán hecho sería imposible. Sería una miniserie de seis capítulos para Netflix. Cada capítulo salió US$ 1,5 millones. Hoy no se me ocurriría plantearlo en la tele. Cambio el planteo: los miércoles tengo un programa en Twitch. Si yo tuviera vein-

Fue sinónimo de radio y televisión, pero hoy le escapa a los medios tradiciona­les. Asegura que perder vanidad le sirvió para hacer más rentables sus empresas.

“Para el mundo virtual, por la velocidad de la informació­n y por la ansiedad del ser humano, la verdad no importa”.

tipico no pensaría en la radio o en la televisión, pensaría en estas nuevas plataforma­s. Es mucho más negocio y más accesible. No le hablo a todo el mundo, voy al público que me interesa. No se me ocurriría empezar en un medio masivo. El año pasado trascendió que ibas a hacer un reality con Agulla y Baccetti. ¿Por qué no prosperó? En realidad, Agulla y Bacetti informaron que iban a hacer un reality y que estaban interesado­s en mí. Insisto, recibo muchas propuestas. Cuando lo dijeron, les contesté que no entendía por qué piensan en la TV para que la vean los jóvenes. ¿Qué parte no entendiero­n de que los jóvenes no están viendo televisión? “Después lo pasamos por otro medio”, me contestaro­n. ¿Y por qué no lo hacemos pensando en otro medio? El ejemplo es El lobista. Un medio dijo que no le fue bien. Pero en realidad no le fue bien en Canal 13, que era la ¡tercera pantalla! Primero fue Flow, después Fox en Latinoamér­ica. Y después, como descarte, lo pusieron en Canal 13. Medirlo en rating es injusto. Claro. Estoy seguro de que si sumamos los ratings de El marginal con Youtube con los que lo van a ver después en on demand es un rinde más alto. Ya no es la televisión. ¿Qué balance hacés de Vorterix en estos seis años? Tuvimos un aprendizaj­e que nadie tuvo. Estar muy adelantado es como estar muy atrasado. Nos costó mucho durante los dos primeros años explicar a los gerentes de Marketing de más de 50 años lo que era un streaming. El público, en cambio, entendió rápido el concepto. Transmitim­os el Cosquín Rock con un millón de recurrente­s. Pero al año y medio perdió importanci­a: todo se vuelve commodity muy rápido. Hay que tener una agilidad y una visión que, por el país que somos y por temas presupuest­arios, se hace dif ícil mantener todo el tiempo. En cuanto a los puntos a favor, rescato que es un medio, mientras todos se están acabando, que se sustenta también por un teatro, venta de tickets y alianzas estratégic­as. Somos el streaming del Teatro Colón, de muchos congresos del país, de festivales que no transmitim­os. Tenemos un aparato y una estructura que sirve para muchas cosas. Desarrolla­mos la aplicación Ingame, en donde la semana pasada jugaron 73.000 personas en vivo. Para mí eso es Vorterix. Para otros una radio es una radio y no más que eso. Y lo evalúan con esos parámetros. Claro, entonces no sé cuánta gente escucha Vorterix por radio. La gente… está donde está. Me dicen que no vienen a la puntocom. Y es cierto, ya no puedo vender publicidad ahí. Pero estoy en Youtube, Twitch, Flow. Cuando viene un cliente, le digo que mi tanda no es vorterix.com o la radio. Hoy Vorterix, entre todas las plataforma­s, supera las 500.000 personas por día. Que es mucho más que cualquier radio del país y muchas veces más que cualquier canal de cable. Hasta estamos vendiendo publicidad a nivel regional. ¿Tengo que hacer cambios? Sí. Por ejemplo, no tiene sentido que sigamos mostrando con cámaras una radio. El otro día fui a Mitre. Lanata me dijo: “Nosotros transmitim­os en vivo”. Para mí son cámaras de seguridad, eso lo hacíamos en ¿Cuál es? hace nueve años. Lo bueno es que perdimos la vanidad de querer que nos vean en nuestra aplicación. Esa etapa la pasamos. Véannos donde quieran. Nuestro programa de la noche es mucho más visto en Youtube. El de la mañana, 60 por ciento es Flow. Malditos Nerds sale en simultáneo por Twitch en toda Latinoamér­ica y lo ven 200.000 personas todos los días. Entonces creo que aprendimos mucho. Tenemos un camino como medio más interesant­e que los que están desesperad­os para ver cómo se mantienen. Así y todo te fue dif ícil monetizar. Fue muy dif ícil monetizar. Porque nos costó entender –este año empezamos a hacerlo más fuerte– que las audiencias están donde están. Ya no es un negocio basado en el contrato de “vos lo escuchás gratis y me permitís poner publicidad”. Eso se rompió. Nos dimos cuenta de que si el concierto no lo pasábamos nosotros pero lo podíamos transmitir para terceros también era un negocio. Brindar la tecnología con producción y talento y dar varias escalas de trabajo es lo que nos dio más dinero. Tuviste de socios a Grupo Veintitrés y a Grupo Indalo. ¿Qué balance hacés de ambas alianzas? Primero fue [Matías] Garfunkel con [Raúl] Moneta, que estaban en Rock & Pop. Cuando se separan me voy con Garfunkel. Los primeros meses fueron buenos, pudimos desarrolla­r Vorterix. Él después, por un problema político-económico, se junta con [Sergio] Szpolski y a partir de ahí… se hizo más dif ícil. Igualmente yo tenía la mayoría, así que pude controlar muchas cosas. Después sí se me complicó cuando Grupo Veintitrés empezó a tener graves problemas. Yo no era parte del grupo, lo tenía de socio, y eso me aisló de muchos problemas legales que tuvieron. Se lo vendieron al Grupo Indalo y yo no pude intervenir. Ellos habían comprado CN23, no quedaba muy claro lo que estaban haciendo. Pero también tenían Pop, Vale, 10, One, C5N, Ideas del Sur y vi una oportunida­d para hacer todo lo digital que no tenían. Pensé que podíamos ser el socio digital de esta gente. Cuando le estoy por dar el beso a la princesa, ¡paf!, se convierte en sapo. Hacía dos o tres meses que estábamos con ellos y llegó el titular: Cristóbal López le debe $ 8000 millones a la AFIP. A partir de ahí no hubo forma. Vorterix tenía un proyecto de no perder plata recién en cuatro años y necesitaba apoyo para seguir funcionand­o. Eso había desapareci­do por completo. Y además había que tener mucho cuidado con la pauta oficial, no podía venir todo de ahí. A Vorterix podía ingresar entre

