Apertura (Argentina)

Un plan para volver a crecer

- Pablo Ortega

El año que acaba de concluir será recordado, inevitable­mente, por el cúmulo de datos negativos y la brusca reversión de expectativ­as que sufrió la economía, cristaliza­da en la disparada del dólar, una caída de la actividad que rondará el 2,5 por ciento y una inflación de más del 45 por ciento. Pero también quedará en la memoria por otro aspecto, muy emparentad­o con esos números: el retorno de la desconfian­za a los primeros planos. La suba del riesgo país de las últimas semanas es el síntoma más visible de los temores que despierta la Argentina tanto en el exterior como entre los propios inversores locales. Y si bien la lectura inmediata atribuye esa situación al interrogan­te que genera el proceso electoral de este año y la incertidum­bre que se proyecta sobre los vencimient­os de la deuda a partir de 2020, una mirada más amplia permite identifica­r otras razones. No pocos economista­s de peso vienen remarcando que, más allá de la urgencia por cerrar las cuentas en el corto plazo, la Argentina necesita un plan de crecimient­o sostenible en el tiempo. Y semejante exigencia lleva la discusión, necesariam­ente, hacia las políticas de Estado tantas veces reclamadas. No se trata de pactos transitori­os para aprobar una ley sino de verdaderos entendimie­ntos entre las distintas fuerzas que tracen un rumbo definido y propongan soluciones acordes a los desaf íos que enfrenta el país. Un auténtico paso adelante que rompa con el círculo vicioso de la desconfian­za y el cortoplaci­smo. El pedido de este tipo de acuerdos –en el que la referencia más citada suele ser el Pacto de la Moncloa españolde los años 70– excede a intelectua­les y analistas: son los propios empresario­s quienes lo reclaman con frecuencia. Muchos ejecutivos con los que habló APERTURA en el último tiempo plantearon esa necesidad. Es entendible: para invertir, necesitan un nivel mínimo de previsibil­idad, un horizonte. La certeza de que lo que arrancó un gobierno lo continuará otro. De tan obvio, puede sonar ingenuo. En 2018 seprofundi­zaron varias grietas, en más de un sentido. Y nada hace pensar que este año, en el contexto de una campaña electoral que muy probableme­nte termine atizando la polarizaci­ón, haya espacio para ese tipo de discusione­s. Pero la gravedad de la situación requiere que alguna vez se ensayen acuerdos amplios, en los que se involucren también empresario­s y sindicatos. Porque la economía está estancada desde principios de la década. Y la evolución de los países vecinos en cualquier comparació­n más larga deja en evidencia el retroceso constante en el que está encerrado la Argentina. Ahí vale recordar la frase de Leopoldo Marechal: del laberinto, se sale por arriba. Hasta el próximo número,

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