La caída de la producción eleva los precios pero los mercados temen nuevas bajas
La magnitud del colapso de la producción petrolera de Venezuela en los últimos cuatro años casi no se ha visto en un país en tiempos de paz relativa. Los operadores del mercado lo comparan con el declive que suele asociarse a guerras o revoluciones violentas, antes que el impacto en cámara lenta que se observa en el país latinoamericano, luego de dos décadas de mala administración económica. Cuando en 2014 los precios del crudo estaban por encima de los US$ 100, los ingresos que generaba alcanzaban para mantener en pie la industria petrolera venezolana, en tanto el país producía 2,4 de barriles diarios, o el equivalente al 3 por ciento de la oferta mundial. Pero al derrumbarse los precios, la magnitud de los problemas de Venezuela –y de Pdvsa– se hicieron evidentes y todo el sistema amenaza con desplomarse. Ahora Venezuela produce la mitad del nivel de 2014 y muchos analistas presumen que caerá por debajo del millón de barriles diarios antes de fin de año. El impacto ha sido profundo en los mercados internacionales, ya que los barriles perdidos equivalen a la producción completa de miembros de la OPEP como Libia. Las penurias de Venezuela apuntalaron los precios desde que el mercado empezó a recuperarse en 2016, en tanto el crudo Brent tocó niveles de US$ 86 en meses pasados. Lamentablemente para Venezuela, el salto en los precios llegó demasiado tarde. La podredumbre de Pdvsa es tan profunda que la producción siguió cayendo y generó nerviosismo en el mercado respecto de ulteriores pérdidas en la oferta. En América del Norte y otros lugares las refinerías se esforzaron por encontrar barriles alternativos, mientras que otros países de la OPEP elevaron la producción para compensar. Para los analistas, Venezuela es uno de los mayores riesgos que afronta la oferta del mercado petrolero en 2019. En un mercado restringido, el mundo necesita más que nunca del crudo de Caracas. David Sheppard.