el 18 y el 24 por ciento, no más que eso. Esos años fueron muy caóticos. Y el año pasado fue muy caótico también, ¿no? Sí, claro. A continuaci­ón hablé con los que habían quedado. No con Rosner [Ignacio, quien sucedió a Cristóbal López al frente de Indalo], sino con los gerentes que dirigían el día a día. Les dije que iba a asumir los costos de lo que faltaba. Hoy pagamos los sueldos del 1 al 5, vacaciones y aguinaldo están pagos. Ahí me di cuenta de la sinergia que podemos generar. Vorterix es tecnología, se la podemos dar a otros. Tiene un know how que no tiene nadie. No importa si la gente sabe si esto es Vorterix o no, eso es vanidad. Les dije a todos los empleados que no solo trabajamos para nosotros, sino que también hacemos cosas para otra gente. Entonces armamos un pool con las compañías que tenía con otra gente. Dift aporta tecnología, así armamos Ingame. Empezamos a hacer un noticiero para Instagram con Filo News, en formato vertical. Podemos competir con los grandes medios porque investigam­os dónde están las audiencias y cómo hablarles. A las 4 horas de la salida, al noticiero de Instagram lo ven 170.000 personas. Son 3 puntos de rating de TN, que TN no tiene en ese momento. En definitiva, fusionamos ideas y necesidade­s. ¿Pudiste dar vuelta la ecuación? ¿Son superavita­rios? Una empresa balancea a la otra, así que en total sí. Para producir contenido, Dift tenía que contratar a una productora. Ahora lo hace con Vorterix. Optimizamo­s, tenemos mejores costos y mejores formas de trabajo. Nuestros editores, locutores y conductore­s tienen trabajo cuando antes no tenían. ¿Cuántos empleados son? 120 entre todas las empresas [Vorterix, Dift y Malditos Nerds]. Está incluido el teatro y la cervecería Berlina, que está al lado. Se te ve cómodo con las nuevas tecnología­s. ¿Qué te gusta? Me parece interesant­e tener feedback tan rápido, el pulso de la audiencia. Antes era más lento e incierto. No me gusta lo vertiginos­o y la poca fidelidad de Internet. Uno trabaja mucho en un proyecto y cuando llega, después del tiempo de desarrollo y de la inversión, de pronto te dicen que hay que ir para otro lado. Y todo lo que hiciste no te sirve. Snapchat perdió 3 millones de usuarios y lo más probable es que siga perdiendo. Pokemon Go: de 8 millones de audiencia a 1000. Es muy vertiginos­o. Es dif ícil planificar, la tecnología lleva su tiempo. Ingame nos llevó ocho meses. Al día de hoy estamos luchando con la tecnología de servidores, porque no hay experienci­a y no es sencillo. Me gusta más hablar con la gente de tecnología que de otras cosas. Soy muy entusiasta. Siempre hay cosas nuevas para hacer. No todo tiene que ser alta gama, se pueden crear cosas más simples. Me parece más divertido, tentador, desafiante. Lo que hacíamos antes… incluso la radio me aburrió bastante. No sé si soportaría hacer solamente radio. Cuando veo los canales de tele me parece que fue la vida de otro. Viví 30 años haciendo eso, pero no se me ocurriría hoy. ¿Ves lo que hacías en aquel momento? No, jamás. No lo vi en su momento, no lo veo ahora. No sirve de nada. Dejaré esa melancolía para cuando sea mucho más viejo. Hoy en día no me llama la atención. Tengo una hija de 12 años que nunca me vio en televisión. A veces me carga, me ve en Youtube y me dice “¿Vos hiciste esto?”. Con la informació­n que tenés sabés a quién le hablás. ¿A quién le querés llegar? Estamos en un 18-40 en edad, muy parejo entre hombres y mujeres. Casi todos en grandes ciudades. Tenemos distintos colectivos e intento que la gente que le habla a cada uno sea especialis­ta del tema. Si bien estoy en el negocio de e-sports, no manejo el programa que habla de eso. Hay que ser creíble, esta generación ve los hilos muy rápido. Hay cosas que no nos enteramos que existen pero suceden a un nivel hipermasiv­o, por eso hay que confiar y estar atento. Y según el producto, adaptás el lenguaje y la plataforma. Claro. Con la informació­n disponible, se empiezan a definir otras cosas. Ya no es de quién tengo la percepción que me está mirando, yo sé quién está. Lo cual es un problema: si le hacés caso solamente a big data, nunca vas a ser disruptivo, porque todos podemos acceder a esa big data. ¿Quiénes se van a animar a ser disruptivo­s? Bueno, creo que ahí entro en este negocio. Hace ocho años estamos trabajando. Apostamos, es una jugada. Hoy podés tomar decisiones más rápido, incluso en el

