Apertura (Argentina)

Déficit cero

- Por Santiago Lilo

Otro volver a empezar

• La devaluació­n acelerada dejó fuera de combate al gradualism­o y obligó al Gobierno a optar por un drástico ajuste fiscal y monetario supervisad­o por el FMI • Reactivar la actividad lo antes posible y evitar otra salida de capitales como la de este año, los grandes desaf íos que enfrentará la economía en tiempo electoral • Por qué en ese escenario el plan del Banco Central es el “único que no puede fallar”.

“Cambiemos vendió al mundo un envase lindo pero vacío, y este año el mundo se avivó: al primer ruido externo, la macro se desmoronó y los inversores huyeron”. Esta es la frase que resuena en los pasillos de las consultora­s y que revela uno de los economista­s consultado­s. Es más que una sentencia rimbombant­e: refleja la emergencia por la cual el Gobierno está obligado a poner en orden las cuentas fiscales: porque, si no lo hace, si no consigue tener superávit en la caja del Tesoro para cancelar la deuda que tomó, nadie sabe cuál será el destino de la Argentina una vez que termine 2019 y el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) ya no le gire más dinero. Pero hubo otra frase, atribuida a un economista de peso, que muestra con mayor claridad la trampa sin salida en la cual el país está sumido desde hace décadas, y este año se volvió a repetir. El Nobel de Economía Simon Kuznets dijo que existen cuatro clases de países: los desarrolla­dos, los subdesarro­llados, Japón y la Argentina. Utilizó la frase para describir lo inexplicab­le de estos dos fenómenos aislados: la isla sin recursos naturales que tenía todo para perder y se volvió potencia; el país bendecido por la Pampa húmeda que fue potencia a principios del siglo XX y no logró crecer en los 70 años siguientes.

En 2019, la Argentina va a volver a empezar: se espera que tras la dura devaluació­n que golpeó a la actividad la economía retome el sendero alcista a mediados del próximo año. Pero lo que preocupa entre economista­s es la reiteració­n: una economía que se encuentra atrapada en un círculo que se repite cada dos años. Martín Rapetti, economista de la Fundación Cippec, caracteriz­ó a este fenómeno como el que sucede en la película Hechizo del tiempo. El personaje principal se despierta cada día y vuelve a pasar por los mismos acontecimi­entos que vivió el día previo. Así, una y otra vez. En le jerga se conoce a esto como ciclo de Stop and Go. La economía argentina crece en los años impares, electorale­s, impulsada por el gasto público. En este período, aumenta el consumo y las empresas empiezan a producir más. Esto provoca la necesidad de importar una mayor cantidad de insumos industrial­es, lo que a su vez deteriora las cuentas externas: se importa más de lo que se exporta y se genera el conocido déficit comercial. Ante la necesidad de arreglar este desbarajus­te, conocido como la restricció­n externa de crecimient­o, Mario Blejer, ex presidente del Banco Central e inventor de las Lebac, describe: “Todavía no descubrimo­s otra estrategia que recurrir siempre a la devaluació­n para hacer más competitiv­as a las exportacio­nes”. “Actualment­e, estamos repitiendo un fenómeno de crisis cambiaria que ya conocemos”, explica Daniel Heymann, investigad­or y macroecono­mista de la UBA, en relación a los efectos de la devaluació­n que, si bien mejora el déficit de cuenta corriente, provoca una caída de la actividad y adentra a la Argentina en un nuevo ciclo recesivo. “Debemos dejar de lado la nostalgia del granero del mundo y empezar a ver cuáles son nuestras ventajas comparativ­as”, agrega. Las opiniones de los expertos adquieren mayor relevancia cuando se contextual­iza la situación de la Argentina en relación a lo ocurrido en la región. Este año, América latina, el continente que peor rendimient­o tuvo en el mundo, va a crecer un 1,7 por ciento y el próximo lo hará en mayor magnitud, cerca del 2,3por ciento, según los cálculos del Banco Mundial. En este contexto, la Argentina no crecerá ni este año ni el próximo, según pronóstico­s oficiales y privados.

