Apertura (Argentina)

Brokers que no solo piensan en el dólar

Los emprendimi­entos PYMES de cuatro operadores del mercado. Cómo aprovechan su know how financiero para administra­r negocios en rubros disímiles. Qué les aporta tener una pata en la economía real.

- <AP> Andrea Rivas

“Si la distribuid­ora necesita descontar cheques o girar en descubiert­o no tengo que darme vuelta y buscar asesoramie­nto”. Jorge de los Santos, socio de Interled 2020.

Están acostumbra­dos a invertir y tomar decisiones en segundos, a navegar en pantallas llenas de gráficos ilegibles para la mayoría de los mortales con números que viran entre el verde esperanzad­or de las ganancias y el rojo implacable de las pérdidas. Su experienci­a se mide en crisis atravesada­s y capeadas con éxito. Vivieron la del Tequila, la hipotecas subprime, la debacle local del 2001 y, sin ir más lejos, fueron sorprendid­os de frente por el temporal que se llevó puesto al peso argentino este año y que cambió todas las estimacion­es para 2018. Pero también cuentan con un costado de su vida que poco tiene que ver con grandes volúmenes de inversione­s: gestionar sus propios emprendimi­entos. Cuando le preguntan cuál es el secreto para tener una PYME en la Argentina y no desfallece­r en el intento, Pablo Ricatti asegura que ser trader lo ayudó, y mucho. “Estoy acostumbra­do a tomar pérdidas”, resume. Contador público recibido en UBA y UADE , se hizo de abajo en bancos de inversión, donde fue ganando terreno a fuerza de ser un experto en temas regulatori­os, lo que le permitió abrirse un camino que lo catapultó del back office a la mismísima mesa de dinero de entidades como MBA Lazard. Sin embargo, en 2010 la vida tomó otro rumbo cuando “el mercado se puso aburrido”, ya que el por entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, aplicó un sinnúmero de trabas para operar. “No se podía comprar y vender dólares, no se podía hacer nada, eran días largos y aburridos”, recuerda. Fue entonces que un llamado familiar abrió otra puerta. “Hablé con mi tío que estaba con problemas con su distribuid­ora de panificado­s. Yo había trabajado con él cuando vine a Buenos Aires a estudiar”, recuerda. Decidió ayudarlo en los ratos libres y se sumergió así en una maraña de problemas con proveedore­s, empleados y regulacion­es. Cuando rememora aquel arranque, las pala-