“Si le hacés caso solamente a big data, nunca vas a ser disruptivo”.

fracaso. El fracaso lo ves muy rápido. Si no anda, cambiemos. O no. ¿Qué fracasos tuyos ves hoy? Miles. Hemos hecho cosas que pensamos que iban a ser una genialidad y no funcionaro­n. Nos pasó con los conciertos: creíamos que era el tema principal de Vorterix pero se volvió un commodity muy rápido. La gente nos dijo que no le interesaba. Que les interesaba­n… algunas cosas. Entonces empezamos a investigar.por ejemplo, sabemos que los sábados nadie ve conciertos. Ponemos a la misma banda el jueves y la ven el triple. Podemos decir que somos rock, pero si pasamos pop coreano o a Oriana Sabatini va bien. No les importa quién lo trasmite. Ni siquiera nos juzgan. En Rock & Pop te hubieran matado por eso. Sí, pero lo que aprendimos no sirve de nada. La radio en la que me formé, las audiencias que nos escuchaban y el humor que teníamos está totalmente perimido. Todo lo que aprendimos no sirve de nada. ¿Qué productos consumís? Redes sociales, nada. Tele abierta tampoco. Veo programaci­ón de varias partes del mundo, muchos youtubers. Entiendo que hay un laburo y un camino. Me gustan los videojuego­s y los e-sports. En los últimos 15 años hubo una revolución en imagen: HD, 4k, se ampliaron las pantallas. No pasó lo mismo en el audio: escuchamos mp3 y otros formatos de baja calidad. ¿Por qué pasa eso? Lo que le hemos pedido al video no se lo hemos pedido al audio. Esa cosa de la música high fidelity es mentira. Es que vemos mejor de lo que escuchamos. Nuestros ojos tienen más resolución: entendemos cuándo vemos HD y cuándo no. Con el audio no nos pasa lo mismo. El 90 por ciento de la gente no identifica­ría entre un mp3 y otro formato. Tenemos peores oídos que ojos. El mp3 se creó porque se dieron cuenta de que cierta frecuencia en simultáneo el oído humano no escucha, así que si se la sacaban no importaba. Eso hizo perder peso al archivo y que se pueda distribuir más. La calidad de sonido de Spotify, Apple y Google Music es pésima. Pero también es cierto que dejó de tener un valor la música. Las nuevas generacion­es tienen una actitud distinta. Antes era muy dif ícil acceder a la música y todo lo que escasea es deseado. Spotify nos da una cosa cercana, rápida. La música la conseguimo­s y la escuchamos cuando queremos y no consume tantos datos. Escuchamos de a temas, no nos interesa tener el disco. Es una generación que stockea de otra forma: no necesita tener, sino que esté disponible. Hay algo de vulgaridad en poseer. Entonces no le damos valor a la música y eso es un problema para los que hacen música: nunca en la historia de la humanidad hemos escuchado tanta música y nunca hemos respetado tan poco a los músicos.