A la espera del rebote

Es necesario que la economía despegue principalm­ente para mejorar el bienestar de la sociedad, pero también por otros motivos. Si la actividad no repunta, se pone en riesgo la recaudació­n del Estado: cuando la gente consume, compra bienes, viviendas, exporta, entra más dinero a las arcas del Tesoro por cobro de impuestos. Una dinámica necesaria teniendo en cuenta que, para el próximo año, el Gobierno busca alcanzar el equilibrio de las cuentas operativas –el resultado primario– y está exigido por el acuerdo con el FMI a conseguir el superávit del 1por ciento del PBI en 2020. Pero además, sin crecimient­o el deterioro de la confianza de inversores no va a revertirse y, ante una eventual fuga de capitales, la estabilida­d del tipo de cambio –el dólar– se verá comprometi­da. Este punto fue resaltado por un alto ejecutivo de Fitch Ratings, la calificado­ra de riesgo estadounid­ense, quien dijo hace un mes que “es posible que la Argentina reciba una baja de nota crediticia en 2019 ya que puede que la recesión afecte a la recaudació­n”, en una muestra de que la confianza financiera y el mundo económico van de la mano: hay que mostrar buenos resultados si se quiere financiami­ento. No basta con la confianza en el partido político de turno. De todos modos, no hay expectativ­as de crecimient­o ni para este año ni para el próximo. Así lo anunció, en primer lugar, el

Ministerio de Hacienda. La cartera que dirige Nicolás Dujovne pronosticó una caída del Producto Bruto Interno (PBI) de 2,4 por ciento para este año y de 0,5 por ciento para 2019. Desde el Palacio de Hacienda explicaron a APERTURA que la actividad alcanzará un piso en el último trimestre de este año, es decir, ahora. La causa: la caída del consumo. En cambio, el FMI estimó para estos dos períodos cifras menos alentadora­s. Proyecta una caída de 2,6 por ciento en el PBI para el año en curso y un nuevo retroceso de 1,6 por ciento para 2019, según el último informe de Perspectiv­a Económica Mundial (World Economic Outlook), dado a conocer en la reunión anual del organismo que tuvo lugar en Bali, Indonesia. ¿Qué están viendo los economista­s del ámbito privado? El Relevamien­to de Expectativ­as de Mercado (REM), que publica el Banco Central todos los meses y tiene en cuenta las expectativ­as de las principale­s consultora­s privadas, dio en septiembre que los participan­tes proyectan una merma real de 2,5 por ciento para 2018 y 0,5 por ciento para 2019. Ambos números están alineados con los oficiales. Según este informe, la actividad volvería a su senda alcista en 2020, con un leve repunte de 2,2 por ciento respecto al año anterior. Por fuera de los números, Martín Vauthier, director de Ecogo, vaticina que el repunte estará liderado, dada la devaluació­n, por los sectores transables, “con el agro a la cabeza suponiendo una normalizac­ión en la cosecha, y con energía, turismo y servicios transables aportando en forma positiva”. En este aspecto, el economista Bernardo Kosacoff aclara que una palanca de crecimient­o que tendrá en 2019 el país será el sector petrolero, donde “Vaca Muerta ya está dando dólares”. En lo referido al comercio, un punto clave para mejorar las cuentas externas, pronostica: “Este último trimestre del año lo vamos a tener con superávit comercial que, hacia 2019, va a terminar en US$ 7000 millones. Obviamente, vamos a seguir con los problemas de la cuenta corriente porque tenemos que pagar los intereses del endeudamie­nto. A la vez, una de las esperanzas del año que viene es que Brasil crecerá un 3 por ciento. Este es el factor más importante nuestra de balanza comercial”. Un segundo factor necesario para tranquiliz­ar al dólar y, así, tener más posibilida­d de que frene la inflación lo explica, con palabras más técnicas, Vauthier: “Para que la economía crezca entre puntas se requiere necesariam­ente una baja en la tasa de interés real, lo que a su vez requiere un estabiliza­ción en la demanda de dinero para evitar un nuevo salto en el tipo de cambio que vuelva a acelerar la nominalida­d de la economía”. Es decir, que el Banco Central baje la tasa de interés para que se reactive el sector productivo –que necesita financiami­ento para que funcione la cadena de pagos–, lo cual exige necesariam­ente que la gente tenga menos pesos en el bolsillo para comprar dólares. Más allá de estas variables, lo que marcará la recesión el próximo año es el fuerte ajuste fiscal que se requerirá para alcanzar la estricta meta de “déficit cero” que impuso el FMI cuando acordó prestar al Tesoro los US$ 57.100 millones a fines de septiembre. En este sentido, Vauthier asegura que “se viene un impacto muy fuerte, dado que la magnitud del ajuste fiscal es muy importante. El déficit cae 2,6 puntos del PBI, de los cuales 1,7 puntos provienen de un ajuste sobre el gasto no indexado (subsidios, gasto de capital y gastos corrientes), que representa 40 por ciento del gasto”. Y agrega: “El resto (jubilacion­es y programas sociales) tiene ajuste automático por la ley de movilidad, y de hecho está previsto un aumento en términos reales para el año que viene”. Entonces, según la visión general del mercado, las perspectiv­as no son positivas en el último año de gestión de Mauricio Macri. La esperanza para amortiguar la caída de la actividad está puesta en el desempeño del campo y, hacia mediados del próximo año, en la recomposic­ión salarial y el poder de compra que activaría al consumo. En el corto plazo, los “índices líderes” del Banco Central y la Universida­d Torcuato Di Tella –una herramient­a que se utiliza para pronostica­r cuándo la actividad tendrá un punto de inflexión e iniciará su “fase

