El nuevo presidente está ansioso por aliarse con EE.UU. y otros líderes nacionalistas
Ernesto Araújo, el expeditivo canciller de Jair Bolsonaro, parece dispuesto a cambiar drásticamente la tradición de larga data de Brasil de una política consensuada “arco iris”. Ha dicho que el cambio climático es una conspiración marxista, se lamentó de la “criminalización” de la izquierda hacia la carne roja, los combustibles fósiles y las películas de Disney, y quiere dejar el pacto global de inmigración. “No estamos en el mundo para ser Miss Simpatía”, escribió en un artículo. Su tesis es que Brasil necesita aliarse con el presidentasía te de los EE.UU., Donald Trump, y, entre otras, la Hungría de Viktor Orban y la Italia de Matteo Salvini. También le gustaría crear “un núcleo compuesto de los tres países cristianos más grandes del mundo, Brasil-ee.uu.-rusia”. Araújo también quiere imponer “presiones sobre todos los frentes” en China. Cómo funcionará esto es poco claro, porque la guerra comercial empezada por Trump ha hecho a Brasil cada vez más dependiente de China, que representa un cuarto de todas las exportaciones brasileñas; los EE.UU. están en segundo lugar, recibiendo 12 por ciento de las exportaciones totales. “En lugar de aprovechar la guerra comercial entre Washington y Beijing, Araújo está jugando con la fan- de una alianza sagrada anti-china cuyo único resultado concreto será que Beijing use su peso diplomático contra Bolsonaro”, advierte Matias Spektor de la Fundación Getúlio Vargas. Eduardo Bolsonaro, el legislador amante de las armas e hijo del presidente de Brasil, está trabajando para reformar la política exterior junto a Araújo. Hace unos meses visitó Washington, donde se reunió con Jared Kushner, el yerno y asesor de Trump, fue visto usando una gorra de “Trump 2020”. Cuando Dilma Rousseff asumió hace cuatro años, el exvicepresidente de los EE.UU., Joe Biden, fue al acto. A pesar de los esfuerzos de Bolsonaro, ni Trump ni Mike Pence fueron a su asunción del 1° de enero.