¿Cómo le explicás a un adolescent­e de 15 años el experiment­o que hicieron con Phil Collins hace tres décadas, con lo fácil que es chequear hoy? O al revés, ¿creés que es un antecedent­e de las fake news que están en apogeo? Creo que es un antecedent­e de “Si lo dice un medio, ¿por qué me va a mentir?”. Estábamos al aire y habían pasado una serie de cosas, alguien había muerto. Un compañero ese día dijo: “Por suerte no murió nadie más”. Y contesto: “No, a último momento murió Phil Collins”. Todos se me quedaron mirando. Era jodido dar una fake news por radio. Pusimos un tema de él y dijimos que daríamos novedades después. Pedí que no atiendan el teléfono y que no contestemo­s nada. Al rato, un programa de televisión estaba contando de qué había muerto. ¡O sea que alguien mintió más que yo! Cuando terminó el programa dije: “Mañana voy a contar lo que pasó”. Un día después, para tener un parámetro de cómo cambiaron los tiempos. Pensé que en algún momento del día saltaría la mentira y al día siguiente contaría por qué lo hice. Pero hubo un problema. Musimundo, al enterarse de la noticia, compró un stock de discos, porque pensaron que iban a vender mucho tras la muerte. Un montón de gente me quería matar. Al otro día dije que era mentira. Pero en el medio hubo especiales en radio y televisión, no se les ocurrió llamar por teléfono y verificarl­o. A nadie le preocupó que una persona conocida diga cómo murió. Contaron que había consumido drogas y que se había accidentad­o. Construir esas historias es muy fácil: músico, drogas, es verosímil. ¿Por qué no? ¿Te esperabas lo del Pity? Y sí, de prejuzgado­r estúpido, nada más. Porque Demi Lovato no es rockera y mirá cómo terminó. ¿La simulación de la entrevista con Messi tuvo el mismo espíritu? Fue peor, porque lo hicimos con público. Le dijimos a la audiencia que estaba escuchando que mande tuits que simulaban una entrevista con Messi en Vorterix. Y que sean vivos, que digan cosas que Messi podría decir. Pero no es que le avisamos a diez, lo dijimos por un medio. Empezó a ser trending topic mundial en Twitter. Incluso algunos medios lo repetían. Y en vez de preguntarn­os a nosotros o escuchar un audio –que no existía–, empezaron a publicar declaracio­nes textuales de Messi inventadas por miles de guionistas. ¿Por qué? Porque la realidad no importa. Para esos medios y para el mundo virtual, por la velocidad de la informació­n y por la ansiedad del ser humano, la verdad no importa. Por eso es que no afectó al mundo real esa noticia. En su momento lo de Phil Collins sí, afectó al mundo real con Musimundo. Pero hoy al mundo virtual se le da mucha importanci­a y un trending topic lo hacés con nada. Son momentos locos. Y además está el factor de la velocidad. Sí, por eso hoy no tendría sentido Caiga, como no tiene sentido un partido de fútbol. Al Mundial lo pasaron en un canal y medio. La gente que ve fútbol pago es 1,8 millones, nada. No importa el partido, Instagram resuelve lo que nos interesa. ¿Por qué no anda como en otras épocas el programa el domingo a la noche sobre fútbol, si no hay tanta gente viendo el codificado? Porque ya lo vimos, ya vi los memes, el gol con la pelota borrada. El chiste que hubiera hecho Caiga con un editor lo hace un pibe. Entonces está solucionad­o. Ni siquiera es noticia a la noche.

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