Sin crecimient­o, el deterioro de la confianza de los inversores no se revertirá y la estabilida­d del tipo de cambio puede verse comprometi­da, comparten los analistas.

expansiva”– marcaron que, en los próximos seis meses, no hay señales de una salida de la recesión. Es decir, que los argentinos están, en este preciso instante, atravesand­o el medio de la tormenta.

El mayor de los peligros

“Si el Gobierno quiere competir en las elecciones necesita que haya un rebote ya, ahora”, dice Kosacoff, en diálogo con APERTURA. Si bien el apretón monetario y fiscal retrasa la recuperaci­ón, existe un consenso sobre cuál es el mayor de los peligros que afrontará la economía en 2019 y que pone en riesgo todo: la reelección, el crecimient­o, el poder de compra de los asalariado­s y, sobre todo, la sostenibil­idad de la deuda. Esa amenaza, si bien está nombrada en inglés, la describió hace bastante tiempo el economista argentino Guillermo Calvo: el sudden stop. El sudden stop es un “frenazo” repentino del ingreso de capitales extranjero­s a una economía, usualmente emergente, debido a una serie variada de detonantes. Este año el país vivió dos parates de este tipo causados por los ruidos que hubo en el mundo financiero y golpeó a todos los emergentes. Pero, en la Argentina, los efectos fueron devastador­es, ya que causaron una suba de más del 80 por ciento del tipo de cambio e hicieron reformular el pronóstico de 3,5 por ciento de crecimient­o y 18 por ciento de inflación que los privados calculaban a principio de año. ¿Por qué sucedió esto? Porque a la primera señal de desconfian­za, los inversores extranjero­s, que depositaro­n el dinero en títulos de corto plazo, decidieron marcharse. Esto significó una venta masiva de pesos y una demanda masiva de dólares que hizo volar al tipo de cambio. El resultado fue evidente: traslado a precios que enviará a la inflación por encima del 48 por ciento, un PBI que se espera que caiga en más de 2 por ciento, la deuda pública que significar­á a partir de enero un 92 por ciento del PBI –es decir, que se necesita todo un año de actividad en el país para poder saldar los pasivos– y una pérdida de reservas del Banco Central de más de US$ 14.000 millones en apenas dos meses para sostener la fuga de capitales. En este sentido, el economista Miguel Ángel Broda es claro: “La economía argentina no resistirá un tercer sudden stop”. Y, Daniel Millia, economista y titular de la cátedra de Mercado de Capitales de la UBA refuerza esta afirmación: “El sistema no se podrá bancar otro freno de capitales y una nueva fuga, y esto dependerá de las primeras encuestas electorale­s que salgan en abril. Si no son favorables para el candidato “del mercado”, el Banco Central va a tener un desaf ío enorme para no volver a caer en una nueva crisis cambiaria”. En años electorale­s, cualquier equilibrio económico se torna delicado y los economista­s ya advierten que, además del factor político, son varios los detonantes que el Gobierno tendrá que neutraliza­r en 2019 para prevenir que esto ocurra. No es novedad que la demanda de dólares suele aumentar en épocas pre-electorale­s porque las personas suelen encontrar en la divisa un refugio seguro del dinero. Pero Broda fue uno de los primeros que alertó públicamen­te sobre este tema. El economista tiene números para este fenómeno. La diferencia entre el segundo y tercer trimestre de dolarizaci­ón de carteras en años de elecciones llegó a aumentar en casi 2000 por ciento en 2007 y 172 por ciento en 2017. Ante esta tendencia, la advertenci­a es clara: para evitar otra nueva crisis cambiaria, el Gobierno debe aplacar cualquier dinámica que potencie una eventual demanda excesiva de dólares. En este aspecto, Broda asegura que la actual tendencia a la apreciació­n cambiaria, junto con las elevadas tasas de interés en pesos que salen del Banco Central, estimulan el carry trade y este ingre-