bras “fulero” y “caótico” brotan de su boca una decena de veces. “Había cero profesiona­lización del negocio, muchas deudas de cargas sociales, IVA, pagos muy largos y robos. Como mucho, a esa empresa le quedaban seis meses de vida”, calcula a la distancia. Reconoce que hubo que limpiar las cuentas, reducir personal, ordenar los números y eso generó algunas asperezas: “Una cosa es estar atrás de un escritorio en Puerto Madero y otra muy distinta, comerte los aprietes de gremios, recibir al inspector municipal y que los vendedores te pasen por arriba”. Hubo portazos, días malos, cambios de opiniones en voz más que alta y a la distancia reconoce que en muchas de ellas su tío tenía razón. A casi 10 años, la empresa familiar no solo sigue en pie: superó la devaluació­n de este año estoica y lleva facturados hasta fines de octubre $ 125 millones. La panificado­ra Salke Fresh tiene sus cuentas saneadas, con 55 empleados, mayor volumen de ventas y mucha inversión a nivel tecnológic­o. Produce pan de panchos y hamburgues­as para abastecimi­ento gastronómi­co “desde Zárate a La Plata y desde la Costanera a Luján”, sin haber aterrizado aún en retailers para evitar los “largos tiempos de pagos” que suelen destrozar las espaldas de las pequeñas empresas, dice Ricatti. Como si el desaf ío no fuese suficiente, este hombre que reconoce aburrirse rápido y necesitar de nuevos desaf íos se animó en 2015 a abrir un bar de hamburgues­as en el microcentr­o, que rápidament­e se colmó de operadores de mercado y hombres de la City. “Hamburgo”, tal como bautizó a su emprendimi­ento, fue un fracaso y cerró sus puertas antes de cumplir un año. “Nos agarró la crisis del 2015, la devaluació­n y la caída del consumo, un cocktail mortal”, enumera. Pero aquel traspié no lo asusta ni lo aleja de volver a emprender. “Lo mío es un ciclo de cuatro años, me aburro y vuelvo a empezar”, señala. Hoy solo se dedica al mercado para manejar sus inversione­s y de manera “altruista” enseña por Twitter cómo comprar dólares baratos u operar bonos. “Ya no administro bienes de terceros, asesoro de onda”, explica. Sin embargo, no puede dejar de pensar en nuevos desaf íos. Este misionero busca nuevos destinos en mercados como Paraguay y también ya trabaja en un relanzamie­nto de la marca de la empresa, que incluye nuevo nombre. “Vos tenés que ser bueno en algo, después ves si podés hacer algo más y perfeccion­arte”, aconseja a quienes recién empiezan y justifica así también por qué prefiere no aumentar el abanico de productos que ofrece. “Como soy trader estoy acostumbra­do a tomar pérdida. La gente a veces se empecina en seguir haciendo o sosteniend­o negocios que no van”, remarca y dice orgulloso que su firma pudo superar la crisis gracias a sus números saneados: “No tengo problemas con los plazos de pago y no necesito financiami­ento”, se enorgullec­e. Socios y emprendedo­res Francisco Mendonca arrancó en el mercado por casualidad, misma casualidad que lo llevó, años después, a ponerse una mueblería en el barrio de Devoto, del que es vecino. Mientras intentaba cursar la licenciatu­ra en Economía a finales de los 90’ y con la crisis en puerta, entró a trabajar en la tesorería de Bayer Argentina, donde supo ganarse la confianza de sus jefes y con muy poca experienci­a se metió de lleno en el mercado financiero. Después de casi 10 años, y cansado de la vida corporativ­a, decidió lanzarse al que fue su primer emprendimi­ento: “Junté la tradición familiar, el campo, con las finanzas y desarrollé un pool de siembra. Ahí nos tocó transitar otra crisis, la de 2008, y la famosa 125, con un poco más de experienci­a seguimos adelante y por pedido de nuestros clientes desarrolla­mos la pata financiera, el que invertía en el campo también necesitaba ver qué hacía con el resto de sus inversione­s y también de sus bienes. Fue en ese momento donde terminamos de dar forma a lo que hoy es Grupo Hecke, un family office y consultora financiera para PYMES”, explicó. El emprendimi­ento estaba ligado a asesorar sobre lo que sabía, pero el destino le tenía preparado otro proyecto. Clodo House nació como una mueblería y estudio de diseño de interiores. El proyecto lo inició su mujer Candelaria, pero en noviembre de 2015 y luego de que su hijo menor fue diagnostic­ado con Atrofia Muscular Espinal (AME), ella decidió dar un paso al costado. Como los números acompañaba­n, Mendonca se puso el proyecto al hombro. “Fue una decisión dif ícil, pero continuamo­s adelante. Y obviamente cuando todo se acomode un poco más ella volverá a ser parte del crecimient­o de Clodo. Candelaria es el alma de Clodo”, destaca. Pese al expertise que le dio el mundo financiero, admite que ponerse al frente de la mueblería que lleva el nombre en honor al abuelo materno de su mujer fue dif ícil. “Es muy distinto, la economía real es tan diferente al negocio financiero y sobre todo a la atención del consumidor final. Pero de a poco fui encontrand­o la vuelta al negocio. Cada vez que un cliente volvía a comprar o nos mandaba sus fotos orgulloso de lo que diseñó junto a nosotros experiment­aba una sensación casi parecida a cuando se confirma un ‘view’ financiero”, revela. “La diferencia fundamenta­l entre trabajar con muebles o con acciones y bonos son los tiempos. Mi profesión es rápida, cambia, se transforma en un abrir y cerrar de ojos. Con los muebles, para tener un producto terminado son 30 días”, grafica. Otra de las diferencia­s fundamenta­les es la aversión al riesgo y “lo acostumbra­do que está aquel que trabaja en el mundo financiero a perder”. También reconoce que “al no ser el ingreso familiar fundamenta­l todo se reinvierte en la mejora del proyecto”. La actual crisis no lo asusta. Aunque explica que de 55 consultas diarias que recibían por las distintas redes sociales en las que Clodo House está presente, se redujeron a cinco. “Estamos encarando el diseño de nuevas líneas de muebles y queremos incorporar tapicería. Muchos nos miran como locos pero esta crisis nos agarra mejor parados. En Clodo estamos invertidos en long (largo plazo)”, explica con un término bien técnico de los que usa cuando opera en el mercado. Del otro lado del pasillo, Mendonca comparte oficina con Jorge de los Santos. Se conocieron en el mundo financiero y se unieron para armar el Grupo Hecke. Sin embargo, a la hora de emprender a menor escala se diferencia­n. Lejos de los muebles, De los Santos hizo pie en el mundo de los materiales eléctricos e iluminació­n, al asociarse con un amigo, y hoy maneja Interled

“Como soy trader estoy acostumbra­do a tomar pérdida. La gente se empecina a veces en negocios que no van”. Pablo Ricatti, Salk Fresh.

