Apertura (Argentina)

Talento no mirado

- <AP> Lucila Lopardo

Arbusta, empresa de tecnología que emplea a jóvenes de barrios populares con dificultad­es para conseguir trabajo, opera ya en tres sedes y facturará US$ 1,5 millones este año. Su historia de impacto social y proyectos.

Juan Umaran fue el empleado número uno de Globant, compañía que desarrolla software. Durante casi 15 años, Umaran hizo de todo: gerenció proyectos, armó equipos multidisci­plinarios, participó de la compra de negocios, viajó por América latina, Estados Unidos, Europa y hasta estuvo en la India. “Fui creciendo con la empresa, entré a los 27 años y me fui a los 42”, relata el administra­dor de Empresas y MBA de la Universida­d Di Tella. Federico Seineldin, Paula Cardenau y Emiliano Fazio cofundaron, en 2012, Njambre, un espacio en que lograron combinar sus respectiva­s experienci­as en tecnología, emprendedu­rismo social y responsabi­lidad social corporativ­a. A pesar de tener trayectori­as consolidad­as, a los tres los movía un objetivo común: demostrar que existía otra forma de hacer negocios y generar impacto. Esa mirada se convirtió en lo que hoy es Arbusta: una compañía que brinda servicios tecnológic­os de aseguramie­nto de calidad de experienci­as digitales y cerrará 2018 con una facturació­n de US$ 1,5 millones, gracias al trabajo de 330 empleados de los cuales, 300 son jóvenes de barrios populares. La firma trabaja sobre tres áreas: software, a través de testing de apps y webs; datos, a partir de la clasificac­ión, moderación y publicació­n de contenidos digitales; e interaccio­nes. Opera en tres sedes –Buenos Aires, Rosario y Medellín, Colombia– y se encuentra en proceso de expansión con la apertura de Montevideo, Uruguay. Fue en Globant que Umaran conoció a Seineldin. “Necesitaba­n a alguien 100 por ciento enfocado en la gestión y ahí nació la necesidad de un CEO. Me consultó por alguien hasta que llegó un día y me dijo ‘¿No querés ser vos?’”, cuenta Umaran, para quien la propuesta encajaba perfectame­nte con su momento personal y profesiona­l. Para el segundo semestre de 2017 Arbusta ya era una operación que tenía dos cosas fundamenta­les: contratos con tiempos más establecid­os y un fuerte crecimient­o en su nómina de gente y desarrollo de talento. “Esto ya marcaba la necesidad de salir de la etapa que tiene toda startup, la etapa pionera de los fundadores que ‘hacen de todo,’ para establecer una organizaci­ón y una estructura con foco en la gestión”, describe Umaran. Su primer objetivo como CEO fue cerrar una ronda de inversión que se concretó en junio de 2018, con un fondo estadounid­ense dedicado a empresas de impacto social. “Arbusta, además, cuenta con personas que invierten en la firma a título individual. Son conocidos de la industria de la tecnología que, por venir de ese palo, podemos convencer de que es un buen lugar para apostar”, señala. El objetivo para 2019 es facturar US$ 2,5 millones. “Es ambicioso pero para eso salimos a buscar inversión y estamos incorporan­do el equipo necesario”, destaca. Romper mitos De 2013 a enero último, la compañía pasó distintas etapas. “Trabajamos tanto dentro de una iglesia, como dentro de los barrios, luego pasamos a armar oficinas afuera y ahora encontramo­s el modelo de negocio”, comenta Seineldin a APERTURA y aclara que los años fundaciona­les fueron fundamenta­les para entender y establecer tanto un proceso de selección transparen­te para los jóvenes, como una estructura de negocio que pudiera competir directamen­te con otros proveedore­s de la industria. Desde Njambre, los hoy miembros del directorio de Arbusta detectaban que la mayoría de los esfuerzos de las organizaci­o-

nes sociales y los gobiernos para encarar la falta de trabajo entre los jóvenes estaba centrada en la formación y en la capacitaci­ón. Pero eso no terminaba de resolver el problema. Muchos jóvenes participab­an de los talleres pero, después, seguían sin conseguir trabajo. “Todavía existe un prejuicio muy fuerte de las empresas, y de la sociedad en general, sobre estos jóvenes que en su mayoría viven en barrios populares”, afirman tanto Seineldin como Cardenau. Junto a Fazio, se propusiero­n dar un paso más: crear una empresa que no solo los capacite, sino, también, los contrate. Desde Arbusta entrenan a jóvenes en las distintas herramient­as que luego van a utilizar para el trabajo. Cardenau , quien tiene a cargo el área de desarrollo de talento, explica que la capacitaci­ón fue cambiando a medida que veían resultados. “Al principio organizába­mos entrenamie­ntos presencial­es de cuatro meses con una frecuencia de dos veces por semana. Eso fue cambiando hasta que digitaliza­mos todo el contenido”, cuenta. Hoy el entrenamie­nto es 100 por ciento online. “Eso nos permite garantizar un estándar de calidad entre las personas que ingresan tanto en la Argentina como en Colombia”, agrega la emprendedo­ra y aclara que, para quienes no tienen acceso a una computador­a con Internet, la empresa ofrece espacios para hacer los cursos. Pero los fundadores de la firma no solo lograron integrar a jóvenes que no eran considerad­os por la industria de la tecnología, sino que consiguier­on que la nómina estuviera formada por un 56 por ciento de mujeres, cuando el promedio en tecnología es del 20 por ciento. “Incentivam­os que las mujeres participen”, reconoce. Tras la capacitaci­ón, se los contrata en relación de dependenci­a bajo un contrato de trainee de cuatro horas diarias. Umaran explica que el 80 por ciento de los jóvenes se encuentra bajo ese contrato y que el salario se establece a partir de la escala salarial de la Cámara Argentina del Software (Cessi). “Estamos en los valores de referencia de otras empresas que contratan juniors para trabajos como testing de app. A partir de ahí construimo­s escalas definiendo posiciones de seniority y respetando las actualizac­iones de la industria”, explica el CEO. Según referentes del sector, el monto de un analista tester junior puede rondar los $ 15.000 brutos, según la empresa y la antigüedad. La otra cara del negocio son los clientes. Actualment­e, la empresa brinda servicios para Mercadolib­re, Natura y Disney Latinoamér­ica, entre otras. “Al principio entrábamos a las empresas por la puerta de RSE. Pero nos dimos cuenta de que daba más credibilid­ad hacerlo por compras, como cualquier otro proveedor”, afirma Cardenau. Para esa fase, reconoce que fue clave derribar prejuicios y mostrar resultados. A tres años, el objetivo es alcanzar los 700 empleados y llegar a más ciudades y países. Los fundadores sueñan con que “no haga falta ser ‘empresa rara’ para contratar a los pibes de barrio”. Cardenau lo resume: “Queremos que las empresas nos miren como pares. Y para los jóvenes, nos gustaría que su aspiracion­al, tengan el origen que tengan, sea trabajar en Arbusta”.

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Juan Umaran, CEO de Arbusta, salió a buscar inversores para seguir creciendo.

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