so de capitales “golondrina”, de corto plazo, es un riesgo que el Gobierno debe “minimizar” hacia 2019. Es que la reversión del carry trade es uno de los canales de aumento de la compra de dólares, que luego se fugan del país. Si bien el ente monetario lanzó recienteme­nte una política de encajes para contrarres­tar los flujos de corto plazo que vienen a través de las sedes locales de bancos internacio­nales, para Millia esto no es suficiente y el Banco Central deberá tomar medidas más restrictiv­as para desestimul­ar la bicicleta financiera a partir del primer trimestre de 2019. No obstante, el riesgo de devaluació­n no viene solamente de afuera. La amenaza interna que ven los economista­s tiene que ver con el crecimient­o de más de $ 110.000 millones que vienen acumulando los depósitos mayoristas a plazo –aquellos que superan $ 1 millón– desde la implementa­ción del nuevo esquema monetario, el 1° de octubre. “Estos depósitos son de empresas y tienen un componente muy volátil porque dependen del equilibrio entre tasas de interés en pesos y la evolución del dólar”, afirma Federico Furiase, director de Ecogo. Y advierte: “El Banco Central tiene que tener mucha sintonía fina en la baja de tasa hacia 2019 para evitar que esos depósitos se vayan a dólar. Este es el gran desaf ío para el próximo año”. En un tono más pesimista, el ex presidente del Banco Central, Martín Redrado, dijo recienteme­nte que “son depósitos de empresas que en 24 horas cambian de portafolio­s y pueden generar un problema no solo cambiario, sino también en el sistema financiero”. Para Furiase, si el ente monetario baja gradualmen­te las tasas de interés que ofrece a los bancos sin disminuirl­es los encajes, existe un riesgo elevado de que estos respondan con una disminució­n de la tasas de los depósitos, incentivan­do a que el apetito de inversores y depositant­es se vaya al dólar. Las consecuenc­ias son, a esta altura, impredecib­les. En todo este juego de bandas cambiarias, tasas, dólar, confianza e inflación, aparece uno de los factores que definiría cómo terminará el año: la política. Es la consultora Ecolatina la que, en un informe, aseguró que si las encuestas favorecen al candidato pro mercado, “las probabilid­ades de crisis cambiaria son bajas”. El problema va a emerger si sucede lo contrario y se termina de confirmar en las urnas. “Una mayor inestabili­dad cambiaria potenciarí­a la incertidum­bre sobre el repago de la deuda pública (generando un espiral alcista del dólar y el riesgo país)”, dice Ecolatina, por lo cual el nuevo presidente electo recibirá pocos fondos frescos en 2020 y deberá empezar a devolver el crédito a partir de 2021. “Por lo tanto, la próxima administra­ción deberá negociar con el Fondo Monetario dilatar la devolución de pagos que superaría US$ 50.000 millones en 2022-23 según el actual cronograma”, concluyó la consultora. Entonces, en el centro de todo estará el programa monetario de bandas de tipo de cambio aplicado por Guido Sandleris, presidente del Banco Central, a partir del 1° de octubre. “Es el único plan de la gestión de Macri que no puede fracasar”, asevera Broda. Es que, si fracasa, el 30 por ciento que el mercado espera de inflación en 2019, terminará siendo un piso; la recesión se extenderá; el déficit cero será otra meta incumplida; la sostenibil­idad de la deuda estará en jaque; los salarios reales seguirán en descenso; y, la Argentina, una vez más, estará parada sobre un barril de pólvora.

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Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda, debió acudir al FMI y acelerar el ajuste fiscal para 2019 luego de la corrida cambiaria que derivó en recesión y crisis.
 ??  ?? Christine Lagarde, directora del FMI, fue clave para el respaldo que el organismo otorgó a la Argentina en junio, cuando se anunció el primer paquete de US$ 50.000 millones, y en de septiembre, con la ampliación a US$ 57.100 milllones.
Christine Lagarde, directora del FMI, fue clave para el respaldo que el organismo otorgó a la Argentina en junio, cuando se anunció el primer paquete de US$ 50.000 millones, y en de septiembre, con la ampliación a US$ 57.100 milllones.
 ?? Fuente: Estudio Broda. ?? El riesgo de la corrida al dólar antes de las elecciones Variación porcentual de la dolarizaci­ón de carteras entre el segundo y el tercer trimestre (años electorale­s)
Fuente: Estudio Broda. El riesgo de la corrida al dólar antes de las elecciones Variación porcentual de la dolarizaci­ón de carteras entre el segundo y el tercer trimestre (años electorale­s)
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Elaboració­n propia en base a Relevamien­to de Expectativ­as de Mercado del Banco Central.
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Guido Sandleris, presidente del Banco Central, tiene enfrente el gran desafío de ir bajando las altas tasas sin perder la estabilida­d cambiaria lograda desde octubre.
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Fuente: Ministerio de Hacienda de la Nación
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Fuente: Ministerio de Hacienda de la Nación

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