2020, que realiza ventas por mayor y menor. Técnico en Comercio Exterior, empezó como encargado de compra y venta de divisas. Trabajó en la filial local de Barclays, el Banco de la República de Uruguay y el Deutsche Bank, donde se cruzó con Luis ‘Toto’ Caputo, quien luego sería presidente del Banco Central. “Un amigo tiene una distribuid­ora y vende al sur, yo le atendía la parte financiera y un día surgió el tema de armar algo para llegar a todo el país y me ofreció hacerme cargo. Mi especialid­ad es armar equipos y me puse en marcha”, indica. Estar embebido en el mundo financiero les permitió evitar pérdidas millonaria­s este año en plena devaluació­n, cuando el dólar llegó a subir más de $ 2 en una rueda. Mientras su socio cargaba camiones llenos de productos de luminaria a precio dólar en el sur, lejos de las noticias financiera­s, De los Santos evitó que los camiones salieran con productos a precios irrisorios, lo que hubiese sido un duro golpe económico para la compañía. “El problema de la fluctuació­n violenta del tipo de cambio pudo haber generado sacar un camión gratis, por los volúmenes que nosotros manejamos. En esas semanas tuvimos línea constante con mi socio”, recuerda. Una frase común de esos días fue “ni muevas el camión”. A la hora de analizar si ser un hombre de mercado le da un plus al manejo de su propia empresa no duda ni un instante en afirmar que sí. “Si la empresa necesita descontar cheques, o girar en descubiert­o no tengo que darme vuelta y buscar asesoramie­nto. Sé si me conviene usar el descubiert­o o vender mercadería al costo y cubrimos el banco. Con 20 años de amistad con mi socio, sabemos la fortaleza y debilidade­s de cada uno”, apunta. Recuerdos de la infancia Ariel Sbdar es el más joven del grupo, pero pese a sus 27 años cuenta con un historial de emprendedo­r desde que era muy chico en su Corrientes natal, donde hoy tiene un salón de fiestas infantiles bautizado “La Casita”. Economista recibido en la Universida­d Torcuato Di Tella, fue analista financiero en Allaria Ledesma, Banco Macro y hoy se desempeña como Head Equity en el BIND Banco Industrial. “Desde chiquito busqué hacer negocios”, destaca y recuerda que siempre fue inquieto a la hora de emprender. A los 17 tuvo su primer éxito al crear una página que cubría todos los eventos sociales que tenían lugar en Corrientes y que luego vendió. También creó una página de venta de muebles por Internet. “Trabajar en Restorando cuando llegué a Buenos Aires a estudiar me ayudó mucho a ver el negocio desde adentro y me dio herramient­as para mis negocios”, señala sobre su paso por la página líder para reservas en restaurant­es. Lejos del mundo de las finanzas, su emprendimi­ento hoy está ligado a las fiestas infantiles en la provincia que lo vio nacer. “Un día una amiga me contó que había hasta cinco meses de espera para festejar un cumpleaños. Teníamos un terreno familiar y nos impulsamos a hacerlo”, cuenta. El nombre “La Casita” no es una casualidad: su madre supo tener un salón de fiesta similar llamado “La casa de los juegos”, que cerró en el año 2000, y quiso aprovechar el buen recuerdo que había dejado en la zona. “Recién arrancamos, entonces no sentimos una caída por la crisis. Sí manejamos la volatilida­d de reservas, que suben y bajan, y tuvimos que encargarno­s de los permisos y habilitaci­ones”, precisa. Aunque algunos compañeros consideran que su emprendimi­ento “es una locura”, Sbdar ya piensa en ir por más y “reinvertir las ganancias”.

“La diferencia entre trabajar con muebles y con acciones y bonos son los tiempos. Un producto terminado lleva 30 días”. Francisco Mendonca, Clodo House.

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