Un plan para volver a crecer
El año que acaba de concluir será recordado, inevitablemente, por el cúmulo de datos negativos y la brusca reversión de expectativas que sufrió la economía, cristalizada en la disparada del dólar, una caída de la actividad que rondará el 2,5 por ciento y una inflación de más del 45 por ciento. Pero también quedará en la memoria por otro aspecto, muy emparentado con esos números: el retorno de la desconfianza a los primeros planos. La suba del riesgo país de las últimas semanas es el síntoma más visible de los temores que despierta la Argentina tanto en el exterior como entre los propios inversores locales. Y si bien la lectura inmediata atribuye esa situación al interrogante que genera el proceso electoral de este año y la incertidumbre que se proyecta sobre los vencimientos de la deuda a partir de 2020, una mirada más amplia permite identificar otras razones. No pocos economistas de peso vienen remarcando que, más allá de la urgencia por cerrar las cuentas en el corto plazo, la Argentina necesita un plan de crecimiento sostenible en el tiempo. Y semejante exigencia lleva la discusión, necesariamente, hacia las políticas de Estado tantas veces reclamadas. No se trata de pactos transitorios para aprobar una ley sino de verdaderos entendimientos entre las distintas fuerzas que tracen un rumbo definido y propongan soluciones acordes a los desaf íos que enfrenta el país. Un auténtico paso adelante que rompa con el círculo vicioso de la desconfianza y el cortoplacismo. El pedido de este tipo de acuerdos –en el que la referencia más citada suele ser el Pacto de la Moncloa españolde los años 70– excede a intelectuales y analistas: son los propios empresarios quienes lo reclaman con frecuencia. Muchos ejecutivos con los que habló APERTURA en el último tiempo plantearon esa necesidad. Es entendible: para invertir, necesitan un nivel mínimo de previsibilidad, un horizonte. La certeza de que lo que arrancó un gobierno lo continuará otro. De tan obvio, puede sonar ingenuo. En 2018 seprofundizaron varias grietas, en más de un sentido. Y nada hace pensar que este año, en el contexto de una campaña electoral que muy probablemente termine atizando la polarización, haya espacio para ese tipo de discusiones. Pero la gravedad de la situación requiere que alguna vez se ensayen acuerdos amplios, en los que se involucren también empresarios y sindicatos. Porque la economía está estancada desde principios de la década. Y la evolución de los países vecinos en cualquier comparación más larga deja en evidencia el retroceso constante en el que está encerrado la Argentina. Ahí vale recordar la frase de Leopoldo Marechal: del laberinto, se sale por arriba. Hasta el próximo número,